«Un Techo para mi país» suspende proyectos en Rosario producto de la violencia
La organización civil Techo, que promueve la construcción de viviendas en zonas vulnerables, suspenderá por seis meses sus proyectos en Rosario «por el contexto de violencia que atraviesan los asentamientos» en los que trabajan los voluntarios de la entidad. En un mail que se distribuyó entre las empresas y particulares que aportan económicamente a la iniciativa, señalan que deberán revisar el modelo de trabajo en la ciudad, «teniendo en cuenta sus particularidades de acuerdo a la conflictividad social».
Techo es una organización presente en Latinoamérica y el Caribe y en la sede argentina de Rosario está realizando su actividad desde 2012. Los voluntarios de la entidad trabajan junto a familias que viven en asentamientos irregulares con el objetivo de mejorar su calidad de vida.
La parte más visible del proyecto es la construcción de viviendas de emergencia, realizadas en madera, pero también desarrollan actividades educativas y de capacitación en oficios.
De acuerdo a datos de la entidad, en Rosario ya se levantaron 498 viviendas de emergencia que se asignaron a familias necesitadas de seis barrios vulnerables.
La última intervención realizada por los voluntarios de Techo fue en noviembre pasado. Entonces, se colaboró en la construcción de viviendas junto a vecinos de los barrios La Cariñosa, de Avellaneda y Circunvalación, Los Pumitas y Cullen (Empalme Graneros), San Martín Sur (San Martín y Circunvalación), La Cava y El Cañaveral (Rouillón y Garibaldi).
Además intervinieron también en la zona conocida como Camino Muerto, de la localidad de Granadero Baigorria.
La entidad se financia mediante el aporte de empresas, campañas masivas de donación, eventos y el trabajo de voluntarios. Justamente, entre sus aportantes comenzó a circular esta semana un mail donde la fundación anunciaba su decisión de «suspender las actividades de terreno» en los asentamientos «durante un plazo de, en principio, seis meses».
En la nota se afirma que la decisión fue tomada como «resultado del contexto de violencia que atraviesan los asentamientos en los que trabajamos en la ciudad» y «luego de un momento de reflexión y replanteo, contando con el asesoramiento de la oficina nacional y global de Techo».
Y anuncia que durante el próximo medio año buscarán «de manera colectiva (con los vecinos y profesionales con experiencia de trabajo en territorio) cómo continuar nuestro acompañamiento como organización sin perder como eje el desarrollo comunitario y garantizando la seguridad del voluntariado».
Desde la dirección local de Techo confirmaron la decisión tomada por la organización. «Es un tema muy sensible y, por ahora, preferimos no agregar nada más», explicaron frente a la consulta de La Capital.
Gran parte de los voluntarios de techo encargados de llevar adelante los proyectos de intervención en los barrios son jóvenes, generalmente estudiantes de carreras sociales o relacionadas con la construcción.
Según confiaron personas que participaron del proyecto, «por la forma de trabajo de la organización, no se demanda un acompañamiento de las fuerzas de seguridad para trabajar en los barrios. Nunca fue necesario, siempre trabajamos con organizaciones de vecinos».
Sin embargo, en los últimos meses, «los voluntarios se han visto en medio de conflictos en forma cada vez más recurrente. Se han visto en medio de tiroteos a plena luz del día, por problemas no relacionados con nuestra organización, sino por situaciones de violencia dentro de los asentamientos que pensamos pueden poner en riesgo a nuestros voluntarios», comentó otra fuente de Techo, puesta a explicar una decisión que juzgó «no feliz, pero sí adecuada».
Hace dos años, la fundación presentó un relevamiento de los asentamientos irregulares del departamento Rosario. De acuerdo al trabajo, existen en la ciudad 172 barrios informales en los cuales viven unas 50.500 familias. El 94 por ciento está conectado a la luz de manera informal, el 91 por ciento no está conectado a la red pública de agua y el 74 por ciento elimina excretas a través de pozos ciegos.
En esa oportunidad se advirtió también que muchos de estos barrios tienen mucha antigüedad, lo que denota el carácter estructural de la problemática. Un tema que ya pocos discuten, sin embargo su abordaje parecería representar un desafío cada vez más complejo.
(La Capital)