El sectarismo, vicio mortal
La fuerza del peronismo, desde los comienzos de su historia, estuvo dada por la unidad. Incluso en las horas más oscuras, la concordia fue lo que dio vida a su negada existencia. Esto fue así porque predominó la idea de conjunto antes que el egoismo. Indudablemente tenía que ser así, porque el futuro en todos los presentes humanos demanda proyectos, demanda sueños, demanda esperanza.
Ahora, no es factible para un individuo acostumbrado a vivir en comunidad como el hombre, pensar en el futuro sin pensar en plural, porque el mañana, indefectiblemente, es una construcción colectiva, un anhelo grupal. Premisa infranqueable para la conformación y la supervivencia de un grupo, cualquiera sea, es anteponer el interés del prójimo, del compañero, al interés personal. Si no predomina este principio es imposible pensar, no solo el porvenir, sino el instante inmediato.
En Santa Fe, el justicialismo ha invertido el orden de aquella pedagógica frase de su creador, según la cual en la acción política primero está la patria, luego el movimiento y por último los hombres. Hoy día, lo prioritario es el beneficio propio, ya no importa el peronismo y mucho menos la provincia, el territorio invencible de Don Estanislao López.
A tal punto llega el egoísmo, que se prefiere ver ganar al adversario antes que luchar por el triunfo. Claro, de esta manera permanecen vigentes los suculentos negociados, y todos son felices porque obtienen su tajada del pastel de la hipocresía. Ya ni honor queda.
El sectarismo, manifestación infantil del egoísmo, ha ganado las mentes de toda su dirigencia. La tarea principal de su competencia, la conducción, ha mutado en orientar a la militancia hacia un camino sin retorno de animadversión a toda disidencia, a toda forma diferente de comprender la realidad, ubicando al adversario político, ya no fuera del peronismo, sino en su interior.
Hechos recientes de la política partidaria justicialista, clarifican el cuadro aquí expuesto. En primer lugar, la actitud poco democrática y opositora a la gobernabilidad de los legisladores reutemistas de Santa Fe, de negarles los votos necesarios al gobierno nacional para la aprobación del presupuesto del año entrante, algo sin precedentes en la historia argentina; invocando el mito de la perfecta pluralidad. Asociado a esto, se encuentra la conducta poco adulta del ex gobernador Jorge Obeid de obsequiarle a Graciela Camaño, autora de una estúpida agresión a Carlos Kunkel, en respuesta a una no menos estúpida provocación del diputado oficialista, un par de guantes de boxeo, en irónica alusión a su irracional reacción; y prometer regalarle a Kunkel un protector bucal para “protegerse” de nuevos “golpes”.
En segundo lugar, la pseudounión del kirchnerismo regional que implica un lábil acuerdo entre el Rosismo y el Movimiento Evita a espaldas de Rafael Bielsa, con el objetivo de no participar de la instancia de elecciones internas, decisión que abona la idea de perder nuevamente la provincia a manos del socialismo, estrategia pergeñada por el fallecido Néstor Kirchner.
Estos acontecimientos emisarios de la verguenza, lejos de cesar en su avance, parecen reproducirse a distintos niveles de intensidad como células cancerígenas en un cuerpo tomado por la enfermedad. Se habla de modelos ideales, obviando la realidad. Se evade desde todos los sectores el gran reto que tiene el justicialismo por delante en la provincia: volver a ser gobierno, luego de tres años de una administración lamentable, que no muestra predisposición al cambio.
El kirchnerismo habla de “profundizar el modelo” como si en el caso de llegar a la Casa Gris fuera a realizar una revolución socialista al modo cubano. El Peronismo Federal, pone en su boca las palabras de los caudillos antiunitarios decimonónicos al punto de plantear una coparticipación desmesurada, que solo podría lograrse con la secesión de Santa Fe, al estilo de la etapa de las guerras civiles; pregonando la preponderancia del poder legislativo en un país donde la misma Constitución favorece el presidencialismo. Igualmente hay que reconocer que en el último tiempo el peronismo disidente, o la versión provincial del mismo, el reutemismo, ha moderado su discurso, especialmente luego de la desaparición de Kirchner.
Así están dadas las cosas en el justicialismo santafesino. La búsqueda de la salvación individual goza de la aprobación de sus facciones, en detrimento de un proyecto común que reconozca la unidad como valor primordial. Urge dejar de lado las ambiciones personales y poner en valor la doctrina peronista como pilar de la cohesión. Lógicamente, para abrazar ese objetivo es necesario resistir la tentación del sectarismo, vicio político mortal.
Es la pura verdad. El peronismo va encaminado a perder de nuevo