Se desmoronó la escalera de un Fonavi
Casi desata una tragedia. En el momento en que cedió la estructura, bajaba una embarazada. El edificio de Rouillón y Biedma, en el que viven 800 familias, está en pésimas condiciones.
Algunos días el agua servida circula libremente por los patios hasta encontrar la calle; la lluvia castiga también adentro y las escaleras flojas y llenas de fisuras. Esos son algunos de los problemas con los que conviven las 800 familias que habitan los departamentos del barrio Fonavi de Rouillón y Biedma, en la zona oeste de la ciudad. Cada tanto, aseguran, alguno lleva sus quejas a la Dirección Provincial de Vivienda y reclama que se realice una inspección en el complejo construido hace 30 años. «Vivimos en ruinas y estamos completamente olvidados», advierten.
Los padecimientos no son nuevos, pero el derrumbe de parte de la escalera Nº 25 del complejo los dejó más expuestos. El viernes pasado, personal de Bomberos, Defensa Civil y el Sies llegó hasta el lugar para asistir a una joven embarazada de 8 meses que, dicen, «se salvó de milagro».
Los agentes retiraron los escombros y apuntalaron una rampa para suplir la falta de un tramo de unos diez peldaños y permitir que las familias que viven en el segundo y tercer piso puedan llegar a su casa.
El incidente todavía se comentaba ayer en los negocios del barrio, donde también se advertía que estaba claro que alguna vez iba a pasar. «Hace dos años que mi mamá decía que se iba a caer la escalera. Nadie le hizo caso pero, finalmente, se cayó», contaba una joven que minutos antes del derrumbe iba a colocar un cartel en el hall advirtiendo de la situación.
Pero rápidamente advertían que las escaleras no son el único problema con el que conviven. «Hay humedad en todas las paredes. Los techos se llueven, los pisos están flojos y las cloacas están completamente tapadas», enumeraban mientras reclamaban que inspectores del municipio o la provincia auditen el estado de los edificios.
En el oeste. Visto desde los departamentos más altos, el complejo tiene una forma caprichosa. Ocupa un rectángulo de unas seis manzanas, entre Seguí y Biedma (que por esa zona se llama Juan XIII) pero la avenida Rouillón es la única calle que lo corta en dos, por entre las tiras de departamentos serpentean algunas calles internas circuladas sólo por vecinos.
Al frente y también entre los edificios los espacios comunes están salpicados de construcciones irregulares que alojan todo tipo de negocios.
Las construcciones, de planta baja y tres pisos, se identifican por el número de la escalera y las pasarelas que conectan grupos de 12 departamentos. En total hay 66 escaleras, unos 780 departamentos.
No todos presentan las mismas patologías. Todos exhiben manchas de humedad, grietas, barandas flojas. Pero, algunos, los que están en el límite este del conjunto sobre calle Juan XXIII, por ejemplo, parecen en ruinas.
Treinta y tres años. Nélida vive en el Fonavi desde hace 33 años. Fue una de las primeras en llegar a los departamentos que, asegura, «eran hermosos». De ladrillos vistos, con sectores de techos a dos aguas y mucho, pero mucho, verde.
«Llegamos el 6 de enero, todos los departamentos estaban pintados del mismo color. Los de enfrente verdes, los nuestros amarillos, y las últimas ventanas tenían vidrios de colores», recuerda la mujer que vive en uno de los departamentos de la escalera 25. Sus vecinas del primer piso todavía no habían nacido, pero su mamá también es de los vecinos «históricos» del barrio.
La antigüedad en el vecindario no es un dato menor. «Al principio había un consorcio y los edificios se cuidaban. Después la gente fue vendiendo, se fueron mudando y los departamentos quedaron como abandonados», aseguran los vecinos.
De los colores originales de los edificios queda poco. Ahora, según las esquinas y la barra que mande en el barrio, están pintados de rojo y negro y de azul y amarillo. También hay murales con la cara del Che, de San Martín y de Bolívar y pasacalles que agradecen algún favor a San Expedito.
«Alguien tiene que prestar atención a este lugar», se queja Mercedes, otra de las primeras vecinas del vecindario. «La intendenta inaugura cloacas a pocas cuadras y no se acuerda que acá vivimos con los desagües tapados; o la provincia pinta los Fonavi de barrio Acindar y por acá no conseguimos siquiera que pase la policía», advierte.
Después apura el paso, se le hace tarde para ir a trabajar a una parrilla céntrica y todavía tiene que esperar «largos ratos» para que llegue el colectivo.
Hábitat promete obras vitales
El gobierno de Santa Fe se comprometió a intervenir el complejo habitacional de Rouillón y bulevar Seguí, en el marco del programa de mejoras para barrios Fonavi que viene desarrollando junto a la Municipalidad de Rosario. El viernes habrá una reunión entre funcionarios y vecinos para analizar los pasos a seguir. “Teníamos planificado la realización de obras allí. Hay que realizar una fuerte intervención”, dijo el secretario del Hábitat, Gustavo Leone.
(La Capital)