La profecía de los indios Hopi y la estrella azul

Seguramente el lector ha escuchado referirse a los indios que viven en la reserva Hopi y de sus profecías.

Junto a los Zuni, los Yuma, los Tarahumara, los Pima, Los Apaches y los Navajos-estos dos últimos más conocidos debido a la invasión permanente de películas y series norteamericanas-ocupaban una meseta desértica, que a pesar de no poseer límites geográficos precisos, se determinan por los actuales estados de Arizona y Nuevo Méjico (E.E.U.U.), y Sonora y parte de Chihualhua (Méjico).

Aunque tenían lenguas y formas de vida muy diferentes, compartían una cosmovisión del mundo, una concepción religiosa y un ciclo mitológico similar. Por medio de los chamanes tribales, realizaban ceremonias para curar enfermedades y protegerse contra los malos espíritus.

De entre todos estos grupos étnicos, los Hopis, como ya aludimos, se destacaron por sus extraordinarias profecías entre las que hacen mención “a la estrella azul –en realidad al cometa-, que se convertirá en un instrumento de destrucción masiva en la Tierra”.

Los Hopi, quienes se consideran “herederos de sabios llegados en naves hace miles de años”, dicen que “ellos volverán a buscarlos algún día”.

La cultura aborigen de América del Norte no es tan conocida como la de los Mayas, Incas o Aztecas, pero posee,-según los especialistas-, grandes revelaciones cósmicas. Todos los aspectos de la vida de estos pueblos se integraban en una concepción del mundo única, en armonía con la naturaleza y la familia.

Según la tradición Hopi, los Katchinas -en idioma hopi, “sabios y respetados”-, fueron los salvadores de su tribu. Estos personajes no eran considerados dioses, pero sí seres superiores y benefactores de su pueblo o comunidad.

La tradición oral cuenta que, antiguamente, los Hopi estaban emplazados en un lugar remoto denominado Kasskara, azotado por guerras y desastres naturales que casi llegaron a exterminar su raza.

Fueron salvados del cataclismo por los Katchinas, que vinieron desde las estrellas y recorrían el espacio en escudos voladores o pájaros que tronaban. Poseían aspecto humano caucásico, eran capaces de cortar gigantes bloques de piedra y también de transportarlos. Los Katchinas legaron su cultura a los Hopi, les enseñaron a observar el comportamiento de las estrellas y a regirse por leyes.

Sin embargo, su aporte fundamental fue ayudarlos a trasladarse a otras tierras, aunque los Hopi aseguran que algunos de ellos, los elegidos, fueron llevados por los Katchinas en sus escudos voladores a otros mundos.

La estrella Azul [1]

La estrella Azul Kachina o Saquasohuh supone para la tribu india que nos ocupa “la llegada del fin de los tiempos que significa el signo noveno y último antes del “Día de la Purificación, descrito como un cataclismo que envolverá al mundo”.

Otros interpretan la profecía como el inicio de los contactos con seres de otras galaxias. Cada vez que, según sus profecías, el mundo se extingue –ya hubo cinco extinciones masivas-, los Hopis se mudan bajo tierra y sobreviven. Según obras literarias escritas en la década del 60 por Waters, los indios creen que la humanidad se encuentra en el cuarto mundo “Tuwagachi”, que será destuido a manos de la corrupción humana. Benjamín Creme enunció que “la llegada del fin de las eras será precedida por una estrella azul”.

Dejando el terreno de las cosmovisiones aun no probadas, sí estamos en condiciones de afirmar que en el espacio hay cientos de miles de asteroides dque podrán cruzar la tierra y que oscilan entre pocos kilómetros y mil de ellos, aunque –vale decirlo claramente-, en órbitas previsibles.

También, por cierto, hay cometas imprevisibles con una energía inimaginable que poseen elementos de varios kilómetros de longitud y que su explosión generaría tormentas de fuego que eclipsarían la resultante de una guerra termonuclear con una energía inimaginable.

Si el cometa cayera en mar abierto, la detonación vaporizaría miles de kilómetros y produciría un tsunami de 300 kilómetros de altura, a 160 kilómetros por hora, a 160 km de velocidad y su impacto haría girar el planeta 180 grados con la consecuencia directa de la generación de incendios monumentales.

La explosión equivaldría a 200 bombas nucleares y produciría –a priori-, 200 millones de muertes y heridas o consecuencias “laterales” a 1.000 millones, sumándose a ello un deslizamiento polar.

[1] En realidad la estrella no es color azul. Lo que sucede que la imagen lograda se obtuvo con un filtro de ese color.

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Ricardo Marconi

Licenciado en Periodismo. Posgrado en Comunicación Política. rimar9900@hotmail.com