El necesario acuerdo del peronismo santafesino

Los ciclos políticos, como todo en la vida, tienen principio y final. Tiempo antes, tiempo después, todos reciben el beso lapidario del adiós.

El del socialisno, la fuerza partidaria que comanda los destinos de la provincia de Santa Fe, solapada bajo el nombre simbólico “Frente Progresista Cívico y Social”, asiste a sus últimos estertores. Su gestión, sin deseo de extralimitarnos en la calificación, es una de las peores que recuerde la ciudadanía santafesina.

Deudas por doquier, consecuencia de la incapacidad administrativa; negligencia, corrupción… un óleo de espanto con sabor a tierra arrasada es la pintura de su administración. A esto se suma la desidia en políticas sociales y una mirada regresiva de la economía que menosprecia la producción en sus diferentes facetas.

¿Cuáles son los argumentos esgrimidos por el socialismo cuando se lo interroga sobre las causas de este cuadro infernal de situación?. Allí, surgen cual comodines las clásicas y muy útiles menciones a la supuesta herencia de las administraciones justicialistas, la mezquindad del gobierno nacional, los “inacabables” efectos de la crisis internacional, entre otras justificaciones harto escuchadas. En poco tiempo, no deberemos asombrarnos si comienzan las referencias a las viscicitudes de la esfera celeste, el movimiento de los planetas o el zodíaco.

El peronismo santafesino, por su parte, deambula infectado por el poderoso e implacable virus de la división, enfermedad de gravedad que en la política siempre actúa al servicio del contrario.
Exceptuando la fracción encabezada por Oscar “Cachi” Martínez, y la liderada por Norberto Nicotra, la primera autónoma y la segunda emparentada con el duhaldismo, que ya anunciaron su decisión de competir por fuera de la estructura partidaria, dos son los grandes bloques en los que se divide el justicialismo santafesino, a saber: kirchnerismo y reutemismo.

El kirchnerismo, luego de la inesperada desaparición de su líder natural, cuya última orden en lo que respecta a la provincia había sido no participar de las internas del PJ, a sabiendas que esto facilitaría una nueva victoria socialista, ha optado -amén de alguna que otra declaración altisonante- por disminuir el tono beligerante, para dar paso a una estrategia más conciliadora sobre la que podría edificarse la negociación; acción que algunos dan por iniciada.

El panorama kirchnerista en Santa Fe, en principio es el que presenta mayor definición, siendo dos las corrientes que lo componen: rosismo y bielsismo. El objetivo de ambas, a decir verdad, nunca pasó por alcanzar la gobernación, sino por el beneficio individual de las diputaciones para sus allegados, como medio de saldar favores políticos.

Agustín Rossi, el adalid de la lealtad K, que renovó su banca de legislador nacional por el beneplácito de la casualidad, debiendo recurrir a los votos galvenses de Pedro González, ex representante confeso de su habitual blanco de críticas -el menemismo-, si quiere ser investido gobernador, deberá revertir una profunda imagen negativa instalada en los votantes por su defensa obsecuente de las políticas del Ejecutivo Nacional, y especialmente de la controvertida Resolución 125; en una provincia cuya principal producción es la agropecuaria.

Rafael Bielsa, que pese a aspirar gestionar Santa Fe (al menos eso es lo que sostiene publicamente), transcurre mayor cantidad de tiempo en Capital Federal, tendrá que cubrir de olvido aquella errada decisión de abandonar el suelo provincial luego de vencer precisamente a Rossi en las internas del PJ de julio de 2007, en vez de quedarse a capitalizar politicamente el apoyo electoral conseguido.

Pese a este cuadro adverso, dichos precandidatos podrían recibir la bendición oficial de Cristina Fernández, que indudablemente les reportaría votos frescos, pero no les garantizaría la victoria, puesto que -y aquí introducimos nuestra hipótesis-, ninguno de los candidatos por sí mismo (esto vale tanto para los kirchneristas como para los reutemistas), ni armados políticos consecuencia de la división (Frente Para la Victoria, Peronismo Federal), podrían devolver al peronismo santafesino a la Casa Gris.

El reutemismo, la otra fuerza justicialista en la provincia, está a la espera de que al fin se concrete la candidatura salvadora de quien le dio nombre y contenido, Carlos Alberto Reutemann. Es que el ex piloto de Fórmula 1 es poseedor de una parquedad oratoria que nada debe envidiarle a la de Hipólito Yrigoyen, más acentuada aún desde su ida de la Mesa Coordinadora del Peronismo Federal a nivel nacional. Arrancarle una palabra que se aleje de su moderación habitual, es más difícil que tapar el sol con las manos. Es verdad que en base a esa actitud mesurada, ha construido buena parte de su imagen pública en tiempos donde la política no pareciera enamorarse del sosiego. No obstante, un pronunciamiento suyo facilmente reacomodaría el tablero político en Santa Fe, afectando los planes de peronistas y no peronistas.

Jorge Obeid, uno de sus principales laderos, ex jefe de la Regional 2 de la Juventud Peronista en los setenta (aunque en recientes declaraciones lo haya negado), admirador de Cuba y dos veces gobernador, se encuentra sigiloso aguardando con providencial calma, cual pastor de ovejas, una decisión positiva de Reutemann en cuanto a la carrera presidencial, para poder dedicarse de lleno a la diagramación de una estrategia que derive en su tercer mandato al frente de la provincia. Esta empresa, de iniciarse, no tendría mayores complicaciones, dado el buen concepto de los santafesinos sobre sus gestiones, las que caracterizadas por la previsibilidad, privilegiaron el orden de las cuentas fiscales. Obeid, en lo que al peronismo regional se refiere, aparece como aquél capaz de propiciar un acuerdo intrapartidario que lo haga llegar al 2011 con una única sigla: PJ. Su punto débil, reside en la extrema dependencia de Reutemann que ha caracterizado su accionar político desde hace bastante tiempo, especificamente, desde aquellas horas del conflicto entre el gobierno nacional y el campo en 2008.

Ricardo Spinozzi, senador por el departamento General López, y actual presidente del PJ provincial -un exponente del más duro reutemismo-, también sueña con el título de gobernador. Ahora, para conseguir una segura estructura desde donde lanzarse, y no caer en el sectarismo, deberá construir consensos con las demás fuerzas peronistas, para así poder presentarse como el candidato de coalición, siendo prioridad antes que nada, mediante apreciaciones sensatas, dejar atrás la corta edad biológica que lo muestra como alguien falto de experiencia, e incapaz de asumir un desafio de tamaña magnitud. La realidad, la cruda realidad, muestra este horizonte a años luz de la concresión.

Juan Carlos Mercier, o “Juanchi” Mercier como indican las gigantografías distribuidas por toda la provincia, el segundo candidato oficializado del reutemismo luego de Spinozzi (Obeid todavía no hizo pública esa intención, si es en realidad su intención y no un ardid mediático de momento), funcionario del último régimen militar y ex ministro de Hacienda del “Lole”, no contaría con grandes chances de abrazar la gobernación. Más bien su estrategía, pasaría por conseguir diputados provinciales al igual que Rossi y Bielsa, o negociar ser vicegobernador del candidato final reutemista. Eso todavía no lo sabemos, el futuro lo dirá.

Este es el mosaico peronista en Santa Fe. Como pudimos corroborar a lo largo del artículo, ningún candidato o facción justicialista por su cuenta sería capaz de impedir un nuevo mandato socialista. Es de esperar, entonces, un acuerdo partidario. El necesario acuerdo del peronismo santafesino.

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Antonio Abbatemarco

Director de Cuna de la Noticia