Dificultades económicas, vidas indignas e inadaptación como orígenes de conflictos familiares
Está claro para los especialistas en temas de derecho y psicología que las dificultades económicas y materiales constituyen terreno propicio para la germinación de conflictos entre miembros de la familia.
Dichos orígenes de inseguridad e insatisfacción inciden y crean finalmente un clima en el que los problemas de conducta son frecuentes. Así, a la insuficiencia de recursos se alía la inexistencia de elementos necesarios para la vida digna de menores y adolescentes hacinados en viviendas mugrosas.
En esas unidades habitacionales se producen, a menudo, alteraciones de conducta y en lo concerniente al sexo se confunde el recato con la ocultación vergonzante, la inocencia con la ignorancia y la falta de educación deriva, casi inevitablemente, en serias dificultades.
La desintegración o la constitución anormal de la familia, motiva problemas tales como conciencia de inferioridad social e inseguridad afectiva.
La inadecuación de la escuela al niño es primera y visible causa de inadaptación. En nuestro medio, donde no es aún suficiente la organización de clases y establecimientos especiales para niños deficientes, son ante todo estos niños quienes, al ingresar a la escuela, exteriorizan síntomas de inadaptación.
El caso opuesto
Caso opuesto al del niño deficiente es el del superior o excepcionalmente dotado. Lo que es demasiado para el deficiente es poco para el superdotado que, por un camino inverso por una razón semejante, puede llegar a la inadaptación.
En este último sus funciones mentales se adelantan al ritmo de la clase común y éste pierde interés. Se convierte en un alumno indisciplinado o en un estudiante con aplicación desigual y hasta con rendimiento insatisfactorio.
La enseñanza y la educación de carácter impositivo, con el consiguiente rigor disciplinario chocan como tendencias.
Con la relación niño-maestro exclusivamente están enlazados conflictos de orden personal de manera sutil, visible y grave.
Una interpretación inicial equivocada del niño y su conducta por parte del maestro, trasuntada mediante el elogio a la censura excesivo, el afecto o el alejamiento notorio, origina malentendidos e incompatibilidades que repercuten seriamente sobre el interés por el estudio y el comportamiento del niño.
La relación niño-compañero está condicionada por dos factores en particular: la actitud de los maestros hacia el niño en cuestión y las cualidades particulares del niño que le hacen semejante o diferente, inferior o superior al grupo escolar al que se incorpora.
Cuando el niño tiene una diferencia notoria con los demás –en lo físico o intelectual- es muy difícil que se produzcan conflictos serios entre ellos y que como resultante, lleguen a desembocar en problemas de conducta más o menos grave.
En otro aspecto, cuanto menos satisfactorias con las condiciones de la vida del niño en el hogar tanto mayores son la influencia que gana el mundo y la repercusión que los sucesos exteriores tienen sobre él.
La constitución material y el tipo de vida del barrio, las posibilidades recreativas existentes y su carácter, las costumbres reinantes en el vecindario, cuando no responden a las necesidades infantiles contienen elementos perjudiciales para la formación moral del niño, especialmente, son otras tantas causas de desviaciones de conducta.
A la falta de una organización inteligente de la recreación infantil, de lugares de juego y posibilidades de actividad suficiente en el hogar y en la escuela, responde a la formación de “bandas “y “pandillas”.
Cuando existen diferencias acentuadas entre las condiciones del medio de donde procede el niño y las prevalentes en el grupo social al que se incorpora al concurrir a la escuela, suelen sobrevenir problemas de inadaptación.
En cuanto a las condiciones particulares del medio ambiente del niño en el pasado, la medida y el modo en que satisfizo sus necesidades, sus experiencias, actuando sobre su propia singular individualidad psiocobiológica heredada, le han llevado, en el transcurso del tiempo, a tener una forma de vida personal, una manera suya de expresar y satisfacer sus recónditas apetencias.
Con este haber entra el niño a la escuela. Toda su formación sus experiencias y sus hábitos anteriores condicionan su adaptación al nuevo medio. Así, por ejemplo, el menor en exceso mimado y protegido tiene, a su ingreso a la escuela, las reacciones afectivas y las maneras de comportarse de un bebé. Espera que le sirvan y que hagan las cosas por él. Es incapaz de hace algo por sí mismo.
Al ingresar a la escuela las condiciones cambian, varían sustancialmente, de un medio de donde todo le es conocido, pasa a otro donde todo es desconocido. La concurrencia a la escuela, per se, tiene intensa repercusión afectiva en el niño. Mucho mayor es la influencia de ésta cuando el niño llega a ella con conflictos o con una formación defectuosa, que no le capacita para la vida en común.
¿Cómo se puede prevenir la inadaptación escolar?
Tratar y prevenir la inadaptación en la escuela, en suma, es realizar una obra de higiene mental Al considerar este aspecto, debemos colocar a un lado a los niños cuya inadaptación nace de condiciones intrínsecas, en buena medida inmodificable: a otro, a aquellas circunstancias externas.
Se sobreentiende que, en el segundo caso, no vamos a hablar de escuelas para niños-problemas, sino de nuevas escuelas y procedimientos para niños normales.
Un servicio social bien organizado puede desempeñar un papel sumamente destacado en la obra de higiene mental de la escuela. El servicio social escolar puede cumplir su cometido cuando actúa como nexo entre los padres, la escuela, las instituciones sociales de asistencia infantil –recreativas y educativas, entre otras-, y los servicios médicos y psicológicos. La adaptación del niño, en las múltiples facetas de su personalidad y necesidades varias, es obra de organismos diferentes, cuya acción ha de ser sincronizada y correlacionada.
Un gran aporte brindan los consejeros que valoran la mentalidad del niño, sus deficiencias y aptitudes innatas, sus conflictos y rozamientos en su ambiente familiar y escolar. Ayudan al maestro a interpretar el accionar del pequeño y al niño a comprender y resolver sus problemas.
También son de vital importancia las clínicas de conducta en lo preventivo, en las que trabajan en consuno psiquiatras, psicólogos y asistentes sociales.
Otra cuestión importante es la formación del maestro y la vinculación de la escuela con los padres. Esta se hace precisa siempre que se trate de resolver un problema de adaptación del niño.
Por último, es importante la educación e los padres, porque si bien el amor es indispensable para el niño, no basta para educarlo bien. Amor e intuición certera o, cuando la intuición falta, amor y conocimiento son precisos para ello.
En la infancia el juicio sobre la conducta, como el juicio sobre el desarrollo físico y psíquico, es inseparable del elemento edad. A cada edad normal es la conducta del niño cuando concuerda con las posibilidades de actividad física y psíquica, de ida de relación y adaptación, a las normas de ésta, que la madurez de estructuras nerviosas y funcionamiento orgánico permite en ese momento.
Desviación de la personalidad implica que el individuo que en su desarrollo encuentre obstáculos insuperables, o que sufra experiencias muy traumatizantes, cesa de intentar hacer frente y vencer estos obstáculos de modo normal y tiene ante las contingencias de la vida reacciones morbosas: se enferma o evade responsabilidades, o procura, de manera consciente o inconsciente, solucionar sus problemas por medios muy distintos a los que emplean los individuos sanos (normales).
Desviaciones
Desde este punto de vista de la salud, las desviaciones de la personalidad que se manifiestan por problemas de conducta de carácter agresivo, tienen en general importancia menor (aunque socialmente puedan ser o parecer más perjudiciales), que las que denotan indiferencia, ensimismamiento, depresión o ansiedad.
La conducta agresiva –rebeldía, indisciplina-, pese a lo que tenga de socialmente censurables, constituye un intento de solución positiva de los conflictos del sujeto
En el caso del niño estos son problemas de desarrollo. Por lo tanto no pueden ser suprimidos y sí deben ser solucionados de algún modo para que la evolución normal prosiga. La desviación se produce cuando no existe en el medio donde el niño crece posibilidad de empleo justo de sus energías, sino, por el contrario, fuertes e invencibles vallas a su actividad y por lo tanto a su desarrollo o cuando el niño sufre experiencias que lesionan su afectividad.
Es importante que la inadaptación del niño sea descubierta tan tempranamente cuanto fuera posible y en que la escuela atienda a los síntomas de desviación de la personalidad -aunque no perjudiquen de momento el aprendizaje escolar-, ya que ello es importante para el porvenir del individuo.