En el futuro seremos los invasores extraterrestres (II)

El destino quiso que en momentos en que se cargaba en esta página WEB, la primera parte de esta columna, se cumplieran las primeras seis décadas del ingreso a la imprenta –luego de varios rechazos de editores- de las “Crónicas Marcianas” de Ray Bradbury, quien por ese entonces sólo contaba 35 años.

Conformaron esas narraciones, sin duda, un libro que deleitó, conmovió y atemorizó al lector que, -introducido en una prosa poética-, disfrutaba de una obra literaria extraña y hermosa, en el marco de un mágico estilo fastamagórico, que puso en las manos del lector la editorial Minotauro, fundada por Paco Porrúa.

El Bradbury que conocí a través de sus historias tenía un íntimo deseo: Quería ser inmortal. Lo logró mediante su obra monumental, la que impactó en la imaginación del Siglo XX a partir de su debut como escritor de relatos llenos de fantasía a los 18 años en las que no se privó de realizar, sólo con el esfuerzo de su intelecto en 1951, varios saltos temporales en El Hombre Ilustrado.

Se preocupó, además, de dejar en el inconsciente colectivo su visión esperanzada en la especie humana para la que tecleó, en sus inicios, en el sótano de su casa -con su vieja máquina de escribir, mientras tomaba, a sorbos minúsculos su taza de té caliente, servida por su esposa Marguerite, con la cabeza agachada y sus hombros inclinados en los textos incipientes-, relatos de horror, humor, teatro, misterio y hasta ensayos sobre su arte favorito: el Zen.

Pocos recordarán que con su nombre se bautizó a un asteroide y que pidió que sus cenizas fueran esparcidas en Marte. Sin duda se lo merece por haber logrado dar mucha felicidad a través de la impresión de los millones de copias de sus libros, aunque lamento -en lo personal- que nunca fue propuesto para el Nobel de Literatura y sólo recibiera una mención en 2007 en la entrega del Pulitzer de ese año.

Siempre me apenó que un “gigante” de la literatura fantástica no mereciera de sus pares el reconocimiento que tuvo, tiene y tendrá de sus lectores eternos quienes, como quien esto escribe, lo recuerdan y recordarán escribiendo míticas historias sobre la guerra nuclear, el racismo y la censura generada en una sociedad donde los bomberos alimentaban el fuego con libros –Faherenheit 451- mientras saboreaba su torta favorita, casera, calentita, embebida en alcohol y rebosante de crema de frutilla.

Avances científicos modificaron ostensiblemente las fantasías de Bradbury con las realidades que nos expusieron, demostraron y ofrecieron con datos e imágenes, las misiones enviadas al espacio, las que nos han hecho saber que en Marte, hoy por hoy, hay volcanes gigantes que en su entorno exponen huellas paralelas inexplicables, así como columnas de aire caliente ascendentes y miles de tolveras de 5 kilómetros de altura e incluso otras tan altas como el Monte Everest, existente en la Tierra.

Esos mismos adelantos logrados en el campo de la astrofísica, la astronomía y la investigación espacial, se ven aceleradamente superados gracias al telescopio espacial Hubble. Otros datos aportados por dichas ciencias nos explican que la reserva interna de calor marciano se redujo rápidamente mientras el agua remueve el dióxido de carbono de la atmósfera.

Un Venus invivible

Las misiones científicas también se ocuparon de Venus, aunque está claro, por los datos recogidos hasta el presente, que los terrícolas allí no podríamos sobrevivir, ya que su hábitat soporta a nivel superficial una temperatura de 500 grados, aunque vale acotarlo, habría tenido Venus un sistema similar a la Tierra, con placas movibles, mientras los volcanes se ubican en las fallas geológicas.

En Venus la lluvia disuelve el dióxido de carbono que queda en las rocas que en nuestro planeta es el “lubricante” de subducción de las placas.

Si no estuviera la Luna, la Tierra cae sobre los otros planetas y la inclinación del eje de esta última cambiaría –hoy está en dirección de la Estrella Polar-, la inclinación de nuestro planeta se modificaría y las estaciones desaparecerían.
Además, la Luna tiene una influencia estabilizadora y hace que el clima sea, precisamente, estable.

A todo esto, el Sol está calentando un 25% más que cuando nació y tendrá un efecto catastrófico sobre la Tierra.

Por otro lado se continúan considerando teorías como la del espacio-tiempo que remiten al estiramiento y la compresión del espacio (Einstein), a la vez que se siguen estudiando cuestiones que no encajan en teorías que, como las del escritor Steve Robinson, que apuntan a los problemas para regresar a nuestra casa (la Tierra) si se cometen errores y se cambia la trayectoria en el espacio.

En estos pensamientos que ponemos en negro sobre blanco está el de creer que la vida debió haber empezado en la Tierra y el de suponer que en el futuro no seremos otra cosa para las otras civilizaciones que extraterrestres.

Ceres ¿una opción para mudarnos?

La información que nos llegó en el 2003 del primer telescopio espacial Hubble sobre Ceres- el primer asteroide conocido, descubierto por Piazzi, en 1801-, nos permitió comprobar que es más que un trozo de roca, más caliente de lo que esperábamos y que permite propiciar la generación de formas de vida.

La preocupación mundial por la necesidad de comenzar a ocuparnos seriamente en preparar nuestra mudanza interestelar se notó este mes de agosto en la presentación realizada en San Francisco, Estados Unidos del informe preparado sobre “El estado del futuro”, publicado por el Millenium Proyect, un “think tank” global de la investigación con nodos en cinco continentes.

Vale decir que la investigación de “El estado del futuro” identifica 15 desafíos globales que van desde el agua y la energía, pasando por el desarrollo sustentable hasta la delincuencia organizada y la ética global. Se incluyen estudios sobre el futuro mundial del trabajo y el índice de estado del futuro.

Puntos de inflexión

En ese trabajo meticuloso se marcan algunos puntos de inflexión que podrían alterar drásticamente las perspectivas globales. Así surge que la mitad del orbe es vulnerable a la inestabilidad social y la violencia, debido al incremento del costo de los alimentos y de la energía, los gobiernos que determinan políticas erróneas, el cambio climático, la baja de las capas freáticas, la mala distribución de suministros de agua y alimentos, la desertificación y el aumento descontrolado de las migraciones.[1]

A quien esto escribe, el pasado 17 de agosto le resultaron extrañas las declaraciones tomadas por la totalidad de las agencias internacionales de noticias, formuladas por Edgar Mitchell, un astronauta retirado con todos los honores de la NASA y uno de los pocos –el sexto-, que lograron dar pasos en la Luna.

Arriesgando ser considerado un delirante, no tuvo empacho en manifestar su creencia de que alienígenas intervinieron para prevenir una guerra nuclear entre la Unión Soviética y Estados Unidos. También, sin pelos en la lengua, aseguró que “los extraterrestres aterrizaron en Roswell hace 70 años”.

Amplió sus apreciaciones en una entrevista afirmando que “»La base militar de White Sands era un centro de pruebas para las bombas atómicas. En eso estaban interesados los extraterrestres. Deseaban conocer nuestras capacidades de armamento». Y como si esto fuera poco argumentó: “Oficiales de bases aéreas en el Pacífico me dijeron que varios de sus misiles de prueba fueron destruidos por naves extraterrestres». Obviamente la NASA negó terminantemente las apreciaciones.

No son pocos los que piensan que habitamos un planeta del cual desconocemos la mayor parte de su historia antigua y en el que descubrimientos arqueológicos son ocultados o custodiados por fuerzas militares con órdenes gubernamentales.

En ese afán, gobiernos como el de China, han efectuado deflagraciones atómicas, entre las cuáles se destaca una ocurrida en la década del 90, a nivel subterráneo.

La explosión permitió advertir la existencia de una estructura piramidal entre el monte Mc Kinley y la ciudad de Nome en Alaska. Así comenzó a develarse el misterio de la Pirámide Negra, considerada la más antigua del mundo.

Pero a los misterios de las pirámides como la de Alaska y su relación con el aporte científico ruso, norteamericano y Chino, para no agobiar al lector, nos referiremos más adelante.

[1] Este importante documento, que además pronto estará disponible en castellano a través de la Sociedad Mundial del Futuro Venezuela (www.FuturoVenezuela.net).

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Ricardo Marconi

Licenciado en Periodismo. Posgrado en Comunicación Política. rimar9900@hotmail.com