Stephen Hawking pretende hallar vida extraterrestre
El físico británico Stephen Hawking, en la Royal Society de Londres, Inglaterra, dio a conocer al mundo su proyecto para lograr encontrar señales de vida extraterrestre inteligente fuera del planeta que habitamos.
Se embarcó en la aventura con el ruso Yuri Milher[1], quien le suministrará 100 millones de dólares durante la próxima década en el marco del programa “Breakthriugh Initiatives”.
Milner dejó claro que aprovechará “la tecnología de Silicon Valley” en Estados Unidos para cumplir el cometido apuntado, donde se ubican las mayores empresas tecnológicas del mundo.
Hawking y Milner aunarán ciencia y capital para investigar la Vía Láctea en su totalidad y harán lo propio con cien galaxias cercanas, aplicando técnicas de última generación con la utilización de los mejores telescopios del mundo, con los cuáles se intentará resolver la incógnita universal aún no resuelta: ¿Estamos solos?
Objetivo: La comunicación estelar
Vale recordar que la primera Junta Internacional sobre la Comunicación con la Inteligencia Extraterrestre (CIET), celebrada en la Armenia soviética, en setiembre de 1971 abordó el problema de estimar el carácter y la frecuencia de la vida inteligente e hizo lo propio con la civilización técnica en el universo, así como con las técnicas y estrategias más prometedoras –por ese entonces-, para establecer comunicaciones espaciales.
Uno de los problemas más difíciles que debían enfrentar los científicos de CIET era el período -tal vez 4.000 millones de años-, requerido para la evolución desde la vida unicelular hasta la inteligente en nuestro planeta.
Todos los científicos acordaron en que la inteligencia, una vez desarrollada, se adaptaría, en un grado importante, a cualquier forma de vida y en el caso particular del ser humano terrestre, consideraron dichos especialistas, que el surgimiento de una civilización y, posteriormente, de la tecnología, era más probable que improbable que ocurriera luego del dominio del fuego y del desarrollo del lenguaje simbólico.
Consideraron que el caso de nuestra Tierra era un ejemplo promedio y no único. Había renuencia en aceptar que la inteligencia se hubiera generalizado en otros planetas.
Otra cuestión evaluada fue el del lapso de vida de las civilizaciones técnicas. Si bien la vida inteligente es adaptable y tiene un alto valor en lo concerniente a la supervivencia a corto plazo, puede no ser estable en un lapso de tiempo cósmico a causa de problemas tales como la superpoblación, el agotamiento de recursos, la degradación genética, la autodestrucción por medio de guerras, el estancamiento científico y otras amenazas a la existencia humana.
El científico Von Hoerner[2] calculó que, “si bien puede haber surgido inteligencia en una u otra época en la mitad de los planetas en que pueda haber vida, el tiempo de existencia para las civilizaciones técnicas puede alcanzar, como máximo, 100 mil años”.
De esta última cifra, la más optimista por cierto, Hoerner dedujo una separación promedio de alrededor de unos 600 años luz -5.660 millones de kilómetros-, entre los planetas civilizados de la galaxia. Y si se toma como base el cálculo de Von Hoerner de la distancia que separa las civilizaciones interestelares que sobreviven, una cultura extraterrestre tendría que transmitir señales “a ciegas” durante 600 años antes que la primera onda de las mismas llegara a otra civilización.
Ahora bien, siguiendo esta línea de pensamiento, debemos dejar claro que si descubriéramos en la Tierra esas señales y las contestáramos inmediatamente, tendrían que pasar otros 600 años antes que la cultura que las transmitió pudiera advertir nuestra existencia.
Volar en el espacio interestelar tiene límites
Llegado a este punto, luego de pensar en un contacto mínimo entre nuestra civilización y una interestelar tras 1.200 millones de años, debemos tener la obligación intelectual básica de hacer referencia a la Teoría de la Relatividad Especial de Albert Einstein.
De acuerdo con este concepto, que tiene categoría de Ley en la física actual, ningún objeto material puede alcanzar y superar la velocidad de la luz que es de casi 300.000 kilómetros por segundo y ello constituye el límite absoluto de velocidad y se transforma de hecho en una barrera sustancial para el vuelo interestelar.
A nivel de dato científico a agregar vale apuntar que el astrofísico soviético N.S. Kardashev [3]propuso una clasificación de posibles civilizaciones en función de la fuerza que estas controlan y la Tierra fue considerada de Tipo 1, porque –al momento de hacerse dicha consideración- producíamos alrededor de seis billones de vatios de energía, La civilización de Tipo II dispondría de una energía igual a una estrella media, como el Sol,, esto es 100 cuatrillones de vatios (10 seguido de 25 ceros) y los de tipo III dispondrían de la energía de una galaxia completa de 10 sextillones de vatios (10 seguido de 36 ceros).
Si esas civilizaciones tuvieran la intención de comunicarse podrían ser detectadas más fácilmente por nosotros. Eso sí, es casi seguro que serían civilizaciones mucho más desarrolladas que la nuestra y es factible que no estén necesariamente interesadas en comunicarse con nosotros, ya que según el profesor Carl Sagan “las civilizaciones de tipo II y III ya habrían dominado el vuelo interestelar en grado tal que ni siquiera podríamos soñar”.
Boyas de navegación
Los destinatarios de esta columna, quizás interesados en el contacto con otras civilizaciones extra planetarias, tal vez no hayan escuchado sobre la posibilidad que la existencia de “boyas de navegación”, dejadas por extraterrestres cerca de “agujeros negros” gravitacionalmente colapsados. Incluso, otros teóricos hablan de la probabilidad de extraer energía de estrellas pulsantes de neutrones, como la existente en la nebulosa Cangrejo.[4]
Si aceptáramos la opinión optimista de que hay” un millón de civilizaciones técnicas sobrevivientes en la galaxia, sería necesario estudiar 100 mil estrellas para tener la posibilidad de establecer un contacto. Von Hoerner, en sus cálculos, habla de la necesidad de examinar, al menos, tres millones de estrellas antes de poder descubrir la primera señal de inteligencia.
La respuesta y sus efectos
Si hiciéramos “contacto” ¿cuál sería el efecto sobre nuestra cultura? ¿Nos atreveríamos a enviar una respuesta?
Algunos científicos opinaron que si respondiéramos podríamos perder nuestra identidad cultural al fusionarnos con otra cultura interestelar más amplia, como ocurrió en nuestro planeta con las de la Edad de Piedra, destruidas al entrar en contacto con la nuestra.
El científico Albert R. Hibbs, en su momento expresó sus temores señalando que “una civilización moderada interplanetaria extraterrestre nos podría considerar sólo como algo más que animales domesticados”.
El aspecto positivo se enmarca en la opinión de especialistas que se inclinan por apuntar que el “contacto” sería sumamente provechoso para nuestra civilización, particularmente si lográsemos determinar cómo resistió la otra cultura los aspectos autodestructivos de su inteligencia y su tecnología para prolongar la vida de nuestra propia civilización.
Enormes consecuencias
Si llegan a descubrirse civilizaciones extraterrestres, quizás serán enormes los efectos sobre nuestras capacidades científicas y tecnológicas y el encuentro influiría positivamente en todo el futuro de la humanidad. Las consecuencias de ese descubrimiento aumentarían, de manera imprevisible, la suma de conocimientos humanos.
Mientras hacemos las consideraciones que nos ocupan, la NASA encaró un estudio de factibilidad para establecer una estación permanente en la Luna, el satélite natural de la Tierra en un quinquenio y por un tiempo mínimo de estadía de una década.
El trabajo ha sido preparado por NexGen Space y la Nasa, sostiene que se establecerá el origen de una colonia estable en la Luna en 2021 para permanecer hasta 2030 o más allá, todo dentro del presupuesto anual, y asociándose con empresas privadas como SpaceX, Orbital ATK y la United Launch Alliance.
El resultado del estudio apunta a que la agencia espacial estadounidense reducirá los costos del viaje de 100 mil millones a 4 mil millones de dólares, lo que le permitirá llegar nuevamente a la Luna sin sobrepasar el presupuesto para los vuelos espaciales.
¿Qué sucedería si la Luna no estuviera?
Es la pregunta que nos hacemos y buscamos, humildemente, una respuesta en esta columna, brindando algunos datos puntuales: La Tierra, antes de la Luna, -que tendría 4.000 millones de años-, era un infierno de lava líquida; la Luna ayudó a generar el medio ambiente en nuestro planeta y produjo las mareas.
La Luna giraba cerca de la Tierra cada 5 horas y por su influencia las primeras criaturas habrían desarrollado miembros e iniciaron su experiencia de vida en el territorio.
Biólogos opinan que la Luna habría influido en el desarrollo de diversas especies con relojes biológicos de 23 horas, lo que no es un tema menor, “ya que –opinan-, de lo contrario los días serían de 6 horas y hoy no existiríamos”.
La luna disminuyó su tiempo de rotación y su velocidad disminuyó y ello habría influenciado en los mamíferos.
La Luna se aleja
La Luna se está alejando de nuestro planeta 5 centímetros cada año y ello está produciendo efectos sobre las mareas, con lo que –paralelamente-, en miles de años dejaremos de visualizarla al punto tal que la veremos como una bolita gris en el espacio. Mientras tanto, la Tierra rota más rápido y la fuerza propulsora hace que se aleje más y más.
Ya en otra de nuestras columnas señalamos que, a todo esto, el Sol se apagará en 10.000 millones de años y que millones de años antes –dentro de 4.500 millones-, nos veremos obligados a alejarnos de la Tierra abrazada por el calor para sobrevivir en otros mundos.
Comenzamos el primer parágrafo de esta columna haciendo mención a Hawking, y con uno de sus pensamientos esenciales, de neto corte esperanzador, pretendemos concluirlo: “Nuestro cerebro está programado para sobrevivir”.
Así lo subrayó en una nota del periodista Carmelo Rivero, antes que dictara una de sus alucinantes conferencias, -en ese caso-, en el auditorio de Tenerife, oportunidad en la que se explayó sobre los agujeros negros.
[1] Tras abandonar un doctorado en física, Yuri Milner trabajó en el sector financiero por algunos años antes de cruzarse con un informe de 1999 de Mary Meeker en el que la analista de Morgan Stanley describía el auge tecnológico en Estados Unidos y la forma en la que el sector empezaba a crecer en Europa. En 2000, Milner fundó una empresa inspirada en el éxito de Yahoo, eBay y Amazon, con tres divisiones de negocios: correo, subastas y comercio electrónico, que más tarde agrupó bajo el nombre Mail.ru. La empresa hizo su debut bursátil en 2010 con un valor de casi US$6.000 millones.Hoy en día, Milner está concentrado en la inversión, y dos de sus mayores apuestas son justamente las salidas a bolsa más populares del último par de años:
[2] Sebastián Rudolf Karl von Hoerner (15 abril 1919-7 enero 2003) era un alemán astrofísico y astrónomo de radio . Nacido en Görlitz , Baja Silesia , fue influyente en los debates de SETI . Llegó a la conclusión de que las civilizaciones eran pocas y distantes entre sí y que por lo general no hacer el esfuerzo para participar en el viaje interestelar. Hoerner murió en Esslingen am Neckar , Baden-Württemberg , a los 83 años.
[3] Nikolai Semenovich Kardashev (Николай Семёнович Кардашёв) (nacido el 25 de abril 1932 en Moscú ) es un ruso astrofísico, Doctor en Ciencias Físicas y Matemáticas, y es el director adjunto del Instituto de Investigación Espacial de Rusia (a veces traducido como El Instituto de Investigación Cósmica) de la Academia de Ciencias de Rusia en Moscú. Se graduó de la Universidad Estatal de Moscú en 1955, el seguimiento al Instituto Astronómico Sternberg . Estudió con Shklovskii y terminó su doctorado en 1962.En 1963 examinó el quasar CTA-102 , el primer esfuerzo soviético en la búsqueda de inteligencia extraterrestre ( SETI ). En este trabajo se le ocurrió la idea de que algunas civilizaciones galácticas serían tal vez millones o miles de millones de años por delante de nosotros, y creó el esquema de clasificación Kardashev para clasificar tales civilizaciones. Esfuerzos rusos graves en SETI son anteriores a programas similares en laEE.UU. por algunos años. Otros expertos notables en la URSS eran Vsevolod Troitskii y Iosif Samuilovich Shklovskii (ex profesor de Kardashev). Kardashev convirtió en un correspondiente (asociado) miembro de la Academia Rusa de Ciencias , División de Física y Astronomía general el 12 de diciembre de 1976. Se convirtió en un miembro de pleno derecho de laAcademia de Ciencias de Rusia el 21 de marzo de 1994.
[4] La Nebulosa del Cangrejo (también conocida como M1, NGC 1952, Taurus A y Taurus X-1) es un resto de supernova de tipo plerión. Fue observada por primera vez en el año 1054 (SN 1054), por astrónomos chinos y árabes. La nebulosa fue observada en el año 1731 por John Bevis. Es el resto de una supernova que fue observada y documentada, como una estrella visible a la luz del día, por astrónomos chinos y árabes el 5 de julio del año 1054. La explosión se mantuvo visible durante 22 meses. Situada a una distancia de aproximadamente 6.300 años luz (1.930 pc2 ) de la Tierra, en la constelación de Tauro, la nebulosa tiene un diámetro de 6 años luz (1,84 pc) y su velocidad de expansión es de 1.500 km/s. El centro de la nebulosa contiene un púlsar, denominado PSR0531+121, que gira sobre sí mismo a 30 revoluciones por segundo, emitiendo también pulsos de radiación que van desde los rayos gamma a las ondas de radio. El descubrimiento de la nebulosa produjo la primera evidencia que concluye que las explosiones de supernova producen pulsares. La nebulosa sirve como una fuente de radiación útil para estudiar cuerpos celestes que la ocultan. En las décadas de 1950 y 1960, la corona solar fue cartografiada gracias a la observación de las ondas de radio producidas por la Nebulosa del Cangrejo que pasaban a través del Sol. Más recientemente, el espesor de la atmósfera de Titán, satélite de Saturno, fue medido conforme bloqueaba los rayos X producidos por la nebulosa.