El futuro hiper próximo de James Ballard

Mientras me dedicaba a elegir un libro de la Colección Biblioteca de Ciencia Ficción, con la que la editorial Hyspamérica hizo historia -que espero que algún editor se juegue y la reedite en Argentina-, el destino hizo que me interesara en un creativo de la literatura como es James G. Ballard, del que terminé llevándome bajo el brazo, una de sus obras reconocidas: Cronópolis.

Se trata de una obra en la que Ballard, -nacido en Shanghai, en noviembre de 1930, ciudad en la que vivió su infancia y gran parte de su adolescencia-, entremezcla tres conceptos esenciales como lo son el futuro cortoplacista, nuestro planeta Tierra como el generador de episodios extraños y el espacio interior.

Los críticos especializados en el tipo de literatura que nos ocupa aseguran que Ballard forma parte de los escritores que son exponentes de la revolución evolutiva de la ciencia ficción, tanto en lo que concierne a lo estético como a lo formal.

En Cronópolis se hace referencia a sus obsesiones: la mutilación, el accidente, la depravación y las manías. Crash, una de sus obras más destacadas, es también un ejemplo de ello.

Quienes se sumerjan en la vida de este novelista para conocerlo más a fondo, es seguro que advertirán que los años shanghaineses moldearon su imaginación.

Shanghai es detallada en varias novelas de su autoría e incluso la recrea en sus textos autobiográficos.

Ballard vivió en dicha ciudad con su padre, un ingeniero que se dedicó a administrar una fábrica textil de capitales ingleses y es en esa urbe en la que le tocó convivir con hombres de negocios europeos, americanos, exiliados rusos y judíos, así como con diplomáticos. Le tocó vivir en las tierras que el gobierno chino cedió obligadamente, luego de la derrota de la Guerra del Opio., para ser más exactos, sobre una franja localizada sobre las costas del río Huagpu, un territorio en el que sólo había campos que se inundaban, chozas pobrísimas y tumbas, que en menos de cien años se convirtió en una metrópolis de neto corte europeo.

Quienes se interiorizaron en la vida de este reconocido escritor, lo referencian con “un mundo colmado de recepciones y fiestas atendidas por decenas de ciertos chinos, en la que no falta la nocturnidad sórdida de los burdeles y el enfrentamiento de grupos mafiosos que luchaban por el control de la ciudad, en la que el campesinado pretendía hallar refugio de la Segunda Guerra Mundial”.

El prosista al que nos referimos no pasó, precisamente, una vida miserable ni pobre. Por el contrario, su infancia estuvo sumergida en una burbuja de confort, rodeado de regalos importados, leyendo cómics americanos y con la compañía de una institutriz rusa.

En “Milagros de vida”, una autobiografía que logró escribir antes de su muerte, en 2009, expresó con fascinación las imágenes de violencia y horror exterior que absorbió su retina cuando se dirigía al French Club, esto es cadáveres flotando río abajo o apilados en las calles, así como los que denominaba “ejércitos de prostitutas”, a los que se sumaban los olores de la comida callejera mezclados con mugre de los desagües abiertos”.

A los 14 años James escribió: “me había convertido en una persona tan fatalista acerca de la muerte, la pobreza y el hambre como los chinos”.

En plena adolescencia, -en 1937-, Japón invadió china y capturó Shanghai, donde hubo combates encarnizados, tiempo en los que se notan los recuerdos más tempranos de Ballard, en los que sobresalen sus paseos en bicicleta mientras escuchaba el estruendo de las bombas y los disparos lejanos de metralla, tras lo cual “visitaba” con sus amigos, tras los enfrentamientos, las trincheras abandonadas y veía flotando los cadáveres de los soldados y civiles en los canales.

La familia Ballard, en 1943, fue enviada a Longhua, uno de los campos de concentración junto a otros dos mil extranjeros, donde hoy pueden verse los edificios originales, con avenidas bordeadas de álamos, jardines chinos y edificios remodelados y nuevos, entre los que se encuentra una escuela secundaria de elite que seguramente es recordada como un ex campo de concentración y en donde permanece inalterado un antiguo dormitorio de los guardias japoneses, quienes , de un día para otro “desaparecieron”. La guerra había terminado.

En 1946, su familia se trasladó a Inglaterra e inició sus estudios de medicina en la Universidad de Cambridge, pero no se recibió, motivo por el cual decidió trabajar en un periódico técnico y como portero antes de incorporarse a la Fuerza Aérea de Canadá.

Posteriormente se dedicó a trabajar en una revista científica y por las tardes escribía hasta que se decidió por la literatura como medio de vida.

Tras haber transcurrido 45 años, Ballard volvió a Longhua, recorrió el cuarto que su familia había compartido con otros internados del campo de concentración. También visitó la que fuera su posterior casa familiar, transformado en una oficina del Estado. Los campos de arroz ahora eran los suburbios. Fue un momento único de rememorar sus 11 años.

Pude enterarme que la que fuera la casa de Ballard se transformó en restaurante en la década del 90, tras lo cual sus nuevos dueños la transformaron en una casona. Ballard escribió que “luego de visitarla, en 1991, era un fantasma que había pasado cincuenta años tratando de socavar toda memoria de una familia inglesa que la había ocupado y se había ido sin dejar rastro”.

La muerte lo encontró el 19 de abril de 2009, aunque para ese entonces ya era reconocido por su obra literaria.

Sus primeros cuentos datan de 1956 y ya cuatro años más tarde era un autor de referencia de la nueva ola de la ciencia ficción inglesa en la que descollaba desarrollando la problemática del ya fenecido siglo XX, debido a las catástrofes medioambientales.

Ya en su primera novela (1962) hace referencia a las consecuencias del calentamiento global y el derretimiento de los casquetes polares. En el mismo tono puede leerse El viento de ninguna parte (1962) y La Sequía (1965). El Mundo de Cristal (1966) se está cristalizando lo que ocurre en África.

Más adelante (1973) publicó Crash –luego adaptada al cine en 1996 por David Cronenberg- tras lo cual llegó La isla de cemento (1974); Rascacielos (1975); Compañía de sueños ilimitada (1979) y Hola América (1981).

Sin embargo llegó recién al gran público con El imperio del sol (1984), que continuó con La bondad de las mujeres (1991), aunque ya para ese entonces Ballard había logrado publicar El día de la Creación y Desbocado (1988).

Resta mencionar Fuga al paraíso (1994), un relato apocalíptico; Noches de cocaína (1996) y Super Cannes (2000), con reminiscencias de novela negra. Su prolífica labor se nota en su colección de ensayos y en su Guía del milenio para el usuario.

avatar

Ricardo Marconi

Licenciado en Periodismo. Posgrado en Comunicación Política. rimar9900@hotmail.com