Ni Una Menos: multitudinaria marcha en el Monumento
Miles de personas de todas las edades coparon ayer el Patio Cívico para manifestarse contra la violencia de género.
Llegó el día. Desde el asesinato de la adolescente Chiara Páez, el pasado 10 de mayo, a hoy, la consigna “Ni Una Menos” tomó cada rincón que encontró. Fue un éxito rotundo, tanto en el mundo virtual, como en los bares, los colectivos, los almuerzos familiares, y las reuniones sociales. El grito surgido desde Rufino se multiplicó por todos los medios y lugares, hasta que ayer se corporizó en decenas de actos y marchas a lo largo y ancho del país. Y en Rosario, la compleja geografía del Monumento a la Bandera no alcanzó para contener la convocatoria.
Probablemente, antes y después de la concentración, sean pocos los que puedan definir qué significa “Ni Una Menos”. La gran mayoría de personas se sumó porque entendió que era importante estar. El éxito de la convocatoria bien podría ser ése. No los miles que se movilizaron ayer en Rosario –que no es poco– sino que todas y todos piensen, consideren, reflexionen aunque sea una vez, qué significa la violencia ejercida hacia la mujer, sólo por ser mujer.
Ese instante que muchos se concedieron fue un impulso para salir a la calle. Se vio en el Monumento: la llegada que tuvo la concentración contra los femicidios fue impresionante.
Tantas personas reunidas sólo por una causa significa que algo pasa, está pasando o tiene que pasar. No sólo la cantidad debe significar: también la heterogeneidad de esa multitud. En la concentración de ayer convivieron los mates y vendedores ambulantes con las imágenes de mujeres asesinadas. Convivieron señoras paquetas, mujeres pobres, chicas en skate. Convivieron las sobrevivientes y los niños que, de algún modo, supieron que tenían que estar.
Francisco, de 11 años, contó que le pidió a sus padres faltar a clase de batería para ir al Monumento. No supo explicar qué lo motivó. “Para mí es tan normal que haya diferencias entre el hombre y la mujer, que eso no tendría que ser malo”, dijo, encogiéndose de hombros.
Stéfano, Gonzalo y Julio, de 18 años, también dieron por sentado que la presencia era obligatoria. “Nosotros estamos por nuestras mamás, hermanas, novias. Pero deberían estar todas las mujeres de Rosario acá”, coincidieron. Los jóvenes no consideraron que “Ni Una Menos” pueda erradicar la violencia. Sí en que podría minimizarla, y en que el principal interpelado es el Poder Judicial.
La violencia de género, se sabe, o se intenta que se sepa, es más común de lo que se cree. Tanto, que muchas mujeres que estuvieron ayer fueron víctimas y pueden contarlo.
“Yo la pasé. Y estoy para que no haya más”, resumió Agustina, de 26 años y madre de dos hijos. El papá de ellos la golpeaba. “Fui víctima”, se definió, con un tono de voz que parecía decir que aún no se convenció de eso.
“Quiero que mis hijas puedan salir a la calle y disfrutar ser mujeres”, gritaba Olga desde un cartel. Estaba sentada junto a su hija. Ella, de 43 años, tambiénla pasó. “Fui golpeada por muchos años. Me separé y él me siguió buscando. La primera prueba que aceptó la Justicia fue cuando me quebró el tabique. Él sigue libre”.
Patricia nunca pensó en esta movilización ni en movilizarse. Cuando intentó hablar de la masividad que la rodeaba, se le quebró la voz. Decidió apuntar, como la mayoría, a los que tienen su vida en sus manos. “Más que para la gente, ojalá sirva para que jueces y juezas escuchen”.
Jorgelina, Luján, María, Lorena, Milagros y Alicia son hermanas. No todas comparten apellido, pero en este caso no importa. Se ubicaron en las escalinatas, una al lado de la otra, todas con la misma foto colgada al cuello: era la imagen de Joana, la hermana que falta, la que en enero de este año mataron de cuatro puñaladas. Fue su pareja. Ellas no sabían, aseguraron, que él era violento. Se enteraron tarde, y aún lo sufren: él, libre todavía, las sigue amenazando. Nunca habían pensado que les iba a pasar algo así y ahora se dividen entre el miedo, el reclamo y la esperanza de que “Ni Una Menos” les sirva para algo.
A pocos metros, Micaela pensó en su amiga Miriam. Ella tiene 18, su amiga tenía 15: la mataron el año pasado de dos tiros en la nuca. Fueron dos pibes que, aseguró, todos conocen, y siguen en libertad. “Ella no iba a la escuela, pero había decidido empezar. La mataron un día antes”. Micaela es de Las Flores Sur y llegó con un grupo de compañeros de la escuela: todos tienen entre 17 y 21 años. Sus relatos reafirman que más lejos de los bulevares, todo es peor. “Tenemos una conocida que quiso dejar al novio y cuando él se enteró la encerró dos meses. Ahora está embarazada”, contaron. Joel, de 17 años, consideró que “Ni Una Menos” tiene que servir para mostrar lo que no se ve. “Como el maltrato. De eso casi ni se habla. Sólo se habla cuando ya están muertas”.
Cinco por una: puntos que se piden
La convocatoria incluyó cinco puntos concretos para una lucha verdadera contra la violencia de género. Ellos son:
La implementación del Plan Nacional de Acción para la prevención, asistencia y erradicación de la violencia contra las mujeres, establecido en la ley 26.485. Que se cumpla integralmente, con monitoreo y presupuesto.
Garantizar a las víctimas el acceso a la Justicia; que haya patrocinio jurídico; que no se las revictimice; que las causas que tramitan en los fueros Civil y Penal se unan.
Estadísticas oficiales sobre femicidios. Hasta hoy sólo están las que aporta la asociación civil Casa del Encuentro. Dentro del Estado debe haber un Registro Oficial único.
Garantizar la educación sexual Integral en todos los niveles, ya que existe una ley desde 2006 que apunta a que en todas las escuelas del país y en todos los niveles se den estos contenidos.
Las víctimas tienen que estar protegidas porque es muy difícil para una mujer que vive una situación de violencia denunciar. Cuando se anima, activa una investigación contra el hombre golpeador o quien la amenazó y la Justicia tiene que monitorear que se cumplan las medidas que se disponen en el marco de las causas.
(El Ciudadano)