Mafia balcánica: La «colaboración» entre traficantes de personas y de autos
En el derrotero de historias que venimos desarrollando acerca de la mafia rusa, con el objetivo de brindarle al lector un pormenorizado desarrollo de su expansión a nivel mundial, nos toca avanzar sobre el ingreso de ilícitos rusos en Grecia.
La República Helénica abrió a los mafiosos rusos la entrada a los negocios de trata de personas para que pudieran instalarse en la Unión Europea, con excepción de Inglaterra.
El camino elegido fue a través de la ruta del sureste de Turquía, por medio de la cual el tráfico de mujeres hacia el Oriente, se concretó, fundamentalmente, con destino a los Emiratos Árabes.
Por otro camino, dirigido hacia el oeste, las víctimas eran entregadas a los traficantes de Macedonia y Albania, a partir de 1994. El norte era utilizado por las bandas para transportar a sus víctimas hacia la República Checa e, incluso, Alemania.
Las rutas no daban abasto, ya que eran compartidas entre los traficantes que nos ocupan y los que pasaban las fronteras con autos robados.
Los traficantes de personas se movían mediante células, haciendo bajas inversiones, lo que era compensado con el “pase fronterizo” continuado. A la mafia una mujer podía reportar hasta 10.000 dólares al mes (1994).
Milos Djokanovic, quien ejercía la presidencia de Montenegro, y dirigentes que habían apoyado a Clinton durante la campaña de Kosovo –julio de 1999- “dialogaron” acerca de la cuestión esencial por esos días: la mafia del tabaco.
Montenegro, en ese año, contaba con 500 mil habitantes que miraban para otro lado respecto de la “industria delictiva” que implicaba el movimiento de millones de dólares que “circulaban” desde Estados Unidos a Oriente Medio, Asia Central, el Magreb, los Balcanes y Europa Occidental hacia Montenegro, que los recibía en sus aeropuertos todas las semanas, siendo la resultante del envío de toneladas de tabaco desde puertos europeos.
A partir de allí se inicia un viaje de otros 200 kilómetros, el que transita por el Estrecho de Otranto, con destino al puerto de Bari, donde la mafia italiana descargaba la “mercancía”.
Djokanovic cobraba por cada cartón de cigarrillos ingresado un impuesto por el traslado, único medio que tenía para mantener la marcha del Estado. Hay que tener en cuenta, como dato indiciario, que más de la mitad de la población balcánica fumaba.
Funcionarios y bandas de delincuentes cobraban una tasa al tabaco de mayor calidad –el tabaco transitaba EE.UU., Europa y Japón, a lo que se sumaba la colocación de fondos en un paraíso fiscal suizo, así como en un puerto franco-holandés, con siento en Rotterdam, localización en la que se comercializaba.
Las remesas destinadas a la Unión Europea hacían una “parada técnica” en Montenegro, momento en que se trasladaban los cigarrillos a lanchas rápidas.
En octubre de 2002 la justicia llevó a juicio a R. Reynolds y a Philips Morris. Este último, en 2004 firmó un acuerdo con la Unión Europea y quedó limpio de culpa y cargo. A cambio debía comprometerse a luchar con las autoridades contra la mafia del tabaco, ligada al blanqueo de dinero proveniente del narcotráfico colombiano.
Los espías se quedaban con la moneda
Los servicios secretos de Djokanovic se quedaban con dólares por cada caja que pasaba por Montenegro y el dinero se repartía entre los funcionarios rionegrinos que controlaban las licencias para transportar tabaco, -entre las que se comentaba en los corrillos que figuraban como protegida la empresa Montenegrin, Tabot y Transit.
Los italianos no llegaron a detener y procesar a Djokanovic por contrabando, quien manejaba ingresos por 6.000 a 8.000 millones anuales, libres de impuestos.
El ex presidente Bill Clinton, se rumoreó, no llegó a iniciar la acción legal, debido a que se habrían desestimado mensajes para comunicarle que lo necesitaban a Djokanovic para detener y procesar a Milosevic.
Djokanovic captó el mensaje y en octubre de 2000 “milagrosamente” terminó el negocio de las lanchas rápidas”
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La mafia yugoslava
A principios de la década del 90, en Yugoslavia la política y la delincuencia estaban “hermanados” y el crimen organizado controlaba al dictador de turno, así como a los políticos de la oposición, nacionalistas y demócratas.
Financistas y mafiosos de Croacia, Bosnia, Albania, Macedonia y Serbia eran carne y uña. Se dedicaban a fomentar un falso nacionalismo extremista mientras comerciaban entre ellos. En definitiva: gobernaba un cártel nacido de las entrañas del Partido Comunista, la policía y, obviamente, la mafia.
Mientras tanto ocultaban con el presidente que estaba en el centro de la telaraña-, la privatización ininterrumpida del Estado. La mafia era la encargada de la logística de la guerra y, al poco tiempo, la delincuencia organizada controlaba el gobierno, la economía y el mismísimo conflicto bélico.
Avatares de una conspiración
En febrero de 1991, en Croacia, las fuerzas militares estaban a punto de generar un golpe de Estado para impedir que en dicho país se declarara la independencia.
Incluso el canal oficial emitió una filmación en la que se hacía referencia a una trama delictiva a nivel nacional. En el filme, tres individuos hablaban en torno a una mesa mientras una cámara oculta, colocada por el Servicio de Inteligencia militar de Yugoslavia (KOS), tomaba la imagen del nuevo ministro de Defensa del embrionario estado croata, quien actuaba como colaborador del presidente nacionalista de Croacia.
Los dos interlocutores restantes eran presuntos traficantes de armas, uno de los cuales pretendía vender armamento ilegal a los croatas, mientras que el otro protagonista decía ser de la Junta Directiva de Multigroup, empresa en la que actuaba como infiltrado. La filmación tenía el objetivo de demostrar que el presidente de Croacia -Tudjman-, planeaba un alzamiento en armas.
Sin intentar analizar la situación de las fuerzas armadas de los contendientes – que no son objeto de esta columna-, debemos agregar que la ONU impuso un embargo a las repúblicas yugoslavas tres meses después de haberse iniciado la contienda –junio de 1991-.
La solución pasaba por adquirir armas por izquierda y un ex presidente argentino firmó una autorización secreta para vender 6.500 toneladas de armamento a Panamá, las que en realidad tenían como destino a Croacia, en barcos de la compañía estatal Croatia Line.
El mismo ex titular del Ejecutivo nacional argentino habría puesto su firma para un acuerdo de ventas de armas a Bolivia por 5 millones de dólares y luego se reveló una cláusula secreta de ese acuerdo en virtud del cual se canalizaban hacia Croacia 8.000 fusiles automáticos, 211.000 granadas de mano, 300 cohetes Pampero, 60 morteros y cargadores de munición.
Un año después Bosnia-Herzegovina se encontró atrapada entre los ejércitos de Croacia y Serbia y requirió a otros países que quebrasen el embargo de la ONU para poder defenderse.
Las versiones insistentes, a nivel internacional, indicaron que entre 1992 y 1995, Arabia Saudita, Irán, Turquía, Brunei, Pakistán, Sudán y Malasia, habrían depositado 350 millones de dólares en una cuenta bancaria vienesa de una organización benéfica –Thira World Relief Agency- para comprar armamento y, al poco tiempo, no sólo circulaban armas clandestinas, también la droga era conducida por las mismas rutas.
Sanciones
La ONU dispuso sanciones en junio de 1992 a Serbia, debido a que prestaba ayuda a la milicia serbo-bosnia, lo que a su entender constituía una violación a las resoluciones del Consejo de Seguridad.
Serbia permitía el paso de armas por su territorio desde Rumania y Bulgaria, con destino a sus enemigos de Croacia y Bosnia, mientras lo bosnios, ni lerdos ni perezosos, junto a croatas y albaneses vendían petróleo a sus adversarios serbios, proporcionándoles la maniobra extraordinarios beneficios económicos. La floreciente mafia, entre la que se hallaba Vladimir Vanja Bokan y el Estado se repartían las ganancias de las ventas de armas.
Bokan, quien en principio abrió la boutique “Hannibal” de ropa en Belgrado, encargaba la ropa a Rumania, donde se falsificaban prendas italianas y luego las vendía como auténtica, obteniendo enormes beneficios La madre de Bokan era pediatra y su padre, -se indicaba extraoficialmente- un consultor de ingeniería de la ONU.
Bokan creció en Sudamérica e Indonesia, donde aprendió varios idiomas –griego, inglés, italiano, serbio y croata-, abrió talleres en todos los Balcanes y abrazó la economía occidental, dedicándose a exportar hasta que las sanciones de la ONU lo destruyeron económicamente.
De la mafia de los Balcanes no está todo dicho y de Bokan menos, pero ello será el objeto de una próxima columna.