El conejito blanco de la panza negra
Aquellos que siguen de cerca esta columna, seguramente recordarán que el 12 de marzo del pasado año anticipamos, bajo el título “La estación China del espacio lejano”, la información relacionada con los programas espaciales del referido país, ligados a la estrategia de su ejército para dominar la guerra tecnológica.
En el presente informe avanzaremos aún más sobre la cuestión que recién se comenzó a debatir en nuestro país en setiembre del 2014 –seis meses después de nuestro trabajo-, oportunidad en la que se conocieron las primeras declaraciones políticas de legisladores de la oposición, quienes cuestionaban los términos del acuerdo y consideraban que la instalación de la base del país asiático violaba la soberanía nacional, a la vez que planteaban el posible uso militar del territorio.
Vale recordar que China Satélite Launch and Tracking Control General (CLTC) depende directamente del Departamento General de Armamentos del Ejército Popular de Liberación y que la tecnología puede utilizarse tanto para fines civiles como militares.
La CLTC se habría presentado ante el gobierno nacional como una empresa dedicada a la telemetría, el rastreo y el comando de operaciones espaciales, en el marco de un programa de Exploración de la Luna que supervisa la República Popular China.
Especialistas como el ex vicecanciller Roberto García Moritán han señalado que la naturaleza del mecanismo de recolección de datos podría permitir lograr información a favor del sistema satelital chino respecto de terceros.
Si simplificamos lo dicho podemos señalar que el sistema tendría capacidad de detección de lanzamiento de misiles, sin distinción de nacionalidad y también obtendría ventajas respecto del sistema de telecomunicaciones.
En China se conoce a la estrategia de ese país como el del “conejito blanco de panza negra”, que no otra cosa que el uso de una metáfora similar: “lobo con piel de cordero”. Esto es que lo que parece a simple vista como algo inofensivo, es en realidad un acto que esconde intenciones poco claras.
Sin embargo vale aclarar que el armamento militar terrestre y naval es de la época de preeminencia soviética y el desarrollo tecnológico logrado actualmente no es precisamente el mejor.
En razón de ello los chinos, en los conflictos optan por intentar incomunicar al enemigo y es allí que entra a jugar la tecnología espacial utilizando armas anti-satélites que les permitirían –según informes de la propia CIA- crearles graves problemas a fuerzas militares norteamericanas en el desarrollo de un conflicto localizado.[1]
En ese rango están inscriptos los ciber ataques, el uso de radiación por microondas y los pulsos electromagnéticos como armas. Ronald Burgess [2] advirtió en 2012 sobre la decisión de China de dedicarse a la guerra espacial y al desarrollo de sistemas de interferencias.[3]
El lector recordará seguramente un cable secreto filtrado por Wikielaks que asegura que EE.UU. suspendió la colaboración de la NASA con China por la falta de transparencia de este último país respecto de sus actividades espaciales.
Resta agregar, finalmente, que analistas de inteligencia norteamericanos estiman que el espacio será el campo de maniobras para las batallas informáticas.
Claudio Lozano, en su carácter de componente de la Comisión de Relaciones Exteriores y Culto, de la Cámara de Diputados de la Nación manifestó en declaraciones periodísticas que “no queda clara la razón por la cual se otorga a 50 años la cesión territorial a la República Popular China” para instalar su base, a la vez que expresó su preocupación por las aplicaciones militares que pueden dar lugar a situaciones de subordinación creciente en un contexto donde Argentina tiene recursos naturales que la transforman en una plataforma interesante par un ciclo económico en el que nuestro país puede abastecer de recursos minerales, carboníferos y de alimentos”.
[1] Informe desclasificado en setiembre de 2010 del Centro de Inteligencia Terrestre de EE.UU.
[2] Director de la Agencia de Inteligencia de la Defensa estadounidense.
[3] Pruebas de armas anti satélites Dong Ning-2 que se escondieron bajo la fachada de “pruebas científicas”.