Moriremos todos
La muerte del joven de 23 años al quedar en el medio de un tiroteo entre efectivos de la Policía de Acción Táctica y ladrones armados que habían robado una juguetería, mientras lavaba el auto en plena tarde en Barrio Tablada de la zona sur de la ciudad, muestra que los rosarinos, aunque no nos demos cuenta, somos actores obligados del teatro de operaciones de una guerra civil diaria, en la que la carta de nuestro destino se baraja a cada instante.
En esta guerra, como en todas las guerras, existen los denominados «daños colaterales». Morirán delincuentes de uno u otro lugar, incluidos aquellos disfrazados de policías. Pero morirán también niños con toda la vida por delante, madres que no pudieron escapar de la balacera a tiempo, ancianos que decidieron no ser serviciales en un escruche y oponerse a perder los pocos ahorros de toda una existencia de trabajo; y morirán -porque a veces la parca también es justa- hombres de la política y de la Justicia de toda calaña.
Caerán aquellos punitivos que quieren aumentar las penas de los delitos, y aquellos abolicionistas, que cual autoinvestidos mesías terrenales, pugnan por equilibrar el sistema capitalista, defendiendo a delincuentes desclasados de origen social marginal. Caerán, también, -por qué no- representantes de poder político y judicial que «están en la joda» y facilitan con conciencia de sus actos el avance del narcotráfico.
Morirán buenos, morirán malos, morirán «de derecha», morirán «de izquierda»; morirán cómplices, morirán responsables jerárquicos de la organización del hampa; moriremos todos.
Sí, moriremos todos.
Crucemos los dedos, para que en el reparto, nos toque la carta de la vida.
NOTA RELACIONADA