El terror del atentado suicida se expande a países árabes
Los analistas de política internacional, asesores de mandatarios europeos, occidentales e incluso de aquellos que conducen gobiernos de ideología comunista, así como de conductores de servicios de seguridad e inteligencia tienen incorporado el criterio de que la forma más pura del terror islámico es el atentado suicida.
Es un accionar que –según especialistas en psicología criminal-, ejerce una atracción irresistible sobre los componentes de los grupos terroristas, ya que –me dicen-, le permite al suicida dar rienda suelta a sus delirios de grandeza y de odio inconmensurable.
El suicida utiliza para cometer tal acto irracional el valor de la desesperación y su triunfo consiste en que, de antemano, sabe que no se lo podrá enfrentar ni castigar, pues es él mismo quien se encarga de hacerlo. El eliminar a otros y a sí mismo es su última satisfacción. Es su forma de expresar que ama a la muerte.
Para quienes lo mandan a morir, el suicida se convierte en un arma imbatible, ya que es muy difícil o casi imposible detectarlo a tiempo, puede ser destinado a cualquier parte del mundo con logística mínima y su costo es muy bajo.
En las últimas horas el grupo yihadista Estado Islámico, a través de los hombres que conducen su cúpula, habrían decidido iniciar la expansión de su política mortal, más allá de los territorios que ocupan en Irak y Siria.
De esto han tomado debida nota los gobernantes de Arabia Saudita, Yemen, Libia y Argelia, a pesar que no desconocen que los bombardeos norteamericanos, ingleses y franceses han debilitado al EI, aunque no lograron todavía evitar que mantengan posiciones estratégicas en Irak y Siria, a pesar de los comentarios del secretario de Defensa estadounidense Chuck Hagel en los medios de comunicación, donde ha señalado que “la Coalición está registrando sostenidos avances militares en la zona de conflicto invadida por el Califato del EI.
El presidente norteamericano Barack Obama, -tras conocer las informaciones que el jefe del Estado mayor Conjunto estadounidense, Martin Dempsey le adelantó-, solicitó 5.600 millones de dólares para financiar opciones militares donde opera el EI, al que se le acaba de sumar el grupo egipcio Ansar Beit al- Maqdis (Defensores de Jerusalén en árabe), asentado en el norte egipcio, en la península del Sinaí.
El grupo que acaba de anexarse al EI tiene antecedentes de haber llevado adelante ataques a fuerzas de seguridad de Egipto.
El uso de naves no tripuladas, por parte de Estados Unidos en las regiones en las que se está en conflicto, están generando numerosas bajas en el EI y le están reduciendo el poder de fuego.
Los drones, que en español deberían conocerse por las siglas VANT, se han vuelto mundialmente célebres, ya que se trata de una de las armas asesinas más letales y de cada vez mayor presencia en buena parte del mundo.
Investigaciones realizadas con la mayor seriedad y el más exhaustivo rigor, han documentado que dicho armamento estadunidenses, mata cada día a numerosos civiles inocentes en Pakistán, Yemen y otros países. Sus versiones sin armas llevan a cabo tareas de espionaje, no sólo en los territorios que son objeto de esta columna. También son utilizados en la frontera mexicano-estadunidense y dentro del territorio de México, posiblemente hasta Centroamérica.
Su capacidad para atacar objetivos remotos —regiones de Pakistán, Afganistán y Yemen, por ejemplo— desde instalaciones militares estadunidenses, proporciona a quienes los emplea una percepción de total impunidad.
Especialista en derecho internacional, me dicen, especulan con que “los drones con armamento, no deberían ser más aceptables o legales que las minas terrestres, las bombas de racimo o las armas químicas. El mundo debe renunciar a ellos y prohibir su fabricación, posesión o empleo. Las violaciones a esta norma habrían de ser sancionadas con medidas aplicables a cualquier nación”.
Más de 21 mil organizaciones de la sociedad civil de todo el mundo, entre ellas el Círculo Latinoamericano de Estudios Internacionales (CLAEI), con sede en México, han iniciado una campaña global para instar al secretario general de las Naciones Unidas, Ban Ki-moon, a que investigue la preocupación manifestada por Nananethem Pillay, alta comisionada para los refugiados, sobre las violaciones al derecho internacional que implican los drones; así como para que promueva sanciones contra los países que los utilicen, los posean o los produzcan.
Hay insistentes versiones, que tomamos sólo a título indiciario, de que se apeló al presidente estadunidense, Barack Obama, instándolo a que abandone el empleo de drones con armamento y cancele su programa de la “Lista de la muerte”, independientemente de los recursos tecnológicos a los que pudiese recurrir para llevar a cabo sus objetivos en ese rubro.
El diario The New York Times dio a conocer que Obama se reúne todos los martes con funcionarios del Pentágono y de Seguridad Nacional, en la Sala de Operaciones de la Casa Blanca, para revisar fotografías y biografías de presuntos terroristas que podrían ser asesinados mediante los drones, en regiones remotas de Pakistán, Afganistán o Yemen y posiblemente en otros países que no han sido mencionados en este comentario.