Juicio del triple crimen: duras acusaciones y el temor del Quemado

La fiscal acusó a Rodríguez, Sprio y Delgado de ser coautores de los asesinatos de los tres militantes en Villa Moreno y a Palavecino como partícipe necesario. Dijo que los imputados “trabajaban para los Cantero” y se equivocaron al querer vengar al Quemadito. Para la defensa, el proceso “es un circo romano”. “Temo por mi vida”, dijo el mayor de los acusados.

La primera audiencia del juicio por el triple crimen de Villa Moreno realizada este miércoles a la mañana enfrentó a las acusaciones de fiscales y querellantes, quienes adelantaron que pedirán las penas máximas para los cuatro acusados de homicidio, con las estrategias de las defensas, entre la victimización “por el circo romano montado” en los Tribunales provinciales y la negación de los hechos ocurridos el 1° de enero de 2012.

La fiscal Nora Marull vinculó a los acusados con el narcotráfico, dijo que trabajaban con la banda de la familia Cantero y que el asesinato contra los militantes sociales fue una venganza equivocada por un ataque anterior contra Maximiliano “Quemadito” Rodríguez, el hijo del mayor de los sentados en el banquillo, Sergio “Quemado” Rodríguez.
Fue justamente ese hombre, de 44 años, pelo corto algo canoso, vestido con jean y una remera blanca con letras de colores, quien al término de la sesión de casi cuatro horas, pasadas las 13, pidió no presenciar las audiencias porque “teme por su vida”.

El abogado defensor de Rodríguez, Carlos Varela, aseguró que la fiscalía no tiene pruebas, que no hay testigos reales sino personas “manipuladas”, a quienes se les “inoculó un relato”. El letrado dijo sentirse “coaccionado” y aseguró que el acampe del Frente Popular Darío Santillán en la puerta de Tribunales es parte de la “presión” ejercida, no para encontrar justicia sino para lograr “condenas de decenas de años”. “Esto es un circo romano. Las gradas están colmadas y hay un escena teatral, con el guión de la señora fiscal”, completó.

No fue la única vez que en la audiencia se sintió el “afuera”. Cada tanto, se escuchaban los bombos del acampe de los amigos y compañeros de Jeremías Trasante, Claudio “Mono” Suárez y Adrián “Patóm” Rodríguez, los tres chicos de entre 16 y 20 años asesinados. Los familiares estaban dentro y pudieron ver la cara de los acusados cuando ingresaron esposados a la sala del primer piso del palacio de Pellegrini y Balcarce.

Esa maldita pregunta

Algo de lo que afirmó Varela en su alegato inicial es cierto. Los juicios tienen una puesta en escena. Hay una previa, donde las partes ocupan una suerte de cuadrado central. De un lado las cuatro defensas, del otro la fiscalía y las dos querellas por las familias de las víctimas, que se terminan juntando en un escritorio que forma una letra “C”. Cierra esa figura el estrado con las sillas de los tres jueces.

Atrás de ese cuadrado, separados por una barra de madera, los pocos asientos para familiares, funcionarios judiciales, prensa y público. En medio de ellos, los fotógrafos y camarógrafos en busca de imágenes. En eso andaban todos, cada uno en su rol, cuando a las 9.20 un policía con un pasamontañas y portando un arma larga marcó el ingreso de los cuatro acusados.

Las manos esposadas de Mauricio Palavecino, 23 años, fue lo primero que se vio desde el interior. Detrás del joven con vaquero, saco beige y camisa, aparecieron Brian “Pescadito” Sprio, 26 años, pelo con gel, con una campera de cuero, vaquero y zapatillas All Stars; Daniel “Teletubi” Delgado, 24, chomba celeste a tono con sus ojos y el “Quemado” Rodríguez, 44, el único que pareció no haber elegido su ropa.

Ellos no la vieron, pero Roxana, la hermana del Patóm, sentada en la primera fila, al verlos pasar se mordió los labios de bronca, de dolor y de impotencia. En ese momento que vio por primera vez cara a cara a los acusados, el largo camino de lucha hasta llegar al juicio se le cayó encima. “Fue fuertísimo verlos a todos sentados ahí al lado”, dijo y contó que en ese momento volvió a pensar: “¿Por qué los mataron?, ¿por qué?, esa maldita pregunta”.

Tres ataques conectados y un bostezo

A las 9.30 comenzó el alegato de la fiscal Marull. Acompañada por imágenes que proyectaba sobre una pantalla, la funcionaria del Ministerio Público aseguró que el triple crimen del primero de enero se explica en una serie de ataques que comenzaron el 29 de diciembre anterior, es decir de 2011, cuando “Maxi” Rodríguez, o “Quemadito”, baleó a Facundo Osuna.

Dos días después, cerca de las 3 de la madrugada del 1/1/2012, dos amigos de Osuna –entre ellos el Negro Ezequiel Villalba- lo vengaron al atacar a balazos desde una moto a Rodríguez. La novia del Quemadito avisó a sus amigos, éstos lo llevaron al Heca y después, cerca de las 4, fueron a buscar a los supuestos autores a la canchita de fútbol de Dorrego y Quintana. Pero allí ya no estaban los atacantes sino cuatro pibes que no tenían nada que ver con el hecho y tres de ellos fueron acribillados. Uno sobrevivió, fue clave en la investigación, al punto que identificó al Quemado padre entre los agresores, contó la fiscal.

Marull afirmó que el nivel de violencia está vinculado a bandas narcotraficantes y señaló que los acusados “trabajaban para los Cantero”, líderes de la banda Los Monos, con contactos con “Monchi”, entre otros, y tuvieron “conflictos con Luis Medina”; en relación al supuesto empresario narco asesinado a fines del año pasado.

La fiscal denunció que existió complicidad policial para encubrir el hecho, desviar la investigación –que se investiga en otra causa- y recordó que en un primer momento se intentó “ensuciar” a las víctimas en un supuesto “ajuste de cuentas” entre bandas. En cambio, señaló que se trató de una venganza equivocada, con “código mafioso” y detalló que a los acusados se les encontraron “autos de alta gama, motos, departamentos en barrio Martín, dinero con el que compraban policías y acceden a abogados prestigiosos”. “Todo esto surge de las escuchas que presentaremos”, añadió.

Jesica Venturi, abogada querellante de los familiares de las víctimas junto a Garat, detalló cómo fue el modus operandi en el crimen sobre un maqueta de la canchita de Villa Moreno. Detalló que los acusados llegaron en una Kanggo blanca del padre de Palavecino armados con cuatro pistolas 9 milímetros y una ametralladora y descargaron su furia contra Jere, Mono y Patón, más los sobrevivientes: Marcelo Suárez y dos chicas heridas por calle Dorrego. Adelantaron que pedirán “las penas máximas” contra los responsables”.

Norberto Olivares, abogado de la familia de “Patóm” Rodríguez, sumó a las acusaciones un contexto de “universalización de la narcocriminalidad”, con un mercado mundial de 200 millones de consumidores y unos 500 mil millones de dólares en juego, y en tiempos donde prevalece “la omnipotencia de las armas y la alta gama”, como patrón del éxito.

A las 11, mientras el querellante explicaba el porqué del “espiral de violencia” en la ciudad, el Quemado Rodríguez rompía su mirada al vacío inexpresiva, ausente, con un bostezo.

Débiles y poderosos

Después de las acusaciones, con varias objeciones de las defensas en el medio, en especial de Varela, el más activo en la audiencia, -quien llegó a pedir sanciones para Olivares por querer ventilar una escucha telefónica entre él y el Quemado-, hubo un cuarto intermedio, los acusados fueron al baño y llegó el turno de los cuatro abogados de los imputados.

“En este supuesto proceso pareciera que la suerte ya está echada”, dijo el abogado del Quemado, a las 11.45, con una corbata verde que lo distinguía del resto de los letrados, con trajes grises, azules y negros. El abogado pidió a los jueces que el juicio no sea un “mero trámite” y advirtió la presencia de “cientos de personas afuera de este palacio no contraladas si no se cumplen sus apetencias”, a las que identificó como “decenas de años de condena”. “No reclaman justicia, reclaman condenas, que no es lo mismo”, señaló.

Varela describió el proceso como una “escena montada y sin custodia para el señor Rodríguez”, por lo que solicitó garantías. Además, desmintió que sean los “abogados caros” de la defensa la parte poderosa en este proceso. “Esta parte es la débil”, dijo y acusó a la fiscal no sólo de no tener pruebas sino de haber “manipulado testigos”.

El fiscal Luis Schiappapietra intervino y le pidió al abogado defensor que, si tiene pruebas, haga la denuncia formal porque “es muy grave lo que ha dicho” y Marull pidió al Tribunal que lo sancione. “Esto es parte de la demostración de poder que ejerce la fiscalía, que creó un caso sobre verdades implantadas. Esto es un circo romano, las gradas están colmadas y hay una escena teatral en donde el guión es de la fiscal”, respondió Varela, mientras Marull negaba con su cabeza.

Para la querella de Garat, el letrado llevó adelante una estrategia de victimización sin hablar del caso o las pruebas en concreto. Distinta fue la acción de Fausto Yrure, defensor de Delgado y Sprio, quien aseguró que sus defendidos son “inocentes” y que en el momento del crimen (a las 4 del 1/1/2012) estaban en el Heca asistiendo al Quemadito, herido en el ataque anterior de las 3.

El pedido del Quemado

Sobre el cierre de la primera audiencia, el presidente del Tribunal, Gustavo Salvador, preguntó a los cuatro imputados si habían entendido las acusaciones y si querían declarar. “Sí” y “no” fueron las respuestas respectivas. El único que habló un poco más fue el Quemado Rodríguez, quien pidió no asistir al juicio y volver al penal de Coronda porque en Piñero temía por su vida.

“Tengo problemas con otros internos, temo por mi integridad física y la de mis seres queridos cuando están parados en la puerta de la cárcel para la visita”, explicó.

El Tribunal dispuso que se garantice la seguridad del acusado en ese u otro penal pero no hizo lugar al pedido de ausentarse, por lo que deberá estar presentes en las audiencias, que continúan este jueves a las 9 con los primeras declaraciones de los cerca de 90 testigos.

(Rosario3)