Con datos precisos entraron a la casa y le robaron $ 65 mil
Seis ladrones la esperaron en la terraza y cuando llevó a su hija a la escuela entraron a la casa de Corrientes al 4400 sabiendo que había vendido una propiedad.
Sabían que la mujer suele levantarse a las 5 de la mañana y baldear la vereda de su casa. Que el miércoles a la mañana había ido a comprar facturas con un vestido color lila. Sabían en qué taller mecánico su hijo estaba haciendo arreglar un viejo auto comprado hace poco. También a qué escuela primaria va su hija más chica. Con toda esa información, un grupo de seis delincuentes asaltó en su vivienda de la zona sur a una familia que 15 días atrás había vendido una propiedad y tenía parte del dinero en su poder.
Pero los datos con que contaban los hampones, que ingresaron por un patio trasero de la casa luego de esperar en la terraza el momento oportuno, no eran tan exactos. Es que no hallaron todo el dinero que pensaban que había, y tampoco los dólares que al parecer esperaban llevarse. No obstante, luego de dos horas de revolver la casa con violencia física y psicológica, huyeron con algo más de 60 mil pesos y un televisor en un auto de la víctima que, tal como prometieron, apareció minutos después intacto a pocas cuadras.
Mudanza. Silvia Cavenaghi vive en una casa de Corrientes al 4400 con sus dos hijos y un matrimonio de ancianos al que cuida desde hace varios años y a quienes llama «los abuelos». Allí se mudó un par de semanas atrás luego de que la pareja le propusiera cederle la casa, lo que le posibilitó vender la propiedad donde vivía con su familia, a media cuadra de allí.
«Nos vinimos acá porque nos resulta más cómodo, puedo estar más tiempo con los abuelos y sin tener que dejar a los chicos solos en casa», explicó sobre la mudanza que sigue concretando por estos días a una amplia casa con garaje, patio y terraza.
Según contó la mujer de 50 años a este diario, con el dinero que obtuvo por la venta de su casa, concretada hace un par de semanas, se compró dos autos con la idea de hacerlos trabajar como remises. También adquirió dos equipos de aire acondicionado, algunos muebles y otras cosas que desde hacía tiempo quería, como un televisor para «por fin poder mirar películas en 3D».
Así, comentaba ayer, del dinero que percibió por la operación le quedaban unos 40 mil pesos que estaban destinados a refaccionar la casa a la que se mudó, además de unos 25 mil pesos que le había regalado a su hijo de 18 años para que terminara de arreglar un Renault 21 modelo 90 que había comprado tiempo atrás.
Vigilada. Ayer a la mañana Silvia se enteró de la peor manera de que sus planes eran seguidos de cerca por una banda de delincuentes. La mujer se levantó entre las 6.30 y las 6.45 para preparar el desayuno a su hija más chica, que asiste a una escuela primaria cercana. «Abrí una puerta que da al patio, quería tender la ropa para que se oreara un poco después de la lluvia. Después ayudé a mi hija a terminar una tarea del colegio y tras desayunar la llevé a la escuela», recordó detalladamente.
Cuando regresó, entre 15 y 20 minutos después, se encontró con un grupo de ladrones que habían ingresado por un patio trasero, habían reducido a su hijo en su habitación y lo estaban golpeando para que les entregara dinero. «Apenas entré me tiraron al piso, me ataron las manos y me empezaron a exigir la plata. Me llevaron al garaje, donde se armó su pieza mi hijo, y vi cómo uno de los ladrones lo tenía inmovilizado sobre la cama y le pegaba en la espalda. Me empezaron a pedir la plata, los dólares. Les di lo que tenía y les dije que no tenía nada más, pero ellos no lo creían», contó sobre el inicio del atraco que se extendió durante «unas dos horas», calculó.
Los seis hampones vestían buzos y camperas con capuchas que ocultaban parcialmente sus rostros, aunque obligaban permanentemente a las víctimas a mirar al suelo. Por eso vio que algunos usaban borceguíes y pantalones similares a los que usan las fuerzas de seguridad, pero en rigor no advirtió que llevaran uniformes policiales como trascendió en un primer momento.
«Sólo uno hablaba, siempre muy tranquilo, y los demás revisaban la casa por todos lados. Uno tendría más de 30 años y el resto parecían de veintipico», recordó Silvia. Y agregó que, como si fuera poco la situación que estaba atravesando, uno de los hampones comenzó a hacerle comentarios que le resultaron escalofriantes: «Me contó todo lo que habíamos hecho mis hijos y yo en los últimos diez días con lujos de detalles».
«Sabían que había comprado dos equipos de aire acondicionado. Que ayer (el miércoles) había ido a la panadería con un vestido lila. Sabían en qué taller mi hijo estaba haciendo arreglar su auto, algo que no sabía siquiera yo. A qué escuela va mi hija, sus horarios, que a veces me levanto a las 5 para baldear la vereda. Me dejó bien en claro que nos habían vigilado todos estos días», detalló con angustia y preocupación.
«Incluso —agregó azorada— uno de ellos dijo que habían estado esperando bajo la lluvia en la terraza de la casa desde las 3 de la mañana para poder entrar. Y que cuando sonó el despertador la primera vez no me levanté».
Insistentes. Pero la información que revelaban tener los ladrones no era tan exacta, según Silvia. «Buscaban dólares, seguros de que yo había vendido en dólares, pero no fue así. Además pensaron que yo había vendido la casa en más dinero del que me pagaron», señaló la víctima. Y agregó que mientras revisaban la vivienda en busca de ese botín su hijo era golpeado y torturado. «Le pegaban en la espalda, lo tajeaban con un (cuchillo) tramontina y lo amenazaban con cortarle el dedo con una pinza», recordó angustiada.
A medida que el tiempo pasaba y los ladrones no encontraban lo que estaban seguros que se llevarían, la situación se tensionaba. «No querían creer que no había nada más. Llegué a decirles cualquier cosa con tal de que se fueran: que la casa me la iban a terminar de pagar a fin de año y que vinieran a buscar ese dinero, que les firmaba algo, que me cortaran un dedo. Y no me creían».
Silvia estimó que dos horas después de que ella volvió de llevar a su hija a la escuela los ladrones finalmente se fueron con el dinero, un total estimado en 65 mil pesos, y el televisor que cargaron en uno de sus autos. «Me dijeron que lo iban a abandonar sin un rasguño a unas cuadras y por suerte cumplieron», señaló sobre el vehículo que apareció minutos después en Presidente Roca y Juan Canals.
Preocupaciones. Más allá del daño material sufrido a raíz del robo, la gran preocupación de Silvia pasaba ayer a la mañana por saber que un grupo de delincuentes conoce tanto sobre su vida y la de su familia. «Ya no me pueden robar nada más, pero ¿cómo puedo quedarme tranquila después de esto?», se preguntó.
(La Capital)