Una deuda pendiente con la memoria popular. La necesidad del cambio de nombre de la Autopista Aramburu
Los cambios son fundamentales para una sociedad. La hacen respirar la fresca brisa de la utopía, soñando con un mañana mejor. La hacen sentir viva en el vergel de la juventud. La transforman en sujeto para decidir su propio destino. Lógicamente nos referimos a los cambios positivos. Los negativos no merecen especial tratamiento, pues de ellos está plagada la historia; abundan sobremanera y cual marea incontenible ahogan las esperanzas de un futuro promisorio.
Obviamente los cambios positivos no siempre presentan la misma intensidad. Los hay estructurales, que alteran profundamente las bases de una sociedad. Los hay leves, que tienden naturalmente a la concreción de los objetivos propuestos, pero son más lentos que los anteriores. Los hay cosméticos, que parecen traer consigo aires de renovación, pero bajo esa piel falsa intentan conservar una realidad obsoleta que clama ser modificada. Éstos, se ubicarían más cerca de los cambios negativos. Por último, existen los cambios simbólicos, que no portan la radicalidad de los estructurales y se asemejan a los leves pero son igualmente fundamentales. Estos cambios, si bien son superficiales y abrevan en lo cultural e ideológico, inciden intensamente en la visión que una sociedad determinada construye de sí misma.
La autopista Rosario-Buenos Aires, llamada Pedro Eugenio Aramburu, necesita con urgencia un cambio de nombre. Cambio que si bien pertenece al terreno de lo simbólico, no por ello deja de ser relevante. Su denominación actual remite a un pasado nefasto que no podemos, ni debemos repetir como nación. Al respecto, es gratificante la iniciativa de un grupo de personas orientada en este sentido. Reconforta el corazón saber que todavía perviven supremos ideales, y que el mercantilismo no ha dado cuenta aún de las nobles convicciones, que creíamos perdidas.
En el año 2005, Ariel D´angelo, militante de larga data en el justicialismo santafesino y actual Subdirector de Personal del Concejo Municipal de Rosario, presentó un proyecto de declaración en dicha institución, aprobado por unanimidad y seguido por las aprobaciones de los Concejos de San Nicolás y Villa Constitución para que el Congreso Nacional (el cual hasta el día de hoy no ha mostrado el más mínimo interés al respecto) modifique el nombre de la autopista a Buenos Aires; debido a que los vecinos de las localidades unidas por esta importante arteria, venían solicitando su modificación dado el “carácter de asesino” asociado a la infeliz persona de Pedro Eugenio Aramburu. En este sentido, se propuso la denominación Juan José Valle, ejecutado por Aramburu de manera inconstitucional en 1956, junto a un grupo de veintisiete civiles y militares que bregaban por el retorno de la democracia, interrumpida por la asonada castrense de septiembre de 1955; acontecimientos conocidos como los Fusilamientos de José León Suárez, sobre los que Rodolfo Walsh escribiría más tarde el libro Operación Masacre. Estos asesinatos (no merecen otro calificativo más agradable al oído), tuvieron lugar en un marco de irregularidad, aplicándose la Ley Marcial de forma retroactiva, asimismo como decretos pre-redactados, sin ser registrados juicios sumarios u órdenes de ejecución.
Otra de las justificaciones de esta petición, la brinda el hecho de que el tramo San Nicolás de los Arroyos-Rosario, parte integrante de la Ruta Nacional N° 9, fue inaugurado por la última dictadura militar en 1978. Posteriormente el mismo gobierno, la bautizó «Teniente General Pedro Eugenio Aramburu», mediante el Decreto Nº 2.146 del año 1979.
Por otra parte, paralelamente, ya venía trabajando una Comisión ad hoc sobre la cuestíon del cambio de denominación a la que el mencionado Ariel D´angelo sumó su esfuerzo, siendo anexado su proyecto como antecedente. Dicha Comisión está conformada por la Concejal del Municipio de Cavanagh (Córdoba) Claudia Cristales (autora de la redacción del proyecto final); Natalia Jaureguizahar, militante de la Agrupación Arturo Jauretche, oriunda de la ciudad de Venado Tuerto; Lea Medina, integrante de la Comisión de Familiares de Desaparecidos; la señora Gricelda Paglione; Luis Launay, director de la publicación virtual Pensamiento Nacional y presidente de la Comisión Vuelta de Obligado; Daniel Brión, escritor e hijo de Mario Brión, fusilado en los basurales de José León Suárez; Ricardo Gonzáles Pesoa, abogado; Ángel Segundo Pinto, ex integrante del Ejército; y Roberto Surra, escritor.
Esta Comisión de Homenaje Permanente a Valle, finalmente presentó el pasado 10 de septiembre el proyecto de cambio de nombre de la Autopista Teniente General Pedro Eugenio Aramburu por el de Autopista Teniente General Juan José Valle para su tratamiento ante el Vicejefe del Gabiente de Ministros de la Nación; el Ministerio de Defensa de la Nación; la Direccion de Derechos Humanos de la Nación; y la Ministra de Infraestructura de la Provincia de Buenos Aires, Cristina Alvarez Rodriguez, sobrina nieta de María Eva Duarte de Perón.
No trata este proyecto de imponer un nombre sobre otro por una mera cuestión partidaria, sino de saldar una deuda histórica con la memoria popular. Tampoco intenta avivar la llama de viejos odios entre peronistas y antiperonistas, a esta altura por suerte perimidos; sino de hacer justicia con el pasado para, mediante la comprensión de los errores, poder imaginar un futuro de concordia y unión entre los argentinos.
Aramburu, fue un lacayo fiel del imperio que decidió apuntar las armas contra el pueblo en vez de combatir a la dominación extranjera. Ostenta el deshonroso galardón de haber sido uno de los tantos militares vendepatrias que durante el siglo pasado bastardearon esa insigne institución creada por los próceres de la independencia. Además de ser unos de los ideólogos de la autodenominada Revolución Libertadora, ya como jefe de la misma, instalado de facto en el poder, implementó una política de represión y muerte hacia los sectores populares, impidiendo hasta la más mínima referencia de la población al gobierno depuesto y sus símbolos; autorizando más tarde el secuestro del cadáver de Eva Duarte, que de allí en más vagaría en manos de gañanes sin hallar cristiana paz.
Valle, por su parte, era un militar de legajo inmaculado, de capacidades profesionales e inteligencia inigualables, que podría haberse dedicado a disfrutar de las tertulias de la oficialidad entre carcajadas y licores. Pero haciendo valer su uniforme y demostrando una sincera vocación, optó por defender su tierra de las fuerzas cipayas que la gobernaban. De este modo, se puso al frente de un grupo de civiles y militares que decidieron alzarse contra un régimen autoritario y antipopular que buscaba someter al país a los designios foráneos, desestimando nuestra historia de nación independiente.
El cambio de nombre de la Autopista Aramburu, por lo tanto, es una idea que merece ser llevada a la práctica cuanto antes por las autoridades nacionales en funciones. Un gobierno que a viva voz se manifiesta nacional y popular y tiene a Valle en alta consideración, no puede dejar que semejante proyecto se vuelva mustio en las arcas del olvido. Es una deuda pendiente con la memoria popular. Si queremos sinceramente avanzar como sociedad, debemos afianzar el sistema democrático, otorgando especial énfasis a la consolidación de uno de sus principales pilares: las instituciones. Y a estos efectos, no contribuye en nada la manutención de una denominación que huele a autoritarismo y está manchada de sangre; la sangre que una parte de los argentinos ofrendó a la defensa de un modelo basado en la justicia social, más allá de que se esté a favor o en contra del mismo.
La persona del General Juan José Valle luce altiva el laurel de héroe de la patria. Esa patria grande por la que San Martín, Güemes y Belgrano lucharon. Esa patria generosa, que con su afecto maternal cobija a todos los habitantes de esta nación indoamericana. Esa patria en tantas oportunidades escarnecida por hombres pequeños, que se valieron de ella para satisfacer ambiciones personales, utilizando sus nobles y puros símbolos. Esa patria del pueblo, que en su memoria, sufre silente las oprobiosas heridas de puñales traicioneros que intentaron darle muerte mil y una veces sin poder conseguirlo. Esa memoria popular, que espera paciente la rectificación de una historia falaz que niega su identidad. Memoria histórica que el general Valle enaltece con su desinteresada entrega. Juan José Valle, héroe de la memoria popular.