“Sé que voy a ponerme en las huellas del papa Francisco”
Horas antes de su asunción como nuevo arzobispo local, Eduardo Martín expresó sus sentimientos sin evitar ningún tema.
Monseñor Eduardo Martín confiesa, con seguridad y alegría, que en sus sesenta años Dios no le ha dado más que plenitud de vida. Admite, sin embargo, que aún le falta algo, lo mejor: “Mi más profundo deseo, y el de todo hombre, es encontrarme cara a cara con Dios”. El arzobispo explica su anhelo repitiendo de memoria una frase de la banda irlandesa U2: “Ellos dicen que «el corazón tiene un agujero y ese agujero tiene la forma de Dios». Son geniales”. Cita también a Freddy Mercury y más tarde a Víctor Heredia. Luego admite que el rock no le gusta tanto como sí rescatar cosas lindas, entre ellas la poesía.
“La poesía dice muchas verdades”. El religioso sigue la línea de Jorge Bergoglio, no sólo en sus políticas religiosas, sino que habla con soltura, sin tenerle miedo a una carcajada o salirse del libreto para hablar de música o traer alguna anécdota. Martín fue designado por el papa Francisco como el nuevo arzobispo de Rosario y hoy a las 16 ocupará formalmente la posición. “Estar frente a esta Iglesia me significa una gran responsabilidad y una gran libertad. Vengo en obediencia. Una obediencia que me hace libre”, afirma.
“Estoy agradecido al Papa por haberme elegido, por haber tenido la confianza de ponerme en este lugar. Tengo una gran responsabilidad”, repite casi como un disco rayado Eduardo Martín. La repetición no significa que no sienta orgullo, pero está cansado. Es viernes, el mismo día que llegó a Rosario, su nueva residencia. Son las 21.30 y hace cuatro horas que da entrevistas de veinte minutos con distintos medios de la ciudad. No le queda otra, hay preguntas que contestará casi como un disco rayado. De a poco, sin embargo, se va descontracturando. Está en una habitación que sólo tiene tres sillones, una mesa donde reposa un café frío. El cuarto es aburrido y sólo rompe la monotonía un portarretratos con una foto del papa Francisco. A medida que pasan los minutos, monseñor Martín ayuda a quebrar esa quietud, se acomoda en la silla, cruza las piernas, logra descansar y hablar a la vez.
El rol de Eduardo Martín al frente de la Iglesia local, explica, será el de “guía”. “El arzobispo debe ser un pastor, un punto de referencia. Su obligación es mantener unida a la Iglesia”, dice. Para él, la institución va más allá del templo, del edificio, porque la Iglesia es todo el pueblo cristiano. “La Iglesia es un misterio. No se puede hablar de un proyecto para Rosario, porque no se trata de una empresa en la que se proyecta cuánto producir, por ejemplo. Sí sé que voy a ponerme en la huella del papa Francisco, quien nos invita a hacer una Iglesia al encuentro de los hermanos, de los alejados; una Iglesia que invite a encontrarse con Jesús para que en él nuestras familias tengan vida”. La certeza con la que cuenta para emprender esta tarea, dice, es el amor de Dios manifestado en Jesús.
“Haber encontrado a Jesucristo es lo más grande que nos ha pasado. Eso es lo que queremos comunicar. La Iglesia sabe que cuando una persona le abre el corazón a Cristo, cambia; que cuando una familia le abre el corazón a Cristo, esa familia cambia. Si lo hace un pueblo, no se va a solucionar todo mágicamente, pero sí nacerá una humanidad nueva”.
“Acepta mi camino”
Monseñor Eduardo Martín se levantó el viernes 4 de julio y como todos los días, como cada mañana, se arrodilló y rezó. “Hijo mío, entrégame el corazón y acepta de buena gana mi camino”, indicaba la antífona del salmo de esa mañana. Martín era arzobispo de Río Cuarto, en Córdoba, y ese día tenía una reunión urgente con el nuncio apostólico Emil Paul Tscherrig. “¿Señor, cuál será tu camino para mí?”, recuerda que se preguntó esa mañana. El encuentro con el representante del Papa fue para anunciarle que su nuevo destino sería Rosario. Monseñor Martín aceptó ese mismo día el nuevo desafío.
“Esta es una gran responsabilidad y una gran libertad. No vengo porque se trata de mi proyecto, sino que vengo en obediencia. Una obediencia que me hace libre. Vengo a cumplir una misión”. Martín habla con alegría de su postura, casi con admiración, como si estuviera comentando un partido de fútbol o un recital. Se mueve en la silla y alterna las piernas cruzadas, mueve los abrazos y sonríe. “La obediencia a Dios hace alegre y serena la vida. La fe, la obediencia y la libertad van juntas”. Vuelve a sonreír y reflexiona. “Es lindo ser cristiano. Yo me siento feliz . Si no, me iría”.
Cura por insistencia celestial
“Cuando tenía once años sentí el llamado de Dios. Era una voz en la conciencia a la que yo le decía que de cura no quería saber nada. Me resistía. Fue una lucha con Dios en la que por suerte insistió y ganó”. Eduardo Martín nació en Venado Tuerto, en un hogar cristiano donde el eje de su crianza fue la vivencia en la fe católica. Recuerda que su padre se arrodillaba cada mañana para rezar, que cada domingo iban a misa, que su padre reunía a él y a sus hermanos alrededor de la mesa para rezar un Rosario. Cuenta también que su inquietud siempre estuvo centrada en la “salvación” de otras personas, pero que a los once años desoyó el pedido de Dios. Esa voz en su inconciente, sin embargo, nunca desapareció, sólo tuvo que esperar a que llegue el momento adecuado. Martín comenzó la carrera de Ingeniería Química y a fines de segundo año un docente le ayudó a ver el conflicto interno contra el que batallaba. “Doy gracias a Dios de que ese hombre me dio veinte minutos después de un examen. Cuando este profesor hizo esto fue un verdadero educador. Gracias a esa intervención, dejé la carrera a los pocos meses y entré al seminario. No me arrepiento de esa decisión. Si naciera de vuelta y Dios me llamara, volvería a ser sacerdote. Pero le respondería más rápido”.
“La Iglesia enseña lo que enseña Jesús”
El padre Ignacio Peries es uno de los referentes más controversiales de la Iglesia local.
Su relación con el último arzobispo, José Luís Mollaghan, fue conflictiva a tal punto que su alejamiento de la ciudad fue enlazada al encuentro de Peries con el papa Francisco.
El último programa de Navidad realizado por el padre Ignacio también generó una ruptura con la curia, ya que se entrevistó con parejas homosexuales e instó a una apertura de la Iglesia. Eduardo Martín dijo que aún no se ha entrevistado con él pero que espera poder verlo pronto y entre otras cosas, charlar sobre del programa. Sin embargo, aclaró: “Yo soy un hijo de la Iglesia y digo lo que dice la Iglesia, con el mayor de los respetos por las personas. No somos jueces de las personas, sólo Dios lo es. Pero la Iglesia enseña lo que enseña Jesús, y eso incluye al matrimonio y las familias. Nosotros procuramos ser fieles a lo que Jesús nos ha enseñado y también que toda persona pueda encontrar siempre en la Iglesia una actitud de cercanía”.
Inseguridad, tema obligado
El reclamo por justicia y mayor seguridad se repite en cada barrio rosarino, con distintos tenores y matices, pero con la misma fuerza. La Iglesia no está al margen de esto y tiene su visión sobre el flagelo. El arzobispo lo explica: “Entiendo que la violencia que hay es un síntoma de enfermedades más profundas, la peor está en el corazón del hombre.
Jesús dice que lo que más enferma al hombre no es lo que come, sino lo que sale de su corazón. La envidia, el crimen, el adulterio, todo sale del corazón herido del hombre.
Para sanar, la Iglesia ofrece a Jesús. Pero Dios es el más respetuoso de nuestra libertad y hay que abrirle la puerta, sólo así entra. El que lo recibe inicia un camino lento pero nuevo, que es la posibilidad de paz en el corazón. Si no, hay odio y resentimiento, y eso se manifiesta en todo tipo de violencia. Esto no es magia, es un proceso vital. Con el tiempo se van generando cosas y mayor salud en la sociedad”.
Acto de posesión
El arzobispo Eduardo Eliseo Martín tomará Posesión canónica de la Arquidiócesis de Rosario hoy a las 16 en el Monumento a la Bandera. La ceremonia contará con la presencia de fieles, autoridades provinciales, municipales, institucionales y una veintena de obispos que integran la Conferencia Episcopal Argentina.
(El Ciudadano)