Un año después, dos protagonistas recuerdan el hecho

Anahí, «La mujer de la ventana», vivía en el 5º piso de Salta 2141. Ese 6 de agosto, su foto se convirtió en una de las postales más emblemáticas de la tragedia. Junto a Néstor Villagra, el bombero que la asistió, recorrieron el lugar del hecho.

El humo le picaba los ojos y sentía la garganta tan áspera como un cartón. La piel le hervía y los oídos le zumbaban. Pensaba en su marido y en la conversación que acababan de tener. Minutos antes de la explosión, lo había telefoneado a su trabajo para contarle que sentía un fuerte olor a gas en el departamento cuando un silbido agudo le perforó los tímpanos y la hizo caer al suelo. Eran las 9.38 del martes 6 de agosto de 2013.

Aferrada al dintel de la ventana de lo que quedó de su piso, repasaba esa charla y no podía creer dónde estaba. Con una pierna dentro y otra fuera, pedía socorro a gritos. A su derecha, una voz le pedía que se calmara, le aseguraba que la ayuda estaba en camino. Pero los ojos le picaban. Debajo veía cómo feroces llamaradas serpenteaban hacia arriba, como si quisieran tocarla. Detrás, el vacío. El estallido arrancó su living y con él una torre entera de departamentos. Más abajo, entre los escombros, identificó a una vecina. Esa que la saludaba siempre con un alegre “querida”. Era Teresita Babini, una de las 22 víctimas fatales.

Y la piel le hervía y los oídos le zumbaban.

Aún hoy, a un año de ese maldito martes, cuando una pérdida de gas ocasionó la peor tragedia de Rosario, Anahí Salvatore siente el repiqueteo en sus oídos.

Ella es una de las sobrevivientes de la tragedia de Salta 2141, aunque la mayoría la identifica como “la mujer de la ventana”. Su foto, a horcajadas de la abertura del 5º piso del primer cuerpo, recorrió el mundo y se convirtió en una de las postales más emblemáticas de ese día. Lo que el fotógrafo no pudo captar fue la voz que la tranquilizaba. Néstor Villagra fue el bombero zapador que le acercó una botella de agua y algunas palabras de aliento. Arriba de una escalera, entre suspendido en el aire y pegado contra la pared, le aconsejaba que se refrescara la boca.

“Tengo grabada palabra por palabra”, aseguró Anahí que junto a Néstor volvió a caminar por esa cuadra.

“Vi un casco de mi agrupación que se asomó y me hizo con el pulgar para arriba y yo me aflojé tanto que no se cómo no me caí en ese momento”, aportó Néstor. Con maniobras dignas del Hombre Araña, se mantuvo en equilibrio hasta que sus colegas llegaron por la parte de atrás del departamento de Anahí y lograron bajarla.

En el primer aniversario de la tragedia de calle Salta, ambos guardan sentimientos muy distintos de lo sucedido pese a que coinciden en ese sabor agridulce que dejó la explosión. La alegría de la vida, y la angustia de lo que se perdió.

Cuando suena una sirena, por ejemplo, Anahí se congela, Néstor reacciona. La sobreviviente contó que ese sonido la retrotrae a lo peor de ese día; el bombero compartió, en cambio, que es el símbolo de un compromiso renovado con su profesión.

“Se me ve bien, pero estoy afectada”, dijo la mujer que más allá de una secuela en su audición, se siente un poco, sin historia.

La explosión no le quitó solamente su casa, sino sus recuerdos. Aclaró que aunque no se comparan con una vida estropeada, como la de cualquiera de las 22 personas que perecieron bajo los escombros, eran objetos que ya nunca más va a recuperar y que hablaban de esos seres queridos que ya no tiene cerca. Como esa blusa rosa que guardó con celo durante dos décadas y que pertenecía a Laura, su mejor amiga. O los muebles de su mamá. “Yo ahí también tengo enterrados mis muertos”, indicó.

“A Rosario se le partió el corazón de todas las formas en las que se puede partir un corazón. Rosario aprendió que se puede ser solidario y que somos muy capaces”, graficó el bombero.

En honor a los que quedaron en Salta 2141

Actualmente en danza en la Legislatura provincial el proyecto de expropiación del predio, tanto Anahí como Néstor se mostraron en contra de una plaza como propusieron algunos de los familiares de las víctimas.

“Quiero que en este lugar se vuelva a desarrollar la vida, en honor a las 22 personas que quedaron acá”, dijo el rescatista. Ambos se inclinan por erigir allí algún tipo de centro cultural, donde se puedan realizar actividades y comenzar una nueva rutina.

(Rosario3)