Argentina es finalista de la Copa del Mundo: le ganó a Holanda en los penales
La selección vuelve a jugar una final tras 24 años; en 120 minutos chatos y parejos, empataron 0-0; en los penales, el equipo de Sabella se impuso 4-2; el domingo jugará la final ante Alemania en busca de toda la gloria.
Sí, ya es hora de desatarse el nudo de la garganta, ese que durante 120 minutos hizo que el corazón estuviera en las manos. Es hora de soltar una lágrima como lo hace Javier Mascherano o correr de manera alocada como Lionel Messi. También, es momento de saltar y quizá volar como lo hizo Chiquito Romero en los penales. Sí, la Argentina está en la final del Mundial , lo hizo, lo logró con coraje, con el alma. Fue desde los doce pasos como hace 24 años, como cuando Sergio Goycochea fue de un palo al otro para llegar a la definición y sacar a Italia. El rival es el mismo: Alemania, el domingo, a las 16, en el Maracaná. Sí, la selección está en el partido que hace tiempo sueña jugar.
Los hinchas argentinos explotan en el Itaqueirao de San Pablo, en cada sector en el que están. El grito nace de aquellos ubicados detrás del arco en el que hace ocho días hubo un milagro para que Suiza no empatara sobre la hora del suplementario en el alargue de los octavos de final. Los jugadores se sacaron toda esa tensión que sintieron durante la tarde-noche. Ahora, ensayan casi una vuelta olímpica para saludar a cada fanático albiceleste. Nadie quiere irse, que esta noche no se termine nunca.
Ahí anda Pablo Zabaleta, con la boca rota y una peluca azul. Se emociona Garay, hombre de pocas palabras, pero quien pateó con el alma, fuerte al medio su penal. Fue 0 a 0 ante los holandeses en un partido de ajedrez, fue 4-2 en la definición desde los doce pasos. Romero atajó dos, a Vlaar y Sneijder. Maxi Rodríguez, héroe hace ocho años ante México, pateó el decisivo. Le dio fuerte, el arquero Cillessen la llega a tocar y la pelota entra. Son las 19.44 de una noche templada en San Pablo. Llueve, pero a quien le importa. Nadie para de saltar, de cantar.
Es como el 3 de julio de 1990, en Nápoles, cuando Goyco ataja y la Argentina se mete en la final. Son imágenes que van y vienen. Es un plantel que cambió los recuerdos por presente, un equipo que fue creciendo durante el Mundial, que hoy jugó un partido casi imposible de destrabar, un empate sin goles que ninguno pudo descifrar.
Fueron 120 minutos jugados con el corazón de Mascherano para cruzar y cruzar hasta cuando no le daban las piernas. Para salvar en el minuto 90 ante Robben. Con las zancadas de Enzo Pérez, quien salió en el segundo tiempo y jugó un gran partido. Con la firmeza que mostraron Demichelis y Garay. Esta vez fue el partido de los del fondo, con la figura final de Romero. Hubo poco de Messi, Higuaín, y de Agüero y Palacio cuando entraron. La Argentina jugó el último tramo del partido con cuatro delanteros y casi no generó peligro.
Pero eso es historia. Ahora es momento de pensar en el Maracaná, en ese partido que tantas noches soñaron estos jugadores argentinos. Será la quinta final en la historia, la búsqueda del tercer título del mundo para cortar con 28 años de sequía ante una Alemania que viene de convertirle siete goles a Brasil. Pero para eso faltan cuatro días. Ahora, es tiempo de festejar, al menos por esta noche, después de tantas decepciones y sinsabores.
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