Cuatro años intentando difundir aquello que alguien no quiere que se sepa
«Periodismo es difundir aquello que alguien no quiere que se sepa, el resto es propaganda, dice con cruda y dura claridad Horacio Verbitsky, remarcando la ingrata (para muchos) función de la labor periodística: «su función es poner a la vista lo que está oculto, dar testimonio y, por lo tanto, molestar. Tiene fuentes, pero no amigos». Esa acción, no obstante, debe estar corectamente fundamentada, siendo un natural canal de expresión de las demandas de la comunidad: «lo que los periodistas pueden ejercer, y a través de ellos la sociedad, es el mero derecho al pataleo, lo más equitativa y documentadamente posible», continúa el autor de Ezeiza y Robo para la Corona, distinguiendo la misión comunicativa del trabajador de los medios, de la del trabajador de las agencias partidarias; los actuales «prenseros». «Criticar todo y a todos. Echar sal en la herida y poner piedras en el zapato. Ver y decir el lado malo de cada cosa, que del lado bueno se encarga la oficina de prensa».
Hace exactamente cuatros años que desde esta humilde herramienta comunicativa llamada Cuna de la Noticia intentamos -con intermitente suerte, pero con hondo orgullo interior- difundir ‘aquello que alguien no quiere que se sepa’. Y esto ha sido posible, en primer lugar, gracias a los vertiginosos tiempos tecnológicos en los que nos ha tocado desarrollar nuestra existencia terrenal. Ese espíritu anárquico connatural a internet, anima a luchar contra molinos de viento, agrandando el corazón y alentando a aquellos desquiciados temerarios con ganas de contar algo como nosotros, a hablar. Al igual que el alcohol, internet desinhibe y oculta -al menos virtualmente- el miedo que abriga todo humano a la colosal inmensidad que nos rodea.
Recuerdo que cuando recién me adentraba en esta empresa de intentar constituir a Cuna de la Noticia en otra voz que dé cuenta de lo que acaece en la compleja Rosario, me espetaban sin decir agua va: «perdés el tiempo; lo que querés hacer no tiene sentido, solamente pueden marcar agenda los grandes medios», y yo volvía a mi casa en silencio, masticando la bronca de la impotencia. Y lo peor es que era (¿es?) verdad, construir un espacio nuevo que intentara relevar y pensar la realidad de una esquiva urbe como esta, desde un afán alternativo, era no sólo una perdida de tiempo (vital para el sistema capitalista), sino un completo delirio. Pero qué se le va a hacer….quizás producto de la furia sanguínea que heredé de mis antepasados ácratas tanos, o del placer irracional que siempre percibo ante los desafíos que me cruza el hado, decidí hacer lo que no tenía sentido, porque no quería lamentarme una vez llegado a viejo (si efectivamente alcanzo ese mágico estadío de la vida terrenal) de haber querido hacer algo, y no haberlo hecho por miedo.
Con todo, y «contra todo y todos», parafraseando a un ex corredor de Fórmula 1, podemos decir luego de 1460 días que algo distinto (ni mejor ni peor) le aportamos al repetitivo y anquilosado periodismo rosarino. Obviamente, falta mucho para lograr una correcta expresión de todos, absolutamente todos, los actores que componen esta ciudad y la región, pero nos embarga la tranquilidad de haber hecho y hacer todo lo posible y hasta lo imposible, postergando cuestiones personales afectivas, laborales, profesionales, etc, para intentar cambiar un tantico así -diría Ernesto Che Guevara- el monopolizado y poco aperturista ámbito periodístico local. Y esto fue posible, en segundo término, gracias a la esforzada y constante inversión de energías por parte de aquellos que alguna vez transitaron y/o transitan los caminos del modesto pero honesto (me salió con versito y todo) emprendimiento comunicativo que guarda las presentes líneas. Por todos ellos alzo mi copa, eternamente agradecido de haber tenido su compañlía a lo largo de este tiempo.
Esperamos nos sigan en este delirio de intentar decir otra cosa en la ciudad Cuna de la Bandera, 4 años y por qué no, muchos más. Como siempre decimos, seguramente debe haber miles de mejores opciones para informarse mucho más agradables y bellas que la nuestra, en el interminable mundo virtual. Sólo intentamos balbucear alguna que otra frase sobre la realidad en un medio en el que todo el tiempo todos gritan el mismo discurso; escuchando y haciendo escuchar el mismo cassette.
Gracias por todo.