Estúpidos e imberbes: A 40 años del día en que Perón echó a Montoneros de la Plaza de Mayo
Hoy se cumplen 40 años de la histórica jornada en la que Juan Domingo Perón echó a los Montoneros de Plaza de Mayo, decisión que marcó un antes y un después para el movimiento justicialista. (Mirá las imágenes de aquél recordado discurso)
El 25 de mayo de 1973, Héctor Cámpora había asumido la presidencia después de casi dos décadas de proscripción del peronismo y siete años de sucesivos gobiernos de facto. “Cámpora al gobierno, Perón al poder”, había sido el lema de la campaña presidencial, en una clara manifestación de que las decisiones serían tomadas por el viejo caudillo, que se encontraba en España.
El gobierno de Cámpora quedó atrapado en las intransigentes disputas entre las facciones de la derecha y la izquierda del movimiento peronista, cuyo mayor suceso trágico fue la conocida “masacre de Ezeiza”, donde militantes tuvieron un enfrentamiento armado que arrojó varias muertes, en el regreso de su líder.
Desde su exilio en Madrid, Perón había fomentado el desarrollo de ambos sectores: por un lado la izquierda peronista dominada por Montoneros y la Juventud Peronista (JP), y por el otro, la derecha representada por los sindicatos y el ala que seguía a José López Rega.
En ese contexto, los hechos se sucedieron vertiginosamente: Cámpora renunció a los 49 días de su asunción; el 13 de julio Raúl Lastiri asumió en forma provisional; Perón regresó al país un mes más tarde, y el 23 de setiembre ganó las elecciones con el 62% de los votos.
El 12 de octubre de 1973, Perón asumió la presidencia en un acto multitudinario y se convirtió en el único jefe de Estado que ocupó en tres mandatos el sillón de Rivadavia.
Con el regreso a la Casa Rosada también se reflotó la vieja aspiración de lograr un “pacto social” entre el gobierno, los empresarios y los sindicatos. Para el entonces presidente, la forma de resolver la crisis del país debía llevarse a cabo a través del acuerdo entre las distintas corporaciones.
Pero si bien este proyecto fue sostenido por los gremios que comandaba José Ignacio Rucci desde la CGT, no fue así por la juventud peronista, que esperaba un giro del gobierno acompañando la tendencia en el continente.
Montoneros y la JP habían sido apoyados por Perón durante su exilio y las fuertes expectativas que se crearon sobre el regreso del líder eran opuestas a las perspectivas de los sindicatos.
El gobierno descubrió de entrada la gravedad de la crisis: a dos días de la asunción fue asesinado Rucci, a quien en su velatorio Perón calificó de “un hijo”.
Mientras el caudillo comenzaba a elegir a los sindicalistas sobre Montoneros y la JP, la crisis social y económica se agudizaba, había despidos masivos y las reuniones para concertar el pretendido “pacto social” no tenían éxito. La ruptura estaba cerca.
El del 1° de mayo de 1974 fue un discurso clave de Perón en el ocaso de su vida. Separó tajantemente el rol de la resistencia peronista entre 1955 y 1973, centrada en las organizaciones sindicales, de lo que él mismo había fomentado y llamado «formaciones especiales».
El peronismo y su viejo líder se reencontraron ese 1 de mayo de 1974 en la Plaza de Mayo para festejar el Día del Trabajo. Por un lado estaban los sectores gremiales, como la Unión Obrera Metalúrgica. Del otro la «juventud maravillosa», como la llamó en algún momento Perón, encarnada en Montoneros. Estos coreaban sin cesar: «¿Qué pasa general que está lleno de gorilas el gobierno popular?». Perón, que sabía que se estaba despidiendo de la vida, avanzó en su discurso de barricada señalándolos: «Estos estúpidos que gritan». Y agregó con sorna: «Hoy resulta que algunos imberbes pretenden tener más méritos que los que lucharon durante veinte años». Hacía poco tiempo que el secretario general de la CGT, el metalúrgico José Ignacio Rucci, había muerto asesinado a balazos en la calle, en un atentado reivindicado por los Montoneros. Y Perón avanzó esa tarde, acariciando el ego de la dirigencia gremial: «Y han visto caer a sus dirigentes asesinados, sin que todavía haya sonado el escarmiento». Una ovación sucedió a sus palabras, mientras parte de la concurrencia comenzó a recular y a retirarse por Diagonal Norte. Eran los montoneros, aludidos expresamente por el líder.
A continuación, Cuna de la Noticia, reproducirá el texto íntegro de aquél memorable discurso del caudillo justicialista:
Compañeros: Hace hoy diecinueve años que en este mismo balcón y con un día luminoso como éste, hablé por última vez a los trabajadores argentinos. Fue entonces cuando les recomendé que ajustasen sus organizaciones, porque venían días difíciles. No me equivoqué ni en la apreciación de los días que venían ni en la calidad de la organización sindical, que se mantuvo a través de veinte años, pese a estos estúpidos que gritan.
Decía que, a través de estos veinte años, las organizaciones sindicales se han mantenido inconmovibles, y hoy resulta que algunos imberbes pretenden tener más méritos que los que lucharon durante veinte años.
Por eso, compañeros, quiero que esta primera reunión del Día del Trabajador sea para rendir homenaje a esas organizaciones y a esos dirigentes sabios y prudentes que han mantenido su fuerza orgánica y han visto caer a sus dirigentes asesinados, sin que todavía haya tronado el escarmiento.
Compañeros: nos hemos reunido durante nueve años en esta misma plaza, y en esta misma plaza hemos estado todos de acuerdo en la lucha que hemos realizado por las reivindicaciones del pueblo argentino. Ahora resulta que, después de veinte años, hay algunos que todavía no están conformes de todo lo que hemos hecho.
Compañeros: anhelamos que nuestro movimiento sepa ponerse a tono con el momento que vivimos. La clase trabajadora argentina, como columna vertebral de nuestro movimiento, es la que ha de llevar adelante los estandartes de nuestra lucha. Por eso, compañeros, esta reunión, en esta plaza, como en los buenos tiempos, debe afirmar la decisión absoluta para que en el futuro cada uno ocupe el lugar que le corresponde en la lucha que, si los malvados no cejan, hemos de iniciar.
Compañeros: deseo que antes de terminar estas palabras lleven a toda la clase trabajadora argentina el agradecimiento del gobierno por haber sostenido un pacto social que será salvador para la República.
Compañeros: tras ese agradecimiento y esa gratitud puedo asegurarles que los días venideros serán para la reconstrucción nacional y la liberación de la nación y del pueblo argentino. Repito, compañeros, que serán para la reconstrucción del país. Y en esa tarea está empeñado el gobierno a fondo. Serán también para la liberación, no solamente del colonialismo que viene azotando a la República a través de tantos años, sino también de estos infiltrados que trabajan adentro, y que traidoramente son más peligrosos que los que trabajan desde afuera, sin contar con que la mayoría de ellos son mercenarios al servicio del dinero extranjero.
Finalmente, compañeros, deseo que continúen con nuestros artistas que también son hombres de trabajo; que los escuchen y los sigan con alegría, con esa alegría de que nos hablaba Eva Perón a través del apotegma de que en este país los niños han de aprender a reír desde su infancia.
Queremos un pueblo sano, satisfecho, alegre, sin odios, sin divisiones inútiles, inoperantes e intrascendentes. Queremos partidos políticos que discutan entre sí las grandes decisiones.
No quiero terminar sin antes agradecer la cooperación que le llega al gobierno de parte de todos los partidos políticos argentinos.
Para finalizar, compañeros, les deseo la mayor fortuna, y espero poder verlos de nuevo en esta plaza el 17 de octubre.
(Cuna de la Noticia/Uno/Ámbito Financiero)