Los iniciados de la oscuridad
Los dueños y negociadores del poder mencionan continuamente las ventajas seglares de la libertad que ellos dicen proporcionar a los 6.000 millones de habitantes del mundo.
Lo que no dicen es que en realidad no desean una absoluta libertad a la hora de desenvolverse democráticamente para lograr el bien, porque saben, por experiencia, que la libertad real no les da rédito ni incrementa sus intereses económicos ni sus secretos operativos.
Los poderosos que forman parte de imperios, de gobiernos criminales de Medio Oriente o de camarillas secretas inescrupulosas – por mencionar algunos ejemplos-, han logrado armar un modelo de libertad, democracia y de mercadeo que no tienen nada que ver con sus reales objetivos y, obviamente menos con las necesidades elementales de los pueblos del orbe.
La credulidad pública está siempre pensando en la llegada de una nueva clase política compasiva, está siempre esperando la llegada de economistas compasivos y comprensivos para que hagan realidad el deseo del bienestar universal, fundando una reconfiguración financiera y económica.
La realidad, sustentada en miles de años de historia humana, sólo asegura que la totalidad de las cadenas de poder genera otras de conflictos. La resolución de la cuestión quizás pase como establecer mecanismos preventivos a partir de un sistema de equilibrio para que algunos gobiernen y otros cumplan con objetivos que votaron, sin colisionar intereses entre las partes.
Para concluir, vale apuntar que en toda red existen actores reactivos y líderes, en algunos casos carismáticos que generan ecosistemas, donde cada problema o cuestión conflictiva tiene una solución planificada de manera estratégica.
Lo que genera el conflicto, a veces, es que no es esa la respuesta que desean los pueblos atrapados en esas telarañas geopolíticas y geoestratégicas del poder.