«Estoy en medio de una guerra política entre el Socialismo y el Kirchnerismo»
Por Leo Graciarena / La Capital
Delfín David Zacarías parece tener respuestas para todas las preguntas. «Yo tengo los papeles para demostrarte cómo compre cada cosa». «Estoy en medio de una guerra política entre…. aunque tengo miedo de nombrarlos, el socialismo y el kirchnerismo». «Todo lo que tengo lo hice trabajando porque nunca le tuve miedo a agarrar la pala». «Con el 5 por ciento del valor de lo que agarraron en Funes, yo hubiera terminado el complejo de canchitas de fútbol cinco que en seis años de trabajo está al 50 por ciento de su construcción». «Esto fue una súper cama que me hicieron». «Tengo miedo que me muevan de acá y me maten en otro lado para que no siga hablando».
Esas respuestas Zacarías se las dio a La Capital la tarde de ayer en la alcaidía mayor de la Jefatura de policía, donde está detenido desde el jueves pasado cuando agentes de la Superintendencia de Drogas Peligrosas de la Policía Federal lo atraparon en una vivienda de Funes en la cual se incautaron 300 kilos de clorhidrato de cocaína y pasta base para la fabricación de la droga, además de unos 400 litros de precursores químicos. La entrevista se hizo tras una espera de cuatro horas consumidas por un océano burocrático. Después fueron 60 minutos de un diálogo en los que no esquivó preguntas y pidió por él y su familia, también apresada. «Les pido que ayuden a mi familia porque quedé en medio de una pelea entre dos monstruos políticos. ¿Qué ganan ellos con meterme en este lío a mí? Votos, que van a ganar», dijo dando a su detención un carácter político.
Si se piensa en la manera en la que Zacarías fue detenido en «la cocina más grande de la Argentina», como la definió el secretario de Seguridad de la Nación, Sergio Berni, se puede entender una de las definiciones del supuesto narco. «Si vos sabes que te están investigando por el supuesto lavado de dinero, que tu cara está en el diario La Capital desde hace 15 días, que estás en el diario regional, que te está siguiendo un auto dos días antes de que te apresen, ¿no te vas a desaparecer cruzando el Paraná? Es una cuestión obvia. Estábamos en el medio del procedimiento y escuché un helicóptero que traía al ministro (Berni). ¿Qué tengo que pensar? Cae Berni, un montón de gente, mucho ruido, veo gente bajando bolsas negras. ¿Qué pasa acá? En la planta baja estaban los bidones, pero en la planta alta dicen que había 300 kilos de base. Todo es muy obvio. Un chiste».
Su coartada. Zacarías tiene 48 años y Delfín es su primer nombre. Tiene en su prontuario una condena a 4 años de prisión del año 2000 por transporte de estupefacientes. Pagó esa pena tras las rejas de la cárcel federal de Marcos Paz, luego pasó por el penal de Ezeiza y culminó en la Unidad 3 de Zeballos y Riccheri, en Rosario. Dice que no conoce la cárcel de Coronda y que hizo su dinero «trabajando». Que lo acrecentó «comprando y vendiendo bienes y vehículos». «Desde muy chico, con otras tres o cuatro personas, comprábamos casas que no estaban bien, las refaccionábamos y las vendíamos. Como lo hace cualquiera».
Que tiene remises desde que tiene «uso de razón», hace una dos décadas (ver aparte). Que primero fue chofer, luego fue empleado de la remisería Ada Express en Granadero Baigorria y que terminó siendo socio. Hasta que quedó al mando de la empresa que ahora se llama Frecuencia Urbana, una remisería que hoy tiene 40 coches. Además hace fletes y tiene una empresa de construcción: Top Crane.
Desde el jueves pasado está preso a disposición del juez federal Carlos Vera Barros. La misma suerte han corrido su esposa Sandra; sus hijos Flavia, Gloria y Fernando; su cuñado, Fernando; su mecánico, Edgardo; y cuatro personas más, entre ellos tres hombres acusados de ser los supuestos proveedores de los precursores químicos y que cayeron en provincia de Buenos Aires.
Delfín Zacarías no esquivó que sobre su cabeza hubiera una investigación por supuesto lavado de dinero, en manos de la Secretaría de Delitos Complejos de la provincia y la policía santafesina. Todo su relato está vinculado a su sueño de terminar un complejo polideportivo con canchas de fútbol cinco en San Lorenzo, edificio que originó la denuncia por el supuesto lavado de dinero proveniente del narcotráfico.
El hombre contó que dos días antes de caer tras las rejas presentó un hábeas corpus ante la Justicia Federal porque percibió que un Volkswagen Polo, dominio EDY393, lo perseguía y pensó que le querían robar. El auto, según contó, resultó ser de un efectivo de la Policía Federal de Capital Federal que después participó en el operativo que lo metió preso el jueves pasado.
Pero antes de eso Zacarías ya se había ganado un lugar en las crónicas policiales cuando su esposa denunció, en junio de 2012, al jefe de Drogas Peligrosas de la Policía Federal de Rosario, el subcomisario Gustavo Serna. Por esa denuncia el oficial fue desplazado de su puesto. «Cuando el jueves llegaron los federales (a la casa de Las Achiras 2528, a la altura de la garita 16 de Funes) el jefe del procedimiento me dijo en la cara: «Este es el vuelto». Yo lo puedo reconocer y si quieren voy a careo con ese policía. Era claro que se refería a la denuncia que hicimos sobre Serna», indicó. Además, reconoció que después de haber caído en desgracia en el año 2000 sufrió «una persecución policial, siempre de la Federal y nunca de la provincia». Tod el relató fue sentado debajo de los ventiladores de techo en la oficina de personal de alcaidía mayor.
—¿Por qué tenía problemas con los federales?
—Nunca me paró un policía de la provincia en un patrullero. Siempre fueron los de la Federal la que me pararon. Lo que pasa es que una vez yo me puse a averiguar por un vehículo que me seguía, una Fiorino blanca, y era de la Federal. Un día pasé por la puerta de la Delegación de Drogas de la Federal en Rosario y estaba ahí. Yo soy un tipo que si tiene que laburar de chofer en la remisería no tiene problemas. Llegaron una vez a mi remisería cuando yo no estaba y amenazaron con que si no aparecía me iban a allanar. Entonces mi esposa los denunció y descabezaron a la cúpula de drogas de Rosario. Pero eso no era algo que yo buscara. Ellos me buscaron. Yo no voy a buscar problemas. Me estaban buscando y no se porqué.
—Usted dice que estaba en la casa de Funes porque transportó hasta allí una carga de solventes para pinturas. Pero no es difícil pensar que una persona que estuvo presa por tráfico de estupefacientes se preste también a transportar precursores químicos.
—Pero lo que yo transporté era solvente. Yo no soy químico. No me pongo a revisar lo que transporto. A mi dijeron que era solvente y no me puse a abrir los bidones. Me contrató una persona que dice tener una fábrica de pinturas y me dijo que era solvente. ¿Qué voy a pensar que es? Solvente, obvio. Sabiendo que tengo una investigación de la provincia por supuesto lavado de dinero y que presenté los papeles para justificar mis ingresos no soy tan idiota para meterme en un lío de esos. No soy tan analfabestia
—¿Y no tuvo sospechas?
—He llevado un montón de envases cerrados. Si tengo que transportar 500 kilos de comida para perros no voy a abrir cada una de las bolsas. Ningún fletero va a hacer eso. Nada me hizo sospechar y si hubiera tenido dudas lo habría denunciado.
—Usted habla de un tal Hernán o “Pitu”, un hombre de apellido polaco que lo habría contratado para ese transporte. ¿Quién es?
—Es la persona que me pidió un presupuesto porque supuestamente tiene una fábrica de pinturas. Apareció en un Audi negro en mi negocio, bien vestido, y le presupuesté 15 mil pesos. Me dijo que le servía y me dio un número para que me comunicara. Cuando esté el solvente me lo traes, me dijo. Y me ofreció seguir haciendo negocios juntos, hacer canjes de viajes por pintura. Y a mi me interesó porque yo tengo que pintar todo el complejo polideportivo de San Lorenzo (una propiedad que está a nombre de su hija Flavia, ver recuadro) que tiene 5 mil metros de pared. ¿Te parece que hacer un canje con el dueño de una fábrica de pinturas no me va a interesar? Si hasta hice un contrato con el plomero, con el gastista, con el arquitecto, con todos los que iban a trabajar allí para que cobren a futuro con la ganancia que daría el gimnasio.
—¿Cómo transportó la carga?
—Coordiné con la gente de Buenos Aires,busqué los bidones y los cargué. Eran entre 27 y 30 bidones que pesaban los 500 kilos que podía transportar por viaje. “Pitu” me dio la dirección de su casa, en la calle Las Achiras de Funes, y fui hacia allá.
—¿Dónde estaba usted al comenzar el operativo del jueves?
—A mí el procedimiento me agarró en la puerta de la casa, charlando con Hernán. Yo estaba esperando para cobrar el viaje. Estaba mi camioneta, el auto de él y si querés te describo cómo estaba vestido. La carga estaba adentro de la casa porque ya la había entregado. Ese día fui bien temprano para cerrar todo lo más rápido posible. Estábamos hablando de la pintura y milagrosamente llegó la Federal. Hernán estaba cerca mío y al rato desapareció. Eso es lo que no me cierra. La Federal nos paró a los dos y lo primero que me dijo el jefe fue: «Esto es el vuelto». Y apuntándome me metieron en la casa.
—¿Y Hernán?
—Desapareció. Mirá que lo busqué, pero desapareció. Si querés te lo describo.
—El fiscal federal Juan Patricio Murray dice que tiene contra usted una investigación sólida y con escuchas claras que lo vinculan a la fabricación de cocaína.
—Dicen que tienen escuchas bien fundadas, que las presenten. No tengo problemas. Yo puedo tener una charla con mi mujer por celular en la que le digo que quiero que me haga una milanesa con dos huevos fritos y que quiero que me explote el hígado. Y todo eso depende de quién lo interprete. Si hay malicia pueden transcribir cualquier cosa.
—¿Cómo se siente ahora?
—Soy un perejil, un bobo, un payaso que quedó en medio de dos ejércitos y no tiene infraestructura para pelear con estos monstruos. Soy nadie para ello Por eso no quiero que nos trasladen (con sus familiares). Tengo miedo que me muevan de acá y me hagan matar en otro lado.
El gimnasio
«Yo estoy construyendo un gimnasio con cuatro canchas de futbol 5, un minibar y una cancha de básquet. Pero me investigan porque desde afuera parece el Sheraton. Sin embargo son cuatro paredes, un galpón grande dividido. Los invito a que vayan y vean. Dicen que es algo millonario y por eso investigan lavado de dinero, pero tengo todo documentado. De cada gasto que se hizo y de dónde salieron los ingresos».