Matrimonio Homosexual. Pensarnos como sociedad
El pasado jueves 15 de julio el Senado sancionó la Ley de Matrimonio Igualitario, poyecto que ya había obtenido el visto bueno de la Cámara de Diputados. Así, Argentina se convirtió en el primer país de Latinoamérica en autorizar el matrimonio entre personas del mismo sexo.
Luego de largos debates hemos escuchado diferentes opiniones, de un lado avalando la reforma del Código Civil y la igualación de derechos; y del otro exponiendo una postura un tanto más conservadora, tratando de mantener los limites que nuestra sociedad tenía impuestos.
Esta última propuesta, se fundamentó básicamente en creencias de orden moral y religioso, tratando de resguardar la institución del matrimonio como centro ordenador del desarrollo familiar y social.
El debate, en líneas generales, fue positivo e intenso, y bienvenido para nuestra democracia. Solamente debemos lamentar algunos deslices cuando se trataron de exponer ciertas ideas fundamentalistas, por ejemplo cuando se nos hablaba del “orden natural” o cuando se trataba de definir qué es lo “normal” en nuestra sociedad. En los medios también aparecieron frases como “los homosexuales no están bien porque van mucho al psicólogo”; “los animales no van para atrás”; o “se va a implementar el tráfico de semen”, que solamente sirvieron para empobrecer el nivel del debate.
La cuestión sería entonces ¿cómo definir la normalidad? o ¿lo normal? en nuestras sociedades altamente complejas. ¿Quién se arrogaría esa potestad de hacerlo? Como mínimo parece una aporía tratar de realizarlo.
Las formas y moldes de la sociedad “sólida” del siglo pasado ya no existen, o mejor dicho se diversificaron, la idea de la familia constituida por un papá, una mamá y dos hijos hoy es más bien un cliché al que algunos logran amoldarse y otros no. Existen además de ella, otras formas, diversas. Sin ir más lejos cada uno de nosotros conocemos seguramente muchas de ellas en nuestro entorno, por lo tanto, ¿hay que tratar de excluirlas, dejarlas de lado?; ¿o más bien lo contrario, incluirlas y armonizar la convivencia de todas?.
En definitiva, lo importante para nuestra democracia, y para nosotros como sociedad, -más allá del resultado de las votaciones en las Cámaras-, es que nos permitimos instalar el debate y que el mismo se dio de una manera adulta y responsable; puesto que, más allá de las diferencias, lo que se logró fue ampliar los márgenes de igualdad, implantar debates serios, y sumar derechos.
Eso sí, no debemos quedarnos solo en la parte normativa y legal. Debemos tratar de profundizar y consolidar estos ámbitos de tolerancia y no discriminación, día a día en nuestras vidas cotidianas cada uno de nosotros. Es una responsabilidad que debemos asumir.