Central celebró el ascenso con un cómodo 2 a 0 sobre Aldosivi, y la fiesta siguió en el Monumento

Con goles de Valentini y Bareiro, el Canalla superó al Tiburón por 2 a 0 en el Gigante, en la 35ª fecha de la B Nacional. Con la victoria, los de Russo llegaron a los 71 puntos y, si vencen a Gimnasia de La Plata en la próxima fecha, quedarán a un paso del campeonato.

En el estreno de su condición de equipo recién ascendido, Rosario Central vivió una fiesta completa. Además de la gran celebración que desató antes y después del partido, el equipo de Russo logró una cómoda victoria por 2 a 0 sobre Aldosivi de Mar del Plata con tantos de Valentini y Bareiro, llegó a los 71 puntos y puede quedar a un paso de consagrarse campeón si el domingo vence a Gimnasia en La Plata.

Después de una previa que hizo delirar al estadio y a cada alma que gritó por la vuelta a la máxima categoría, los canallas y el Tiburón salieron con el objetivo de continuar con la cosecha de puntos. Uno, para concluir una campaña inolvidable en lo más alto; el otro, para engrosar su promedio, que mucho margen no le deja para la próxima temporada.

Y la noche de gala empezó a ser completa temprano, en el inicio del juego. Con apenas siete minutos, Valentini conectó de cabeza un córner que envió Delgado y la clavó en un ángulo. Fue su segunda conquista en la B Nacional y la que abrió el partido ante el conjunto marplatense. Sin dudas, un guiño del destino para el defensor: marcó ante su gente y fue largamente ovacionado.

El resto de esa primera etapa transcurrió sin sobresaltos para los de Russo, que jugaron con la tranquilidad del resultado y con suma comodidad ante un rival que prácticamente no tuvo la pelota.

El complemento tuvo un despertar similar al inicio del cotejo: de entrada, el Canalla marcó. Toledo desbordó por la izquierda y le cedió el gol a Bareiro, que entró por el medio del área y venció a Campodónico. Al reconocimiento, claro, se lo llevó el nueve.

Después, todo volvió a transcurrir con mayor interés sobre lo que pasaba afuera de la cancha que adentro. Inclusive, el encuentro estuvo detenido por algo más de ocho minutos porque Rapallini interpretó que no se podía jugar con las belgalas que surgían desde el seno de la barra. ¿Una respuesta? La reprobación del resto del estadio hacia ese sector de la hinchada.

Sin mayores emociones en el desarrollo, el foco empezó a estar en el Monumento, lugar elegido para seguir la noche de gala. Entonces, cuando el éxito finalmente se consumó, el Canalla llegó a los 71 puntos y le sacó cinco a Gimnasia de La Plata (66), conjunto que consiguió el segundo ascenso y será justamente su próximo rival. Por eso, si el domingo gana en la Ciudad de las Diagonales, quedará a un paso del grito de campeón.

Del Gigante al Monumento, una fiesta para toda la vida

Jugadores, hinchas y reconocidas personalidades del mundo Canalla celebraron a lo grande la vuelta a Primera. Hubo fuegos artificiales en un estadio que fue un verdadero carnaval azul y amarillo. Tras el partido, una caravana interminable acompañó al plantel, que se trasladó en un colectivo descapotable.

Central celebró este martes su vuelta al fútbol grande de la Argentina con una fiesta descomunal, que empezó con una interminable peregrinación hasta el Gigante, siguió antes, durante y después del partido y tuvo su punto máximo en el Monumento, cuando el plantel y Miguel Ángel Russo asomaron desde un colectivo descapotable pasada la medianoche.

Fue un día de semana y laborable, pero el desahogo se vivió con intensidad desde temprano. Autos, motos y colectivos de línea repletos marcharon hacia Arroyito con los colores que tanto sintieron Olmedo y Fontanarrosa y un grito inconfundible: “Soy canalla…”.

Ya en el estadio, hubo sorteos de camisetas y videos especiales. Media hora antes del partido ante Aldosivi —apenas un invitado casual a la fiesta— el club dio rienda suelta a la celebración oficial. Un helicóptero ploteado con el lema “Somos la ciudad” sorprendió a un estadio que estaba a oscuras, iluminado por los celulares y cámaras de las 40.000 almas que querían tener un registro del carnaval azul y amarillo.

La nave aterrizó en el círculo central y de allí asomaron dos invitados especiales: Juan Carlos Baglietto y el Pájaro Gómez, líder de Vilma Palma, reconocidos hinchas de Central. Rápidamente, el conductor, ni más ni menos que el periodista Roberto Caferra (Radio 2), dio la bienvenida “a la gran noche canalla” y los cantantes, cada uno con su camiseta, fueron los guías para que el estadio se viniera abajo con la marcha oficial: un saludo jubiloso y un “forjador de campeones” que desgarró las gargantas cuando solo era el principio de la noche.

Después, el clásico “soy canalla” volvió a sentirse desde los cuatro costados para darle la bienvenida a los protagonistas, que volvieron a vestir la tradicional casaca a rayas verticales. Entre los fuegos artificiales que iluminaron el Paraná, asomó “el equipo de Miguel”. El plantel levantó los brazos y agradeció con alma, vida y una bandera especial a esa multitud que durante tres años estuvo en las buenas y en las malas.

Valentini y Toledo, tantas veces resistidos, fueron los más ovacionados —ya lo habían sido cuando los nombró la voz del estadio—. De hecho, el delantero se encontró con una bandera que celebraba el ascenso con simpatía: “Yo siempre te banqué”, rezaba el trapo. Sin dudas, el capítulo más emotivo de una historia de amor y odio que se volcó definitivamente con los tres goles en Jujuy que confirmaron lo más esperado en tres largas temporadas: el regreso a Primera.

Con el partido en juego —apenas una anécdota—, el canto fue un desafío para el acérrimo rival, ante la inminencia del cruce que paraliza a la Cuna de la Bandera. “Que amargados se los ve…”, se escuchó.

Pasaron los goles de Valentini y Bareiro, que fueron asi un guiño del destino. El defensor marcó ante su gente y fue largamente reconocido. El segundo, llegó por una gran maniobra de Toledo, que tuvo el premio soñado: todo el Gigante coreó su nombre.

Cuando el partido se interrumpió dos veces por las belgalas que salían de la popular donde habitualmente se ubica la barra y Rapallini amenazó con suspenderlo, la gente no dudó: “Que se vayan todos”, pidió.

Con el pitazo final, lo mejor aún estaba por venir. Bajo la lluvia, el plantel se subió a un micro descapotable y emprendió el viaje hasta el Monumento en una caravana incesante. Nadie quiso perderse nada.

El vehículo, rodeado de autos, motos, banderas que portaban miles de familias enteras, tomó Avellaneda, Cándido Carballo, la avenida de la Costa, Bv. Oroño, Wheelwright y avenida Belgrano. Demoró ni más ni menos que una hora y media en llegar hasta el punto de referencia.

Allí, otra vez de desató la locura. Fuegos artificiales, cantos para propios y hacia “los primos” y un inobjetable reconocimiento a los jugadores, en una comunión que se hizo esperar pero que valió la pena. De madrugada, el carnaval fue más fuerte que la lluvia y se convirtió en una noche que muchos recordarán para toda la vida.

(Rosario3)