Russo y el día después de la ansiada vuelta de Central a la primera división
Cuesta verlo a Miguel Angel Russo con esa imagen subterránea el día después de semejante desahogo para el mundo Central. No hay una mínima señal de que el técnico que logró desatarle el nudo en la garganta a cada hincha canalla intente subirse al pedestal de los intocables. Todo lo contrario. Procesa lo que le pasó con la inteligencia del que sabe que la vida le puso en el camino esta oportunidad y no tenía margen para jugarse otra ficha: “Ahora que ya pasó todo, puedo decir que había que ascender sí o sí. Este era el año. Es más, el fútbol argentino estaba esperando a Central en primera división. Por suerte puedo ser partícipe directo de esta vuelta. Ese es mi gran orgullo. Cuando decidí venir siempre estuve convencido de que hubiera sido muy difícil para este club estar otro año en la B Nacional”. Russo habla con el auxilio del deber cumplido. Avizora la silla más próxima del restorán del hotel Presidente y deja que la entrevista a solas con Ovación tome su cauce natural. Un recorrido que indefectiblemente encontró sus puntos de contacto en el regreso de Central a primera.
“Cuando decidí venir sabía que tenía más cosas para perder que para ganar. Era un momento muy particular del club. La ansiedad de la gente era tremenda. Costó mucho encontrar la calma. Por suerte se consiguió algo muy importante. Por eso la gente debe estar eternamente agradecida a este grupo de jugadores que siempre se mostró comprometido con lo que estaba jugando. No fue un equipo de figuras estelares, pero todos entendieron qué había que tener para jugar en Central. Y los números son claritos. No es fácil conseguir lo que se consiguió a cuatro fechas del final. Esto se logró por el aporte de todos. Desde la dirigencia, con el presidente Norberto Speciale y el vice Rubén Fernández a la cabeza, hasta Gonzalo Belloso, quien fue importante cuando estuvo con nosotros. Tampoco me puedo olvidar del Coco Pascuttini y Hugo Galloni en el trabajo de las inferiores.
—Siempre que asumiste en Central fue para ordenar la casa y no para disfrutarla. Otro en tu lugar dice logré el objetivo y ya me puedo ir tranquilo.
—Nunca se me cruzó por la cabeza eso. Por eso firmé por dos años. Vine a este club por el corazón. Además disfruto con Central en primera. Porqué voy a dejarle el lugar a otro si todavía tengo muchas cosas por hacer en esta institución. Se viene una etapa de consolidación de objetivos en primera.
—¿Qué le dirías al hincha que te tiró con una zapatilla en el Gigante cuando las cosas no se daban?
—Nada, qué le voy a decir. Cada uno sabe lo que hizo en este tiempo. En el aeropuerto de Jujuy varios hinchas se me acercaron para pedirme perdón. A esta altura de mi carrera no me modifica un comentario malintencionado o una crítica. Sé que cometí errores, pero no puedo detenerme en eso. Lo importante es que en Central se logró la calma futbolística.
—¿Qué te hacía creer que el equipo iba a aparecer en algún momento?
—Siempre creí en lo que estaba haciendo. Todos hablan del partido ante Defensa y Justicia como la bisagra, pero para llegar a eso yo ya visualizaba que en algún momento el equipo iba a aparecer. Nunca dudé de que íbamos por el buen camino, pero tampoco desconocía la realidad de que los resultados no eran los esperados.
—¿Se te pasó por la cabeza dar un paso al costado?
—Nunca. Lo que quería lograr era que el equipo no jugara al ritmo de la gente porque el nivel de ansiedad del hincha de Central que conocí durante este año no era el mismo al que yo estaba acostumbrado. Una vez que lograra eso yo sabía que parte de la batalla estaba ganada.
—¿Te salvó la famosa espalda que dice la gente que tenés, superior a la de cualquier otro técnico?
—Yo vivo el día a día. No tengo más espalda que nadie. Si me creo eso estoy equivocado. Sé lo que logré, soy consciente de lo que genero en el hincha, pero no me puedo quedar con eso. Se logró algo muy importante y que era muy necesario para el club, y punto.
—Desde afuera se vio que viviste el partido contra Gimnasia y Esgrima de Jujuy como si tuvieras un nudo en la garganta.
—La verdad es que quería que se terminara todo de una buena vez. Sabía que íbamos a llegar al objetivo tan ansiado, pero no podía pensar en el futuro porque primero había que conseguir el ascenso. Recién ahí respiré tranquilo.
(La Capital)