Lo mataron de dos puntazos frente a sus amigos y le robaron las zapatillas
Un pibe de 17 años fue brutalmente asesinado por una patota durante la madrugada de ayer en el barrio Las Delicias. Emanuel Ramos regresaba a su casa después de haber estado en el cumpleaños de la hija de uno de sus amigos.
Emmanuel Ramos murió la madrugada de ayer cuando volvía a su casa de la zona sur junto a su hermano, un primo y un amigo. Habían estado en el primer cumpleaños de la hija de un amigo a la que le había llevado como regalo un vestidito que compró con el dinero que ganaba en su trabajo de changarín. Tras matarlo de dos puñaladas, los maleantes le robaron las zapatillas y 100 pesos. Parece un crimen más de los 38 registrados en Rosario este año. Pero no lo es. Cada muerte tiene nombre, apellido, historia, familia. Entonces el número no importa.
Emmanuel y los suyos volvían de la fiesta infantil. Eran cuatro chicos que caminaban «tranquilos, pibes buenos», según dijeron los vecinos del barrio Roque Sáenz Peña donde viven, en la zona de Muñoz y Bermúdez. Eran las 2.20 cuando al llegar a la esquina de Entre Ríos y Arijón fueron interceptados por cinco muchachos, no más grandes que ellos, que los abordaron con «tres o cuatro facas y los apretaron». Les pidieron los celulares, las zapatillas, la plata. Algo habitual para los jóvenes que caminan a diario por las calles de Rosario. Entonces los chicos se trenzaron en una pelea en situación desigual: manos contra cuchillos.
La pelea. Los atacaron a todo o nada. Uno de los agresores se puso adelante y esgrimió una faca. Emmanuel y sus amigos reaccionaron rápido. Uno le tiró una piedra y una patada, otro lo empujó y entonces otro de los ladrones también sacó un cuchillo. Los chicos pudieron hacerlo retroceder por un momento. Emmanuel, que era un chico alto y fibroso, agarró un palo y defendió a su hermano. Había gritos y saltos mientras los cuchillos rompían el aliento. Una vez que pudieron, empezaron a correr. Pero Emmanuel cayó a diez metros del lugar mientras los otros, como perros cimarrones, los perseguían.
Según don Diego, el padre de Emmanuel y Dieguito, el grupo de amigos se defendió como pudo. «Dieguito encaró a uno y los otros tres empezaron a los piedrazos. Emmanuel levantó un palo del piso y le pegó a uno. Ahí aprovecharon y salieron corriendo, pero Emmanuel era grandote y se cayó a los pocos metros. Entonces se acercó este hijo de mala madre, lo acuchilló en el piso y le robó las zapatillas». El hombre lo cuenta desde su vida dura, que no aguanta un golpe más. En ese forcejeo el joven recibió dos puñaladas, una en el pecho que perforó su corazón y otra en la espalda.
Una vez que Emmanuel quedó tirado en el piso, sus amigos y su hermano volvieron y llamaron al Sies. Otra demora más. La ambulancia del servicio de emergencias tardó tanto que el chico fue llevado al hospital Roque Saenz Peña (ubicado a seis cuadras del lugar del ataque) en un móvil policial. Llegó muerto.
Conocido. Según los allegados a la víctima, los chicos habrían identificado a uno de los atacantes. «Son de atrás de la vía», dijeron en referencia a los rieles que corren paralelos a calle Flammarion y cortán Arijón muy cerca de donde fue el ataque mortal, contó un testigo del crimen. El muchacho identificado tiene en su prontuario otra muerte, robos reiterados y hasta un pedido de captura, agregaron fuentes de Jefatura, adonde fueron a declarar las víctimas la mañana de ayer.
«Emmanuel era un pibe bueno. Hizo los primeros años de secundaria y después se puso a trabajar. No tenía antecedentes penales de ningún tipo. Sacaba la plata con trabajitos que hacían entre los pibes. Cuando lo mataron tenía 100 pesos encima. Yo le quise dar plata esa noche y me dijo que no, que yo trabajaba mucho. Me lo mataron como a un perro y en el mejor momento de la vida», dijo su padre.
Humildad y dolor. Diego Hugo Ramos vive con sus hijos en una humilde casa. Es vendedor ambulante de huevos, aunque vende lo que se presente y hace años que ese es su trabajo. La casa, hecha a fuerza de días y cuadras recorridas la ocupaban Emmanuel, Dieguito y él. «Hace cuatro años que vivo solo con ellos por cuestiones familiares. Y le aseguro que cuando salen no duermo. Siempre estoy alerta. Anoche, cuando me avisaron, tampoco dormía. Es más, parece una cosa del destino. Antes que Emma saliera le saqué una foto con el celular. Fue la última», dice el hombre, duro de cuerpo y alma, que lloró mientras contaba su historia a La Capital.
«La policía me dice que saben quiénes son. Yo quiero que me los traigan. Nada más», dice don Diego. Y después suma su queja vecinal: «Así no se puede vivir, la inseguridad es total. Los otros días fui a una reunión en la que presentaron un libro sobre seguridad en la provincia. Pero si todos no se ponen de acuerdo se pueden escribir muchos libros y a los pibes como mi hijo los van a seguir matando», dice el hombre.
Dieguito, el hermano de Emmanuel, prefirió no hablar. En la pelea fatal terminó con una herida de cuchillo en su mano izquierda. «Está muy mal, le dieron feo en la mano y además es insulino dependiente. Está destruido», contó su padre.
El cuerpo de Emmanuel estaba ayer a la tarde en el Instituto Médico Legal a la espera de ser sometido a la autopsia. Sus amigos, en tanto, esperaban en la puerta de su casa acompañando a don Diego. «Todavía no me lo dieron. Esta noche seguro que van a ir muchos amigos», dice el hombre refiriéndose al velorio de su hijo. «Hablé con el comisario y me dijo que podían tener un dato. No sé quien fue, pero Emmanuel ya no está».
El trágico hecho es investigado por personal de la sección Homicidios de la Unidad Regional II y la subcomisaría 20ª. (Claudio Berón/La Capital)