La conducción del poder detrás del poder
A días de las elecciones en Estados Unidos intentaremos poner blanco sobre negro a algunos elementos en torno a las campañas políticas que se están llevando adelante.
Lo primero que hay que puntualizar como componentes básicos en el comentario que nos ocupa, es que las campañas cuestan ingentes sumas de dinero, obligan a movilizar enormes maquinarias publicitarias e importantes mecanismos administrativos.
El enfrentamiento entre Obama y Romney puede llegar a costar 3.500 millones de dólares y está claro que quienes “donan” esos dineros no lo hacen a cambio de discursos.
Los votantes, en el 2012, ingresarán manual o electrónicamente su apoyo por la imagen que los candidatos consigan imprimir sobre la pantalla del televisor. Repito, en este sentido, lo que habitualmente se dice antes de cada elección en cualquier parte del mundo: Un ciudadano no es sino una persona que, cada determinada cantidad de años, tiene el privilegio de optar por personas que han sido elegidas por otros.
No es mi intención desilusionar a nadie ajeno a los procesos eleccionarios, pero es obvio que en las elecciones internas no se decide quien es el mejor candidato, sino quien es el que tiene más posibilidades de ganar y esto último está íntimamente relacionado a la cantidad de recursos y medios que tiene el candidato para volcar a favor de su campaña.
No es casualidad entonces que en pleno proceso de elección, los medios de comunicación incrementen el costo del minuto y el segundo. Desde esos mismos medios salen disparados hacia el infinito los costos de carteles, pancartas, espacios radiales, el comentario favorecedor del comentarista prestigiado, la entrevista “periodística”, el “flash” en el noticiero del mediodía y de la noche, la mención de una revista, la foto en la página impar del matutino, la mención de un twitter o la reproducción de un facebook …
Un baño de realidad
Es cruel decirlo, pero es la realidad.Todo se vende, nada es casual. Todo es toma y daca. Todo se entrega y se recibe a cambio de compromisos ante eventuales triunfos. Así nacen proyectos lícitos y otros inconfesables.
Los especialistas internacionales en campañas presidenciales y hasta de una simple intendencia saben que todo se halla regulado por quienes tienen el verdadero poder, ya que disponen de medios de difusión, conducen el derrotero de las finanzas, administran la producción y hasta, en algunas oportunidades, afectan fondos internacionales a proyectos, mientras –paralelamente- torpedean otros, influyen sobre el valor de las monedas y compran y venden funcionarios con capacidad de modificar la realidad y por ende el resultado final de las campañas. Estados Unidos no es ajeno a ese modus vivendi.
Al electorado norteamericano se le han presentado dos o tres opciones diferentes, pero hay que dejar claro que no será el electorado el que decide las opciones en primer lugar.
Para cuando elige, su decisión ya no importa demasiado: Los compromisos ya fueron firmados y los contratos pactados. Así se conduce el poder detrás del poder, según la opinión de los directores de campañas políticas.