La marcha mediática
Cuando nos gobiernan los medios de comunicación, los hombres se vuelven enfermos. Violentos del consumo, sedientos de titulares, inespecíficos e individuales. Cuando los medios nos dicen en realidad no dicen lo que dicen, nos cooptan, nos demandan su atención, su bajada de línea y su recorte de la realidad.
Y cabe la aclaración: el ejercicio del periodismo no es el de los medios, que hoy, son empresas multinacionales con vínculos hacia todas las ramas y cuyos intereses se ven afectados por diversas políticas que todos conocemos. El periodismo, aún dentro de sus cientos de limitaciones, sigue teniendo el deber de informar qué es lo que está pasando en tal o cuál lugar para, supuestamente, anoticiar a una sociedad que le interesa el tema que está contando. Otra cosa es inventar y agitar a los eventos para que estos se desarrollen. Y otra, muy distinta, es valerse de las posiciones monopólicas en el mercado, para que eso que se produjo, tenga su correlato en los cientos de frecuencias que posee ese multimedios, al cual debemos dejar de llamar de esa manera, para nombrarlo multi industria (puesto que producen en todos las ramas y en todos los sentidos).
En Argentina, quizás, se haya dado una de las primeras marchas mediáticas de la historia, auspiciada por las multi empresas y con consignas claras y específicas sobre qué, cómo y dónde. Los camiones satelitales instalados desde temprano en los puntos citados. Los twits de periodistas rentados, los me gusta diseminados por face, los emails marcando cada punto de la protesta; son solo ejemplos a los que podemos agregar los constantes llamados desde canales y radios.
Los planos cortos, el cuidado de la tomas y los personajes entrevistados, los vivos constantes, la repetición simultanea en prime time, la lectura rápida y efectista de analistas políticos y conductores, la partición de la pantalla para mostrar las manifestaciones en distintos lugares durante más de dos horas fueron, sin dudas, la estrategia para que más gente se sume a “la marcha anti K”, como la presentaron algunos.
Cada una de las consignas vertidas en la manifestación tuvo su correlato en una tapa o programa de las multi industrias. Su arduo trabajo se vio reflejado en los carteles que portaban los consumidores de TV, TV por cable, TV satelital, internet, celulares, twitter, facebook, redes, etc. Así se repitieron las palabras: dólar libre, yegua, libertad, seguridad, importación, uso de la tarjeta en el exterior, no a la reforma constitucional, no a la re re, no a las asignaciones universales.
La penetración de los medios en los sectores sociales es alentada por la cultura individualista, egocentrista y maquiavélica que una y otra vez, profesan desde las clases medias, medias altas y altas con la terrible y epitáfica palabra “basta”.
El “Basta” es un atentado democrático en sí mismo pero para las multi industrias y sus aliados de clase, la democracia es solo un costo cuando sus intereses se ven afectados. Y aquí cabe una aclaración: el Basta puede ser revolucionario cuando se lo dice a una dictadura, a un gobierno títere que traicionó su pueblo o a un régimen determinado. En este caso, el Basta, instalado como bandera de los marchantes, es contra un gobierno elegido hace once meses y que asumió hace nueve, votado por el 54% de la población.
En ese sentido, también, hablar del Basta, es preguntarnos ¿Basta de qué? Según lo que puede apreciarse en las consignas diseminadas por las redes, el Basta, podría entenderse en varios aspectos: basta de inseguridad, basta de corrupción, basta de asignaciones, basta de controles al dólar, basta de cadena nacional, basta de ley de medios, y otros innumerables bastas que solo denotan el contenido ideológico verdadero de la protesta: basta de un gobierno comandado por una yegua, que no nos deja comprar dólares, y alimenta a los pobres con subsidios. Pobres que son los mimos que después nos roban. La tapa de la revista Noticias que saldrá mañana en los kioscos de todos el país y que adjunto a la presente, es muestra de la instalación mediática sobre la falta de derechos y libertades.
Y ahí nuevamente se devela el lenguaje mediático replicado por los sectores de clase media y alta. El problema de la distribución de la riqueza implica que los sectores que más tienen, repartan un poco más la torta. La ampliación de derechos a su vez, excluye los privilegios de clase y la multiplicación de la palabra, es sacarles el monopolio de la misma.
Y ellas, (las multi industrias), no entregarán la torta así fácilmente y buscarán, una y otra vez, que sus aliados de clase (y de privilegios), se encuadren para, esta vez, por suerte, golpear las cacerolas y no los cuarteles.
comparto en total tus palabras.gracias