El homoerotismo, un fenómeno que crece entre las chicas sub 30
Hay una generación de mujeres que se anima a la exploración sexual con otras mujeres, lo que no implica que sean homo o bisexuales. Entre el encantamiento de sí mismas, el imperativo del placer y las libertades sin culpa.
“¿Si soy gay? No. Disfruto, me divierto, la paso bien. Sí, beso a las chicas, pero de ahí todavía no paso”. Suena la música en Belushi de Palermo y es imposible no mirar a Cecilia, arquitecta, 26 años, su cuerpo es la catedral del deseo. La miran los tipos, claro, pero también las chicas. Encantada consigo misma y con la situación, su gestualidad le hace un guiño a todos. Parece tan libre como narcisista.
Cecilia no está sola: hay muchas Cecilias en la noche del país. Una generación de chicas de entre 20 y 30 años que dejaron hace rato la adolescencia, que perpetúan la exploración sexual y no tienen mayores complejos en besarse o acostarse entre sí, pero que no por eso se asumen como homo o bisexuales, simplemente porque no lo son.
El fenómeno no es nuevo y tiene un antecedente concreto: período de entreguerras, París, Belle Epoque. Las mujeres ascienden socialmente, las polleras se acortan, en los bares hay vértigo, placer y promiscuidad. El feminismo es una fe. Hay chicas que se desean y lo exhiben con orgullo. Hay un movimiento literario y cultural que lo representa. Son las mujeres de la Rive Gauche. Quedan en la historia. Luego viene el horror.
Noventa años después, Occidente se atiborra de eroticidad femenina. No hay fe, hay fiebre. Lo lésbico estalla en las publicidades. El hombre lo fomenta: no ve allí una amenaza, sino más deseo. “Con su oferta de fotos de intercambios de caricias entre mujeres, la publicidad es una de las causas de este cambio de conducta”, afirma la psicóloga Adriana Guraieb, quien agrega: “El hecho que las jóvenes observen esas conductas sexuales las habilita para darse el permiso de probarlo, de ensayarlo”.
El culto exacerbado al cuerpo femenino, su ubicación en el altar del consumo, genera que el placer visual se vuelva unívoco. Comunicadora social y actriz, Tamara Moores opina que “las mujeres todo el tiempo estamos mirando mujeres. Estamos en un mundo donde el objeto de deseo por excelencia, es mujer. El hombre como objeto de deseo aparece de manera mucho más dosificada y con todo un contexto alrededor: es un galán, conocemos sus valores, tiene voz y la mayoría de las veces hasta sabemos si tiene familia. ¿Qué nos queda entonces? No hay otra opción más que aprender a contemplar mujeres. Mientras las mirás, aprendés los discursos, aprendés por qué son deseadas, incluso cuando no sabemos quiénes son o qué hacen (a nadie le importa). Nos la pasamos mirando mujeres desnudas, minas hermosas y generalmente poderosas. La atracción hacia eso, hacia ese poder y esa belleza que emana el “arquetipo mujer” nos pone a dos segundos de pensar que nos pueden gustar. La verdad es que sí, la mujer te termina gustando”.
“Las mujeres –agrega la licenciada Graciela Fainman– pasaron a ocupar lugares antes impensados y se han tornado más interesantes incluso para ellas mismas”.
Autora del libro “Sexo a la carta: costumbres amorosas en el siglo XXI”, la psicoanalista Any Krieger sostiene que “Desde los años 60, el sexo se desarrolla entre el incesto y la bisexualidad. La mujer aprovechó la disgregación del hombre y la caída de la autoridad del padre para pensarse en términos de igualdad y de una competencia bastante cruel. Hoy, ni el hombre es aquel de la caballería ni tiene la fuerza social de antaño. Y las mujeres acumularon un lugar menos elegante para el hombre, y ya no se ubican detrás de él”.
Signo de los tiempos, hoy la generación de los 20 habla sin tapujos tanto de sus consumos –drogas, alcohol, pornografía–, como de sus placeres más seminales. En épocas de Gran Hermano, Internet desatada y crisis de alcobas reveladas a la hora de la siesta, la intimidad salió a la palestra. El Dr. Pedro Horvat, especialista en Psiquiatría y Psicoanálisis, subraya ese aspecto: “La sexualidad es multifacética. Y las ramas del deseo son muchas. Hoy, toda clase de fantasías están muy toleradas. La gente habla de sus fantasías homo con mucho más facilidad. Los pacientes, por ejemplo, hablan con naturalidad de su masturbación. A partir de eso, la posibilidad del deseo homosexual queda abierto”.
“Los medios –agrega– transforman esta tendencia en un relato hiperbólico. En un producto. Todo el tiempo presentan a mujeres que hablan de fantasías homo, y que muestran la intimidad sexual”.
Entre el vacío por cierta insatisfacción permanente, entre la legitimización que provoca el hecho que los medios reproduzcan esas conductas y, con eso, las vuelvan normales, el deseo contemporáneo conforma una síntesis que viaja transportada sobre una corriente informe, impredecible. (Clarín)