Sopa de palabras
El presidente estadounidense Barack Obama tranquilizó a la población a través de un discurso televisivo al decir que la masacre del cine no fue un atentado terrorista y, por lo tanto, las víctimas podrán descansar en paz. Nada anormal, salvo la idea de que un alocado ciudadano pueda andar libremente por la calle con chaleco antibalas, máscara antigás y unos cuantos fusiles de guerra. Derecho constitucional, que le dicen en aquellos parajes. Mientras tanto, en París, se postergó el estreno de la nueva aventura de Batman, por si las moscas. Hay películas que provocan eso de salir cargados como Rambo y asesinar a mansalva. Cosas de todos los días. Una locura. No como la de los policías salteños que torturaron al peor estilo de la dictadura sólo para salir en youtube. Y perdón por la cruda ironía. De ser sólo una locura, con un tratamiento psiquiátrico se arreglaría. Pero como es práctica corriente en muchas comisarías del país después de treinta años del retorno a la democracia y como, tal vez, muchos individuos que se dicen argentinos convalidan ese accionar, la solución parece más compleja. Una locura es que una diputada del PRO presente un proyecto para limitar el uso de la Cadena Nacional, aunque cueste creerlo. O más que locura, sincericidio, pues la fuerza política –es un decir- que representa sería incapaz de ocupar tanto espacio discursivo. No es fácil imaginar al empresario devenido en Jefe de Gobierno dando tantos discursos cargados de contenido, ideas, anuncios y demás cosas con que nos ha acostumbrado CFK. A Macri, con diez minutos de excusas semanales le bastan y sobran. No conoce tantas palabras. Ni tampoco tiene tantas ideas transformadoras. Y menos aún contenido. Lo que le sobra es mala intención.
En el acto de inauguración de la 126° Exposición Rural, Macri instó a La Presidenta a que termine con las actitudes “mezquinas” y que reabra el diálogo con la dirigencia agropecuaria. También la invitó a que abandone la “soberbia”. Para la concepción de la vida que tiene este claro representante de la oligarquía es ‘mezquindad’ que CFK cobre impuestos a los que más producen y exportan para continuar con el desarrollo industrial de nuestro país. Pero no es mezquindad que los dueños de la tierra acumulen dólares con facilidad y se nieguen a compartir sus cuantiosas ganancias. Tampoco es ‘mezquindad’ que estos sectores lloren como heroína de telenovela cuando hay una amenaza de sequía o pierden dos granos en el camino. Para Mauricio Macri no es mezquindad que los dueños de la tierra, los que más ganan y acumulan sean estatistas con las pérdidas y privatistas con las ganancias. Tampoco es mezquindad que evadan a los cuatro vientos. Y otra palabra que este peligroso exponente de la derecha argentina pronuncia sin conocer el significado es ‘soberbia’. Todos son soberbios menos él, por lo que debe tener confundido el concepto.
Y aunque Hugo Biolcati habla más, tampoco entiende demasiado. O sí, pero en un sentido adverso. En la misma inauguración y por idéntico precio, el Presidente de la SRA reclamó al gobierno “reglas claras y un horizonte certero de mediano y largo plazo para el campo”, se quejó de la “asfixiante presión tributaria” y advirtió que “la intervención oficial ya lleva seis años”. Biolcati llama “intervención oficial” a un gobierno elegido por más del 54 por ciento de los votos; exige “reglas claras” cuando la idea es sencilla: redistribución del ingreso; o nombra como “impuestazo” a un tímido y necesario revalúo fiscal. Pero también dice que “la asfixiante presión tributaria que soporta el campo, con efectos claramente confiscatorios, hace que el recurso suelo subsidie los desbalances fiscales nacionales, provinciales y municipales». Riquísima ‘confusión’ la que exhibe el patricio en esta frase. Los tributos son presiones y confiscaciones y el crecimiento sostenido con inclusión y redistribución del ingreso es un desbalance fiscal. Y la culpa la tienen los ejecutivos de todos los niveles elegidos como representantes con el voto popular. Claro como el agua: angurria y golpismo. O, en boca de Macri, lo contrario de mezquindad.
Muchas veces en estos Apuntes se hizo referencia al uso de algunas palabras por parte de los que siempre gobernaron el país a su antojo. Los exponentes del poder fáctico llaman ‘consenso’ a la obediencia y ‘diálogo’ al dictado de órdenes. Pero en los últimos tiempos, el Jefe de Gobierno porteño usa una palabrita que debe haber incorporado recientemente a su desnutrido vocabulario: ‘soberbia’. Y la usa hasta el abuso. En tiempos de la esclavitud, se llamaba soberbio al esclavo que desobedecía las órdenes y se lo castigaba por ello, para que aprenda a ser más humilde. La humildad entendida como obediencia. La soberbia cobra el sentido de la desobediencia. Entonces, como La Presidenta desobedece –no consensua- los mandatos del Poder Fáctico y no escucha las órdenes –no dialoga- es soberbia, por lo que merece un castigo.
Pero el autor de estos Apuntes no está pensando en el látigo. El flagelo que planean para Cristina es el silencio. Por eso, de un tiempo a esta parte, estos individuos protestan ante cada discurso de CFK desde los medios con hegemonía en decadencia. Por eso cada periodista desde esas propaladoras de estiércol llama ‘cadena nacional’ a todo discurso de La Mandataria. Como no pueden contraponer una palabra al proceso de transformación K, pretenden anularlo con el silencio. Al no tener la capacidad intelectual ni oratoria de Cristina y como no les da la cara para fundamentar el proyecto mezquino –aquí sí está bien usada- que defienden, intentan acallarla. Como saben que ni en sus fantasías más privadas obtendrían el apoyo popular de las últimas elecciones, tratan de socavar su legitimidad. Como no pueden anteponer un proyecto superador al que está en curso, quieren boicotearlo a través de la rebeldía tributaria. Como se dicen defensores de las instituciones aunque las desprecien con ostentación, presentan un proyecto de ley para condicionar la Cadena Nacional.
Laura Alonso, diputada nacional del PRO, presentó un proyecto de ley para suprimir el derecho que tiene el Estado Nacional previsto en el artículo 75 de la ley de Servicios de Comunicación Audiovisual. Sin vergüenza ni reparos, fundamenta su propuesta en el decreto-ley de la dictadura, que limitaba el uso de la cadena nacional a situaciones de extrema gravedad. Para la diputada, la voz presidencial debe anunciar malas noticias, es decir, la claudicación del representante ante el Poder Fáctico y no lo que más abunda, que son planes de inclusión y crecimiento. Para Alonso, «las recientes cadenas nacionales de la Presidenta de la Nación no han difundido mensajes que reflejen gravedad, excepcionalidad o trascendencia institucional», por lo que, desde su punto de vista, es necesario limitar «esta facultad drásticamente». Como no bastaron los argumentos autoritarios, apeló a la sinceridad. Aunque parezca mentira, la diputada advirtió que la Presidenta de la Nación podría «recurrir sistemáticamente al uso de la cadena nacional todos los domingos a las 23 para evitar que la ciudadanía acceda al programa televisivo periodístico de mayor rating», en referencia al programa de Jorge Lanata, que ya perdió siete irrecuperables puntos.
Y si de palabras se trata, Moyano apeló a la psicología al afirmar que le “sería imposible” votar nuevamente a Cristina porque el movimiento obrero sería “masoquista” si la eligiese para un tercer mandato. En su afirmación transforma la representatividad por el ser. El no representa al movimiento obrero sino que ES el movimiento obrero. Pavada de diván necesita. Muchas palabras se analizaron en este apunte y lo que puede hacer con ellas el Poder Fáctico. Terrorismo y masacre. Locura y tortura. Diálogo, consenso y soberbia por órdenes, acatamiento y sumisión. Tal vez, Moyano llamaría ‘masoquista’ al trabajador español que vote por un presidente que saque del pozo a ese maltratado país. Maltratado por una crisis que no es ni una epidemia ni un fenómeno natural, sino el resultado de los mezquinos, autoritarios y soberbios actos de los exponentes del Poder Económico, esos que tratan siempre de imponer los significados incorrectos.