Por irregularidades, revisarán un tercio de los votos en México
El anuncio del candidato presidencial del PRD, Andrés Manuel López Obrador, de no reconocer los resultados del domingo que dieron ganador a Enrique Peña Nieto, del PRI; la amenaza de impugnar las elecciones y, ayer, de pedir el recuento voto por voto en 114.000 de las 143.000 mesas en las que dice que hubo irregularidades, tiene varias lecturas posibles.
Ayer la máxima autoridad electoral anunció que revisará hasta un tercio de los votos emitidos durante los comicios presidenciales del domingo debido a inconsistencias en las actas, aunque la izquierda solicitó recontar la totalidad por considerar que hubo irregularidades en la mayoría.
El consejero electoral Alfredo Figueroa informó que entre 45.000 y 50.000 paquetes de votos podrían ser reabiertos a partir de hoy, porque se detectaron errores en la captura de información de las actas, o diferencias menores a un punto porcentual entre dos candidatos.
López Obrador insiste en que actúa con absoluta responsabilidad y en apego a la ley. No es casual: en 2006, cuando fue derrotado por Felipe Calderón por apenas el 0,5%, mandó “al diablo” a las instituciones, durante más de medio año se movilizó por las calles y se autoproclamó “presidente legítimo” el día de la asunción del actual presidente, el 1° de diciembre de aquel año. “Allí radica una de las diferencias. En 2006, López Obrador no fue a la Justicia para revertir la situación, sólo optó por la lucha en las calles”, explicó a Clarín la analista Gabriela Rodríguez.
Según el Instituto Federal Electoral (IFE), Peña Nieto se impuso por una diferencia cercana a los 7 puntos, una brecha que más allá de las innumerables irregularidades registradas parece imposible de descontar. “El sistema electoral mexicano debe ser el más seguro del mundo, porque está hecho sobre la base de la desconfianza de todos. Es imposible hacer fraude, aunque sí hubo compra de votos y gastos desmedidos de un candidato en la campaña”, dijo a Clarín una fuente que vino a México como observador.
¿Qué denuncia el PRD entonces? Según el propio López Obrador, todo el proceso electoral estuvo viciado. Para él, el desmedido apoyo de los medios al candidato del PRI, los cientos de millones de dólares gastados por Peña Nieto –incluso de dudoso origen– y la compra de votos, tiñen de oscuro el resultado. Algo difícil de probar como para anular una elección.
En ese sentido, la apuesta de López Obrador apunta a “limpiar” de irregularidades estas elecciones, no ya con la intención de ser proclamado vencedor, sino más bien como un “mandato moral”, sobre todo hacia los jóvenes y sus bases más radicales. En el centroizquierdista PRD saben, confiaron a Clarín fuentes políticas, que aún sin trampas perdieron la elección.
Para Jorge Zepeda-Patterson, analista político y ex director del diario El Universal, al final “no pasará nada, más allá de la presión que debe hacerse para mejorar una democracia imperfecta como la mexicana”. Y descartó que López Obrador se lance a un conflicto postelectoral, como en 2006, sobre todo por el buen papel del PRD en las elecciones legislativas y locales. La alianza de partidos que impulsó su candidatura se convirtió en la segunda fuerza política en el Congreso y ganó las gobernaciones de Tabasco y Morelos. Además arrasó en el Distrito Federal, donde gobierna desde 1997, con más del 60% de los votos y más de 40 puntos de ventaja sobre el segundo.
López Obrador ha sido capaz de aglutinar a toda la centroizquierda e izquierda alrededor de su figura, carismático, impredecible, conservador y radical al mismo tiempo. Pero su ofensiva tiene un límite, que incluso dentro de su partido no están dispuestos a sobrepasar: habrá unidad dentro del marco legal, pero si el ex candidato decide ir más allá corre el riesgo de quedarse solo. No son pocos en su partido los que creen que ya es tiempo de nuevos liderazgos. (Clarín)