Hugh Laurie, el actor de «Dr. House», deslumbró en Rosario
El actor, que se ganó al público al interpretar a uno de los médicos más famosos de la televisión, presentó su disco «Let Them Talk» anoche en el Metropolitano y dio una clase de blues.
A la hora señalada, se paró en el centro del escenario, botas tejanas, jean negro, camisa con un bordado de flores y la expresión desafiante del médico que, durante ocho largos años, mantuvo en vilo al planeta a través de la pantalla de televisión. No era Dr. House, era Hugh Laurie, está claro, pero hablaba con la voz de Dr. House, en español, como lo hace en la versión doblada de la serie.
El engaño, el chiste, se terminó cuando la voz, que no era la suya sino una cinta grabada, reveló el engaño. ¨¿Por qué no siguió una temporada más?¨, se lamentó sin poder ocultar el enojo que le provocaba que el programa se haya levantado de la pantalla. ¨Por lo menos hasta que me hubiera comprado el Audi A7¨, se quejó la voz y el público estalló en una carcajada, que culminó en una ovación.
Fue la primera de una noche en la que hubo varias. El salón Metropolitano, el coqueto salón de fiestas del shopping Alto Rosario, estaba colmado. Unas 2.500 personas asistieron al show que el actor y músico inglés ofreció anoche para presentar en sociedad los temas de su último álbum, ¨Let Then Talk¨, en su mayoría fans de «Dr. House», que pagaron la entrada sin saber a ciencia cierta con qué se encontrarían.
Y qué bueno que lo hicieron, porque Laurie, como músico, como maestro de ceremonias, no conformó sino que entusiasmó a la platea que siguió con atención sus interpretaciones y festejó entusiasmada sus ocurrencias. Al verlo sobre el escenario, con la figura desgarbada con la que recorrió los pasillos del Hospital Princeton-Plainsboro, quedó claro que nadie más que él podía haber sido Dr. House.
El personaje fue creado a su imagen y semejanza, aunque poniendo el acento en sus rasgos salientes, como los dibujantes en las caricaturas. Su humor, a veces ácido, otras negro, es el mismo que el del médico que encarnó en la pantalla. «Cuando era chico tenía una maestra de piano a la que odiaba, la única canción del libro que yo quería tocar no me la enseñó, obvio, la maté», disparó, con mirada de asesino serial.
Hablaba de «Seanee River», uno de los puntos más altos del recital, que sacudió de las butacas a la platea, que se dejó llevar por el ritmo contagioso de la canción haciendo palmas. Promediaba la presentación y, después de «Melow Dowon Easy», «You Don´t Know My Mind» y el himno gospel «Battle of Jericcho», Laurie no necesitaba convencer a nadie que además de un actor genial es un músico sensible.
De eso se trató su desembarco en la Argentina, su escala en Rosario, la presentación de las credenciales de un actor que, a los 53 años, decidió hacer lo que mejor sabe y más le gusta: tocar el piano, la guitarra y cantar los temas de ayer, hoy y de siempre, que lo conmovieron y que hoy él mismo hace que conmuevan a sus fans. Una decisión de alto riesgo que, por ahora, le salió de mil maravillas.
En el primer tramo del show se dio el gusto de tocar «Unchain My Heart» de Ray Charles, un tema difícil, que ha tenido innumerables versiones y que, en sus voz potente y clara, cobró un nuevo sentido. También se le animó a «Sumertime», el clásico de George Gershwin, acompañado en oboe por Vincent Henry, uno de los talentos de la banda que lo acompaño en su priemra actuación en Rosario.
Tocó el piano, la guitarra -aunque aclaró que no sabía hacerlo- y cantó mucho y muy bien, también explicó porque había elegido los temas que había elegido para su repertorio, habló de Louis Armstrong, de Jimmie Rogers -músico country del que, fiel a su estilo, dijo que no había temas nuevos porque está muerto- y de Buddy Bolden, una de las leyendas de la música de New Orleans, del que no hay ninguna grabación original.
Al final, acaso en el único desliz del show, apareció con la camiseta de la selección nacional de fútbol, con el número 10 en la espalda, donde tenía estampado su apellido. Aprovechó el momento para agradecerle a Rosario que le haya regalado al mundo a Lionel Messi, le costó mucho pronunciar el nombre del crack rosario, acaso porque no lo sabia hasta un segundo antes o simplemente porque le resulta difícil pronunciarlo.
Con todo, el show fue completo, tuvo música, de la buena, y entretenimiento. Además, al menos para los rosarinos fanáticos de «Dr. House», ofreció la posibilidad de darle las gracias a un actor tan querido por el público, algo que en estos tiempos de sentimientos líquidos es un bien escaso, como el dólar, como el talento que Laurie desplegó en el escenario y que dejó más que contentos a los espectadores que desafiaron el frío para verlo en acción. (La Capital)