Queremos preguntar(nos)
¿Periodistas por un lado, los medios por otro y nosotros en el medio?
Mucho se ha dicho, escrito y reproducido sobre la situación actual del periodismo en nuestro país, como así también el rol que ocupan los medios de comunicación en nuestra vida, ya sea para mantenernos informados sobre los últimos acontecimientos. Acudimos a ellos cada vez que queremos enterarnos que es lo que sucedió en el día, y hojeamos las páginas de los diarios o simplemente leemos su tapa para ver que dicen esos títulos (cada vez más chiquitos pero no por eso menos truculentos) y poder estar al pie del cañón con las últimas noticias, con los temas que serán nuestro itinerario para hablar en la cola del Banco, mientras formamos fila en el supermercado o cuando cruzamos a la vecina del barrio que pasea alegremente al perro. Pero, ¿es así realmente?.
¿Cuantas veces, mientras estabamos trabajando, estudiando o haciendo tiempo, escuchamos a la pasada un ruido a fritura proveniente de la radio -que estaba enchufada o con baterías-, y nos detuvimos a oir algo que nos impactó y nos pareció novedoso? Probablemente lo hagamos todo el tiempo sin darnos cuenta, sin poder tener siquiera un minuto para digerir esa información y entender de que se trata. Parece ser que nuestra atareada vida -que cada vez más cargamos con actividades y responsabilidades- y el pulso de los medios de comunicación están complotando contra la voluntad de miles de millones de seres humanos que estamos atravesados por flujos de información constantes que condicionan nuestra existencia, nuestro sentido de pertenencia, alienando la propia capacidad de raciocinio (nuestra facultad de pensar) e impidiendo que podamos comprender si somos un dato más en este torrente comunicacional que nos inunda y nos deja a la deriva.
¿Somos también un potencial comprador-consumidor de productos publicitarios que caen como bombas sobre nuestros ojos, sobre todos los sentidos de nuestro cuerpo? De ser así (y este autor cree que es de esta manera) nos subyuga una doble enajenación que es muy peligrosa: no solo estamos alienados respecto a lo psiquico, sino tambíen a lo fisico. ¿Son estás las cadenas de dominación de una nueva era que descansa sobre los medios de comunicación?
Preguntas y más preguntas
Pese a que es imposible no caer en la tentación de contestar a las preguntas que anteceden a este párrafo naciente, vamos a seguir pensando a los medios de comunicación de nuestra época a través de interrogantes, de cuestionamientos. Quizás ya no sea importante obtener respuestas, sino más bien hurgar en las hendiduras de quiebre que se producen en las distintas esferas que componen nuestro ideario (político, social, cultural, económico, etc, etc), observando en las visagras y fracturas de la coyuntura político-histórica nacional aquellos cuestionamientos que nos permitan acercarnos a repensar prácticas, tácticas y estrategias que llevan adelante los multimedios de comunicación (así es, de aquí en adelante, nos referiremos con el concepto correcto: multimedios de comunicación).
¿Por qué multimedios de comunicación?
Breve descripción de una concentración hegemónica
Ahora bien ¿porque multimedios de comunicación?. Voy a caer en la tentación y contestaré la pregunta, pero no seré yo quién lo haga, sino que ensayaré una respuesta y canalizaré la intención por medio de una cita de Horacio Verbitsky, donde realiza un breve repaso del proceso de consumación de la concentración monopólica de los medios de comunicación. Verbitsky, en su libro “Un mundo sin periodistas” enumera los hechos principales de dicha construcción hegemónica mediática que se inicia con el decreto número 22285 de la dictadura, en donde se repartieron los medios de comunicación entre los tres Comandantes en Jefes de las fuerzas militares que habían derrocado al Gobierno de Isabel Perón, y el grupo Clarín consiguió Papel Prensa “en una mesa de tortura”, como lo ha manifiestado el Canciller Héctor Timerman en una entrevista con el periodista Mauro Viale hace dos años. Este grupo de canallas incrementó su poderío con la reforma de ley de radiodifusión en 1989 con el avance en la posesión de medios electrónicos, los llamados “multimedios”.
Por su parte, el escritor de “Robo para la Corona”, “Ezeiza”, “Hemisferio Derecho” y tantos otros libros de investigación trascendentes en nuestra historia, asegura que “hasta entonces el mercado del que los medios obtenían sus ganancias coincidía en forma aproximada con la sociedad civil. Si bien la publicidad introducía un factor de distorsión, la necesidad de vender ejemplares o de tener audiencia le ponía un límite objetivo. Pero desde que esos grupos empresarios obtienen mayores beneficios con otros negocios, que también dependen del Estado, los medios pasan a convertirse en guardaespaldas de esos intereses y callan cuando les conviene”. La claridad de Verbitsky para ilustrarnos como se llevó a cabo el proceso de centralización de la propiedad de los medios de comunicación en manos de empresas privadas nos centra en el contexto que atravesaba el país en ese entonces con la aplicación del modelo neoliberal tejido desde Washington como receta para los pueblos latinoamericanos.
Sin embargo, con los sucesivos gobiernos de Fernando De La Rua (1999-2001), Eduardo Duhalde (2001-2003) y Néstor Kirchner (2003-2007), la situación del monopolio no sufrió mayores cambios; fue recién durante la etapa iniciada en 2003 cuando se plantearon algunas posibilidades para transformar el mapa del medios del país, pero fue solo eso, no hubo una modificación sustancial. Horacio Verbitsky se expide sobre el gobierno de Néstor Kirchner en la reedición del libro “Un mundo sin periodistas” en el año 2006 sosteniendo que es “lo mejor que le podría haber ocurrido a la Argentina después de la crisis espantosa provocada por la inundación devaluatoria duhaldista que cayó sobre la sequía dolarizadora menemista. (…) Pero creo que la política de medios del actual gobierno contiene demasiados errores y horrores”. De esta manera, y tras un recorrido por la historia cercana de estos últimos 30 años llegamos a conocer y entender como fue que se generó el espacio adecuado para la concentración de multimedios en manos de empresarios privados por medio de un esquema político neoliberal y con una economía de mercado, dos puntas necesarias para fortalecer esta desmesurada acumulación comunicacional.
Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual y los desafios que plantea
Desde su votación, sanción y promulgación en octubre de 2009 y centenarias audiencias públicas a lo largo y ancho del país, la ley de medios de la democracia se transformó en un paradigma comunicacional desde donde pensar y proyectar nuevos escenarios de realización periodística concreta, distribuyendo los canales de expresión y descentralizando la presión de los grupos monopólicos concentrados que citamos más arriba. Quién se ha encargado de enunciar una serie de desafios que tiene por delante la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual ha sido el periodista local, compañero y amigo, Sebastián Sánchez, en su artículo titulado «Ley de Medios…mientra tanto» (publicado en Red Colectiva y en Cuna de la Noticia), que analizaremos a continuación.
En dicho texto (cargado de conceptos familiares para todo periodista/comunicador), Sánchez proclama por una «actitud creativa» por parte de los trabajadores de prensa que consiga desarticular el paradigma cultural que la antigua ley de radiodifusión de la dictadura contrae en sus oscuras entrañas: «la actitud creativa, su misión de manipular el desorden para darle sentido, es la misma acción que necesitamos para pensar una realidad comunicativa que sea el reflejo contundente y sustancioso de la reglamentación, de la vocación y de la potencia de la actual ley de servicios audiovisuales para que en el sendero no haya bifurcaciones y terminemos descansando sobre las expresiones de deseo».
De eso se trata, sin lugar a dudas, el desafio más grande que tenemos por delante como trabajadores de prensa, como productores de contenido y realizadores de una comunicación más plural, diversa y democrática. Pero no es solo el único interrogante a resolver, sino que hay otros, a los cual Sebastián Sánchez se refiere en la misma nota, de la siguiente manera: «lo que debemos pensar avocadamente quienes estamos interesados, es cómo hacer que la realidad comunicativa subalterna integre la potencia de las nuevas tecnologías en formas inéditas que se impongan como nuevo paradigma dominante. Para que esto suceda favorablemente, los medios y la tecnología tienen que ser movilizadas desde núcleos políticos-politizantes, es decir núcleos sólidos de convicciones y valores sustentados por la realidad cultural de las mayorías populares.»
Podemos agregar al análisis del periodista que se trata de repensar viejas prácticas profesionales de un periodismo y un mapa de medios que han quedado -cuanto menos- anacrónicos en un momento histórico que exige novedosas salidas (actitudes creativas) en lo concerniente a la honda grieta y crisis que esta demostrando la comunicación concentrada, que ha fallado tozudamente en las concepciones de las políticas públicas que viene fomantando el Estado como así también sobre las mayorías populares a las que se refiere Sánchez, a lo cual estos medios de comunicación no han podido encontrar metodologías periodísticas pertinentes que aseguren una rigurosa conceptaluación de los tiempos que corren en nuestro país. Sin embargo, los medios hegemónicos insisten en asignar anticuadas denominaciones culturales (desde una herencia liberal-oligarquica) a un proceso político complejo como es el kirchnerismo.
De esta manera, el artículo de Sánchez reafirma la línea de concreción de una comunicación estrategicamente pensada para un «actor político-social»,dirigida como un proyectil que atraviesa esos conceptos regidos bajo la matriz liberal, paridos desde un sentido mecanicista y que han moldeado nuestra existencia desde el primer día de vida, que funcionan como una fuerza coercitiva sobre nuestra propia emancipación de pensamiento. Esta idea de actor político-social es una imagen arquetipica antagónica del antiguo consumidor-comprador que mencionamos párrafos anteriores, encuadrado en una lógica pasiva y receptiva, atado de pies y cabezas a la proclama de la libertad de empresa multimediática. Para lograrlo, el periodista nos otorga una última directiva estrategica: «debemos comenzar a intervenir las redes de comunicaciones con nucleos politizantes».
La pregunta como crítica
En las primeras líneas de este escrito comenzamos pensando el rol de los medios de comunicación y como se «infiltran» en nuestras vidas, para luego asignarles su verdadera cara, para desenmascararlos y llamar las cosas por su nombre: multimedios de comunicación. También comprendimos como se profundizó la concentración monopólica durante la dictadura, el gobierno menemista y hasta hace algunos años cuando la Ley de Servicios de Comuncicación Audiovisual movió el estante donde descansaban los empresarios depredadores de la comunicación en nuestro país.
¿Existe otra manera de comunicar? ¿Es posible otro periodismo? ¿Qué exige ser un periodista en el nuevo marco regulatorio de la Ley de Medios? ¿Cómo formar actores críticos ante las realidades que se nos plantean constantemente? ¿Es posible pensar una filosofía ética del periodista? ¿Cómo dar a conocer las transformaciones políticas que se están produciendo? ¿Cómo articular nuestra profesión con las redes sociales e internet? A pesar de pecar de repetitivo, no me canso de decirlo: es un momento clave para poder repensar las vastas cuestiones que engloban a la práctica periodística en su conjunto.
De todas formas, me gustaría poder pensar un poco más el papel que cumplen los periodistas que cotidianamente llevan a nuestra mesa las últimas noticias. Y que mejor que hacerlo a través de preguntas que, en el sentido más estricto de la razón de este texto, es el motor que da vida a esta reflexión sobre los distintos actores que confluimos en la sociedad, en los medios y en la política nacional.
Por todo esto, tenemos que tener en cuenta que el periodismo está ligado a lo que conocemos como historia oficial, es decir, aquella historia que aprendemos desde que somos pequeños, que nos imparten las escuelas del pensamiento colonizado y que debe quedar obsoleta de una buena vez para darle paso a nuevas corrientes que permanecen en la alternativa intelectual (como ser el revisionismo histórico), para poder descentralizar las ideas hegemónicas y concepciones equivocadas de distintos procesos histórico-políticos que han acontecido en nuestra patria. En este sentido, es necesario realizar un trabajo desmitificador de los mecanismos de sometimiento de la conciencia que practican las clases dominantes (siempres ligadas al poder fáctico, es decir, el poder económico concentrado que historicamente a respondido a los intereses imperialistas y ha encontrado en la oligarquía su guía espiritual) sobre las subjetividades de cada individuo por medio de la pedagogía de la opresión y el autoritarismo.
Podriamos consignar entonces, y dejar en el tintero preguntas, cuestionamientos e interrogantes que movilicen nuevos conceptos y maneras de ver los procesos culturales, históricos y políticos de los cuales formamos parte, sin repetir axiomas absurdos, sin cometer el error infantil de sumarnos como quinta columna de los intereses oligarquicos y reaccionarios de empresarios de la comunicación que están en un punto de quiebre donde tendrán que atenerse al marco regulatorio que exige la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual votada, sancionada y promulgada hace tres años por la mayoría de los representantes elegidos democráticamente. Para ello, quienes han abusado históricamente de una posición dominante deberán ceder derechos, lo cual siempre ha sido resistido por la reacción de estos grandes grupos económicos concentrados, puesto que los intereses que los consolidan son inmensos.