Cuando un clamor creciente se convierte en política, no queda más que celebrar. Y esta semana comenzó con el júbilo de subsanar una afrenta, de reparar un daño. Como siempre, retroceder para avanzar. Mientras muchos criticaron que La Presidenta se retiró unas horas antes de finalizar la Cumbre de Cartagena, la Política hacía un silencioso trabajo de transformación. Mientras en el escenario del ridículo algunos decían que el Gobierno Nacional no sabía qué hacer con YPF, en la escena política se intervenía la empresa y se presentaba en el Senado un proyecto de expropiación para asumir el control. Mientras algunos hablan de caja, amigotes k, esconder la crisis otros debaten la manera de recuperar la soberanía energética. Aunque el Jefe de Gobierno porteño apenas asomó la nariz después de los estragos producidos por la tormenta del 4 de abril ni pidió disculpas por las falencias para asistir a las víctimas, se muestra triste y convulsionado por la expropiación de gran parte de las acciones de Repsol. No importa. Que salgan en soledad a defender intereses de privados extranjeros, que se expongan clamando por el aislamiento de nuestro país, que lloren desde su minoría privilegiada. Ahora YPF vuelve a ser un poco más de todos.
Y los españoles se preguntan por qué todo esto. Bueno, no todos los españoles, sino parte de su clase política y muchos periodistas. Pero esta acción no es contra España ni sus ciudadanos sino contra una empresa de capitales globales que no ha actuado con la debida responsabilidad ni compromiso con el país que le había entregado todo. Para las autoridades españolas de Repsol la medida anunciada por CFK el mediodía del lunes es “ilícita, gravemente discriminatoria y no justifica la utilidad pública perseguida” y agregan que “implica un incumplimiento de las obligaciones asumidas por el Estado argentino al momento de la privatización”. No hay autocrítica, por supuesto. Menos aún un pedido de negociación. Todo o nada. Sólo emiten gruñidos. Y en los medios locales se amplifican esos ladridos porque desde hace mucho tiempo están ligados a los capitales globales. Las banderas de la patria financiera es la única que defienden.
Pero otros son más patéticos. Mario Mactas, en su toque del martes al mediodía en la señal anti-informativa TN, recitó casi una oda a la monarquía española e hizo referencia a todos los malos trances por los que está pasando el rey Juan Carlos de Borbón para que encima la colonia del Río de la Plata le provoque este disgusto. Más patética aún fue la conferencia de prensa del Jefe de Gobierno porteño, Mauricio Macri, que ya es un experto en papelones expositivos. Con su esforzada inexpresividad, contó que se fue “a dormir muy preocupado, convulsionado como muchos otros argentinos”, y no por la tormenta que se desató el miércoles antes de Semana Santa mientras disfrutaba de unas inmerecidas vacaciones en San Martín de los Andes, sino por la intervención de YPF y el proyecto de expropiación de las acciones de Repsol. Ni siquiera disimula de parte de quién está. Y, con una imitación mal lograda de Carrió, profetizó: “una vez más la Argentina va por el camino donde los argentinos vamos a estar peor”. ¿A qué argentinos se referirá? ¿A los que comparten golf, esquí o caviar con él?
Y nuevamente usó a su hija Antonia para brindar un efecto marketinero, a la que vio indefensa como el resto de los argentinos (¿los gobernados por él?). “Que no se preocupe por su hija –le respondió el ministro del Interior, Florencio Randazzo- con un gobierno como el que conduce Cristina, seguramente ella va a vivir en una Argentina mucho más justa y soberana que si él fuese presidente”. Un poco más duro fue el ministro de Trabajo, Carlos Tomada, que afirmó escuchar “declaraciones de un representante de los intereses de Repsol que oficia también como Jefe de Gobierno de la ciudad de Buenos Aires”.
Pero dejemos que Macri siga sin entender. Aunque entienda, igual seguirá defendiendo a rajatabla los intereses del mercado. Su mundo es pequeño pero muy lucrativo. Seguramente no encontrará nada malo en que una empresa gire casi la totalidad de sus dividendos sin invertir una sola moneda. Y eso que se llena la boca hablando de inversión. Entre 1999 y 2011 YPF obtuvo una utilidad neta de 16500 millones de dólares y giró dividendos por 13246 millones. “Ahí están exactamente –explicó CFK el lunes-, en la distribución de dividendos y en la no inversión, las claves de por qué hoy tenemos que estar importando pero lo vamos a seguir haciendo porque necesitamos seguir sosteniendo el crecimiento de la Argentina, que es la inclusión y el trabajo de millones de argentinos”.
En el plenario de comisiones del Senado de la Nación, el viceministro de economía Axel Kicillof, enumeró muchos más motivos para desterrar a Repsol de YPF. “Durante el neoliberalismo (que comenzó en la dictadura militar y se perfeccionó durante el menemismo) los hidrocarburos eran considerados como simples commodities –explicó Kicillof- El nuevo rol de YPF tiene que estar asociado al desarrollo económico”. El proyecto de ley que se está discutiendo, en su primer artículo “declara de interés público la producción, comercialización y distribución de hidrocarburos para garantizar el desarrollo con equidad social”. “El gobierno quiere una YPF pujante y no tonta, boba –explicó el ministro de Planificación, Julio De Vido- y tiene que ser una herramienta estratégica para la futura economía del país”
Poco puede argumentar una empresa petrolera que ha reducido su producción total en 8,6 millones de metros cúbicos desde que se ha hecho cargo de YPF, responsable del 54 por ciento de la caída de la producción de crudo y del 97 por ciento de la caída de la producción de gas. Y a su vez, Repsol YPF tuvo ventas por 13730 millones de dólares durante 2011 ¿Cómo tomar una actitud diferente con una empresa que ha tenido una actitud sistemática de boicot a la producción local de hidrocarburos? ¿Qué pensar de aquéllos que salen en su defensa, que exhiben rostros de preocupación y enojo ante las cámaras de televisión?
El plenario de comisiones del Senado deja al descubierto las intenciones de los pocos que se oponen a este trascendental paso. El radical Mario Cimadevilla, por la provincia de Chubut, cuestionó la demora del gobierno en tomar una medida para recuperar la empresa. “Se les escapó la tortuga, muchachos –advirtió- Hace tiempo que Repsol saca la plata del país, no reinvierte, y se dieron cuenta ahora”. Ante esa intervención mal intencionada, se pueden tejer muchas hipótesis. Esta medida se toma ante la inacción empresarial después de numerosas advertencias, pero con el contundente apoyo recibido por Cristina en las elecciones de octubre. La intervención y expropiación de YPF no se podría haber tomado antes porque se hubiera interpretado como parte de la campaña y el escenario político no era el de hoy. Si no se entiende eso, no se entiende nada.
Además, de acuerdo a los últimos sondeos, nueve de cada diez argentinos apoyan la medida y gran parte del arco político se ha mostrado favorable a la recuperación del control de la empresa. Una nueva reparación histórica que produce este gobierno. Un nuevo símbolo que se recupera. Y eso es lo que molesta a ciertos sectores. Más allá de los números y de los beneficios económicos que la nueva gestión traerá consigo, el rescate de YPF es una señal. Una muestra de que la política ya no retrocede ante la nostalgia neoliberal de ciertos personeros. Una severa advertencia para los que desean un país al servicio de sus mezquinos, interminables y despiadados intereses.