Los implantes mamarios cumplen 50 años
Medio siglo después de la primera operación, esa práctica se convirtió en la segunda más popular en el área de la cirugía estética. Sólo en 2010, un millón y medio de mujeres usaron silicona para agrandar su busto
Cuando Timmie Jean Lindsey, una madre de seis niños, se acostó sobre la mesa de cirugías en el hospital Jefferson Davis en Houston, en la primavera de 1962, jamás pensó que la intervención que estaban por practicarle revolucionaría el campo de la estética.
Luego de dos horas, sus pechos habían aumentaron. «Una talla para una mujer, un gran salto en la historia de la cirugía estética», reseña la BBC.
«Creo que todo salió perfecto. Se sentían suaves, como senos reales«, recuerda Lindsey, ahora con 80 años, quien confiesa que comprendió la magnitud del cambio cuando salió a la calle y los hombres comenzaron a seguirla con la mirada.
Aunque la operación colaboró con su autoestima, Lindsey nunca planeó aumentar el tamaño de sus senos. Ella se encontraba en el hospital para remover un tatuaje de uno de sus pechos, cuando los doctores le preguntó si quería ser voluntaria para la primera operación de esta naturaleza.
«Yo estaba más preocupada en arreglarme mis orejas, que sobresalían como las del elefante Dumbo. Y ellos dijeron: ‘Listo, podemos hacer eso también'», contó.
Los cirujanos eran dos ambiciosos pioneros, Frank Gerow y Thomas Cronin. El primero de ellos fue el que ideó emplear la silicona.
El primer conejillo de indias fue una perra llamada Esmeralda que tuvo el implante durante un par de semanas. «Luego debieron retirárselo porque comenzó a morderse los puntos de sutura», señaló Thomas Biggs, quien trabajaba con los doctores.
La operación fue considerada un éxito y Gerow llegó a decir que los implantes eran «tan inofensivos como el agua». Inmediatamente el equipo comenzó a buscar una voluntaria, tarea que recayó en Lindsey.
Pero los Estados Unidos no fue el país donde la silicona fue utilizada por primera vez para aumentar el tamaño de los senos. El pionero fue Japón y las primeras en usarla fueron las prostitutas.
Tratando de sacar la mayor ganancia posible con las tropas de ocupación estadounidense, las meretrices se inyectaban silicona -robada de los puertos de Yokohama- directo en sus pechos.
Estas inyecciones provocaron un doloroso efecto secundario conocido como «putrefacción de silicona», que era una gangrena en el pecho alrededor del lugar donde entró la aguja.
El agrandamiento de busto mediante inyecciones también había sido probado en 1890 pero utilizando parafina. Fue un fracaso rotundo pues la sustancia se colabora hacia otras partes el cuerpo.
En las décadas de 1920 y 1930, se pensó en un mecanismo similar al de los implantes. La idea fue añadirle a los pechos grasa de otras partes del cuerpo, aunque tampoco se lograron buenos resultados.
Veinte años después, las inserciones de poliuretano, cartílago, esponjas, e incluso bolas de vidrio fueron experimentadas. (BBC)