Cómo será el show de Roger Waters en Argentina

Hace unos meses, en un Palacio de Deportes de la Comunidad de Madrid repleto con 15 mil personas, acabó una espera de 30 años para ver y disfrutar en directo The wall. Y el resultado fue algo más allá de lo espectacular. Para empezar, por el sonido que pudo escucharse. Recordaba casi al de un cine con un estéreo en 5.1 surround como no se había oído jamás en ese recinto en un mega-show de rock. Los duelos de guitarras sonaban limpísimos y furiosos. La voz de Waters, con una dicción perfecta, y los efectos y grabaciones resultaron de un realismo increíble.

En esa oportunidad, Waters demostró que ha sabido aprovecharse de los grandes adelantos tecnológicos para actualizar este show que en los ’80 casi arruina a Pink Floyd. Siguen los elementos de entonces, como los ladrillos de cartón piedra que van creciendo poco a poco durante todo el show; también las marionetas gigantes e hinchables de la madre y el profesor que toman protagonismo al principio del concierto y las secuencias de animación del artista Gerald Scarfe que se proyectan en el muro y la pantalla gigante circular… Sí, todo eso está, pero multiplicado por mil con un juego de luces y de sonido de ultimísima generación. Todo parece del futuro más que del presente o del pasado.

En esta reinterpretación, Vera y Bring the boys back home transforman la escena en un muro de los lamentos en el que se proyectaban imágenes de soldados reencontrándose con sus seres queridos, niños de la guerra famélicos y mensajes antibelicistas. Sólo se puede decir en contra que los tramos en los que suena la orquesta sinfónica estaban pregrabados. Eso sí, con la mejor calidad de una grabación digital.

Roger Waters sólo se había atrevido una vez a montar en vivo The wall. En 1990, para conmemorar el aniversario de la caída del Muro de Berlín en la Potsdamer Platz de la ciudad alemana. Unas 300 mil personas acudieron a aquella cita en la que Waters invitó a estrellas como Van Morrison, Scorpions, Joni Mitchell y Paul Carrack. El resto de los millones y millones de fans que habían comprado y hasta habían llegado a la obsesión con uno de los discos míticos de Pink Floyd no habían tenido la oportunidad de asistir a una representación en directo de The wall. Y lo que se propone hoy es un concierto actualizado también con críticas a conflictos bélicos como los de Afganistán e Irak, o sucesos de brutalidad policial como los del asesinato de un joven brasileño en el metro de Londres. Con el recuerdo a los caídos en las Grandes Guerras y uno muy especial a Federico García Lorca.

Cuando Waters ataca con Confortably numb, con el muro completamente construido, el público llega al éxtasis con los tres solos de guitarra que desde una altura de unos 15 metros, sobresaliendo de los ladrillos, los dos guitarristas de la banda lanzaron hacia la pista con furia y un despliegue de virtuosismo.

En Run like hell, el público se muestra más participativo siguiendo las palmas de Waters, mientras el muro escupe críticas al exceso de información y al ruido que generan Internet y las redes sociales, pero también mostrando el video que filtró Wikileaks en el que varios civiles son acribillados por un avión estadounidense en Afganistán.

La idea original
Cuenta la leyenda que el germen de la idea original de The wall se resume en un escupitajo. Según ha explicado Waters, durante la gira In the flesh con Pink Floyd, en 1977, un grupo de fans armaba tanto lío en primera fila que el músico se irritó y terminó por escupirle en la cara a uno de ellos. Waters entonces comenzó a fantasear con la idea de la alienación y de construir un muro tras el que él y sus compañeros pudieran parapetarse de las inclemencias del público. Ese germen desembocó finalmente en un doble grabado entre abril y noviembre de 1979 bajo la dirección de Bob Ezrin. Se trataba de una gigantesca sinfonía-ópera rock en cuyo libreto Waters daba rienda suelta a todos sus miedos y se autopsicoanalizaba a través de su protagonista Pink, una estrella del rock perturbada por el peso de la fama y el consumo excesivo de drogas. En el personaje de Bob Geldof muchos vieron un homenaje al fundador de Pink Floyd, Syd Barret, que abandonó el grupo en 1968 y tuvo que ser internado con el cerebro destrozado por el LSD.

La castración por una educación demasiado estricta, los traumas de la niñez, el abandono del padre muerto en la Segunda Guerra, la imposibilidad de amar y los cataclismos sentimentales, la asfixiante presión que aplasta a la estrella del rock, el abuso de las drogas… Son los ladrillos que Pink pone uno encima de otro para aislarse en un mundo que, lejos de protegerlo, lo conducen a una espiral de autodestrucción, ruido y locura. Paradójicamente, todos estos ingredientes mezclados con una partitura magistral desembocaron en uno de los mayores éxitos comerciales de Pink Floyd desde la creación de la banda, en 1965. Con su versión 2011, queda clara la actualidad de la partitura y también que los traumas y episodios descriptos en The wall continúan ¿gozando? de rabiosa actualidad.

Con ese valiosísimo material en las manos, no era de extrañar que Pink Floyd quisiera embarcarse en una gira que estuviera a la altura de aquello que había lanzado en disco. Pink Floyd ideó un gigantesco montaje para la época que significaba llevar a cabo aquella idea que Waters había tenido después del episodio del escupitajo. Así que entre 1980 y 1981, unas pocas ciudades (Nueva York, Los Ángeles, Londres y Dortmund) vieron aquella mastodóntica producción en la que un muro de 70 metros se levantaba en directo e iba ocultando a los músicos, que finalmente quedaban escondidos detrás de él.

Aquello que se puede considerar como el principio de las macroproducciones destinadas a sorprender al público de rock en los grandes estadios supuso un desastre económico para Pink Floyd, que midió mal sus fuerzas y finalmente tuvo que suspender aquella gira que casi lo deja en banca rota. Con el show de hace meses en Madrid, Waters recuperó el sueño/pesadilla con una mención cum laude, más que con un sobresaliente alto.

Apoteosis
La apoteosis llegó al final de The trial, que Waters interpreta haciendo todos los papeles de los implicados en el juicio, cantando en vivo sobre un playback otra vez de orquesta antes de que una veintena de tramoyistas derriben por completo el Muro. Todo termina con una lluvia de papel picado rojo y la banda tocando una versión acústica con acordeón y banjo incluidos de Goodbye cruel world, en la que Waters hasta se atreve con la trompeta. En suma, la actualización que Waters hace de The wall es impresionante.

Las fechas
Roger Waters actuará en River Plate los días 7, 9, 10, 12 y 15 de marzo de 2011. Las entradas para los shows oscilan entre $ 160 y $ 2.100. Para la última función, la venta comienza el martes a través de www.livepass.com.ar o llamando al 5170-5843. (Vos)