Merval: ¿qué sigue después del rally alcista?
En los últimos meses, los precios de las principales acciones que componen el índice líder de la Bolsa local han experimentado una suba considerable.
Tal como se supusiera en una última nota sobre el tema, publicada hace cuatro meses en este medio, la suba anterior fue demasiado brusca y no podía sostenerse sin una corrección previa. Esta se produjo y, luego de un corto período de absorción de las ventas, los precios comenzaron a ascender, lentamente al principio, y más enérgicamente en los últimas semanas.
“Un bull market de dimensiones épicas podría estar en marcha”, decíamos también, en la nota citada anteriormente. Los tres drivers propuestos continúan vigentes y, con el paso de los meses, el principal de ellos, el “trade electoral” debería acentuarse.
Numerosas voces, otrora pesimistas, han comenzado recientemente a sumarse al club de los “bulls”, agregando mayor demanda al relativamente bajo stock de acciones cotizantes.
En el siguiente gráfico puede observarse como en el cuatrimestre transcurrido entre ambas notas, el valor del índice, medido en pesos, se ha incrementado en un 50%, desde un valor de 255.000 puntos en febrero, se ha desplazado hasta 380.000 en la actualidad.
Y ahora: ¿es hora de vender o de comprar?
Hasta ahora, la recuperación de los precios, luego de la catástrofe de las elecciones de 2019, ha sido selectiva y ha priorizado los fundamentos de las compañías. Las bajas violentas e intempestivas suelen ser generadoras de ganancias extraordinarias. En estas circunstancias los precios de las empresas bajan de manera generalizada, influenciados por las ventas a cualquier precio de inversores asustados y desesperados por abandonar el mercado.
Buenas y malas compañías se igualan en el frenesí vendedor. Comprar empresas con fundamentos sólidos, en tales momentos, a precio vil, es el sueño de todo inversor de valor.
En los últimos dos años, se han ido recuperando las valoraciones relativas, priorizando a las empresas con buenas ganancias y perspectivas sólidas. Son aquellas que supieron sostener su rentabilidad pese al ambiente macroeconómico hostil.
Ahora, parecería estar agotándose ese período de reacomodamiento relativo de precios. El mercado podría estar ingresando a una suba más generalizada, con acento en los papeles “más atrasados”. Se estaría dejando atrás la suba “por fundamentos”, para ingresar al período de suba “por expectativas”.
Este sería el momento de comprar las rezagadas, que podrían tener una suba vertical en un período corto de tiempo. La pregunta del millón: ¿cuáles son las rezagadas?
Las empresas que subieron por fundamentos pertenecen a los sectores de energía, servicios públicos, exportadoras y materiales.
Las “intocables”, aquellas que fueron, hasta ahora, rigurosamente ignoradas, pertenecen, principalmente, al sector financiero, y deberían continuar subiendo vertiginosamente, luego del rally de los últimos días.
Podría sumarse YPF, que fue injustamente castigada por los jóvenes asesores de Wall Street. Luego del último balance, en el cual, los resultados del trimestre fueron ligeramente inferiores a lo que esperaban los analistas, surgieron numerosas recomendaciones de venta. Podría ser un error histórico valorar a esta empresa con la misma vara con la que se mide a las compañías enteramente privadas, que son administradas con un criterio empresarial, y que buscan crear valor para sus accionistas.
YPF, en cambio, es gerenciada con criterios políticos, y en lugar de maximizar la utilidad de los propietarios de sus acciones, tiene en cuenta móviles políticos y, por ejemplo, atrasa el precio de los combustibles que vende, para “combatir la inflación”, desperdiciando rentabilidad. Fuentes cercanas a la empresa, dan cuenta de un enorme derroche de dinero en gastos innecesarios, que podrían esconder delitos de corrupción.
Es también conocida la existencia de un gasto excesivo en “personal”, que solo es posible en un marco de falta de preocupación por minimizar costos y aumentar la productividad.
Ahora bien, si con todas estas incongruencias, la empresa es capaz de generar beneficios que, por un “pelín”, no satisfacen a los analistas internacionales, sería prudente valorar la compañía estimando los beneficios futuros, luego del cambio de gobierno que se avecina, y del manejo gerencial profesionalizado, que se espera se imponga, cualquiera sea el candidato que triunfe en las próximas elecciones. En síntesis, hay muchísimo valor en esta empresa y, quien compre al precio actual, seguramente verá multiplicar varias veces su capital en los próximos años.
Como puede verse, la petrolera, valía más de USD 70 (contra 12 actuales) en 2005, mucho antes que se descubriera Vaca Muerta.
Otro ejemplo
En el sector bancario, por otra parte, Grupo Financiero Galicia (GGAL) debiera recuperar el brillo de otras épocas. El análisis es similar al anterior. No parece atinado valorar a esta compañía por los beneficios actuales, influidos por el control de las tasas de interés que ejerce el gobierno, por el bajo grado de monetización que impone el actual marco inflacionario y por la falta de demanda de crédito privado, por la incertidumbre reinante.
La acción del Banco valía más de USD 70 en 2017, contra 14, en la actualidad. Sólo una ruinosa política económica ha sido capaz de generar tamaña destrucción de valor.
El año próximo, la macroeconomía argentina debería presentar un marco más auspicioso. Las ganancias deberían ser mayores y ser descontadas con un riesgo país menor. Entonces, el precio de las acciones cotizantes debería reflejar esta nueva realidad.
De nuevo, en lugar de esperar a entonces y, como la Bolsa siempre se anticipa, podría ser oportuno comprar ahora, en solitario, y como inversor “contrarían”, antes que lo haga la manada.
Con un gobierno más racional, sin que sea brillante, daría lugar a una “multiplicación de los panes”, que ningún inversor inteligente debería dejar pasar. Estas dos empresas son representativas de lo que ocurre con todas las cotizantes. Sólo se incluye este par, como una forma de ejemplificar, buscando brindar un “vistazo” rápido a la oportunidad histórica que se presenta en la actualidad.
Difícilmente vuelva nunca a verse precios tan bajos y cambios políticos tan anunciados, como en esta oportunidad. No comprar acciones argentinas, en este crucial momento, podría asemejarse a malograr un penal sin arquero. O, como relata Dale Carnegie, en su libro “Cómo ganar amigos e influir sobre las personas”: “Ves ese jarrón?, Si, contesta el otro. Bueno, yo lo vi antes”.