Amelio Piceda, «El Caballero del Ring rosarino»
Este valor del pugilismo criollo se destacó por su gran capacidad en evadir las arremetidas del rival y dejar como vuelto varios ganchos y cross, característica pugilística que lo acompañaría en toda su carrera. Fue así que ratificaría en el campo profesional todos sus logros anteriores, llegando a ostentar todos los galardones: portando la corona rosarina, santafesina y argentina de los semi medianos (hoy welter), siendo considerado el mejor boxeador de Sudamérica.
Este pugilista, rosarino por adopción, nació en la localidad de Las Toscas el 25 de junio de 1917, hijo de padres inmigrantes italianos, Elena Rossi y Martín Piceda. Parte de una familia laboriosa, humilde y numerosa vinieron a vivir a Rosario escapándose de la explotación humana sin límite de la empresa Británica “La Forestal”, donde el hambre y la miseria golpeaban a los trabajadores de esa localidad.
A los ocho años conoció el mundo de los guantes, José Pinasco lo acompañó como entrenador en sus primeros pasos y un nocaut categórico, en un festival amateur, despertó el sueño de su carrera. Luego de mudarse a la ciudad de Rosario se instalaron en el domicilio de calle Dean Funes 438, corazón de la zona sur, allí se forjaría el ídolo de Barrio Tablada.
Comenzó a destacarse de temprano en el amateurismo, logrando tres títulos nacionales, uno sudamericano en Perú, otro latinoamericano en Buenos Aires y también fue ganador de un certamen internacional en Chicago y finalista del panamericano de Dallas. Su destacada carrera la realizaría bajo la conducción de Juan Umberto Natale, en ese entonces promotor del Garden Park (Av. Pellegrini) y del Estadio Nº 2 de Rosario Central (ubicado en Ovidio Lagos y San Lorenzo), también se destacaría en el Luna Park. Su debut profesional, ya en la categoría welter, fue el 7 de diciembre de 1939, venciendo por abandono en 6 vueltas al italiano Enzo Rolla. Posteriormente integraría la escudería a cargo del manager Alejandro Ammi, (de la escuela Natale), quien paseó sus capacidades por Argentina y Chile, integrando un verdadero equipo que se codeó largamente con el éxito.
Imbatible entre los welter
Amelio Piceda era vivísimo y fuerte, el rosarino estaba considerado imbatible entre los welter, lo tenía todo y no es una frase exagerada ni mucho menos. Para varios especialistas ocupa un lugar de altísimo rango en la consideración general de los boxeadores argentinos de todos los tiempos, ubicado entre los veinte mejores libra por libra de la historia y en su categoría welter entre los cuatro más sobresalientes del país. Su estilo era la perfección en el paso de la defensa al ataque. Elegante, ortodoxo y fino a la hora del esquive e insidioso y molesto a la hora de la réplica, ya que cuando avanzaba lo hacía agazapado moviéndose de un lado a otro haciendo cintura, dejando de vuelto varios ganchos y cross. Sin llegar a ser un boxeador noqueador sus victorias apasionaban al público.
Venció a los mejores de su categoría en el continente americano, entre ellos: Sebastián Romanos, Simón Guerra, Reinaldo Buides Mora, Francisco “El Expreso Pacuyano” Suárez, Bombón Coronado, Víctor Castillo, Eduardo “KO” Lausse, Kid Azteca y Mario Díaz entre otros. Perdería el titulo de invicto en el año 1944, con Domingo Archino, aquel guapo cordobés que ya lo había “tanteado” empatándole en un match benéfico a 5 rounds. Permaneció invicto Piceda, entonces, durante 5 años y muy pocos fueron los que consiguieron repetir esa actuación de Archino, ya que en la lista de los vencedores del rosarino solo figuran Fernandito, Marcelo Díaz y una vez por nocaut por aquel extraordinario pegador que fuera Alfonzo Senatore, pero enseguida Piceda se cobró revancha, como habría de ser su costumbre en casi todas las ocasiones que debió bajar del ring derrotado.
Tito Lecture en su homenaje designó con su nombre a uno de los torneos más importantes organizados por la empresa Luna Park. Y hasta fue uno de los boxeadores que participó en el festival a favor de las víctimas del terremoto que sacudió la provincia de San Juan el 15 de enero de 1944, velada donde los púgiles donaron sus bolsas como contribución solidaria.
Se dice que su preocupación por el trabajo y la supervivencia forjó su personalidad, entendiendo al boxeo como una profesión que merecía dedicación y metodología, así mismo comprendió que la base del boxeo era el espectáculo. Fue así entonces que, una vez campeón argentino, Natale lo llevó a Chile para llegar a las grandes carteleras, donde fue muy bien recibido por el público. Piceda se vendía bien, sus llegadas al país trasandino eran mediáticas y espectaculares, se promocionaba con sparrings abiertos a la prensa.
Su estilo agresivo y espectacular le otorgó fama de guerrero, de lo que nunca renegó y no abandonó desde sus comienzos como aficionado. Pero a eso le sumó siempre su condición innata de estilista, con una técnica vistosa que siempre aportó en beneficio del espectáculo. La característica distintiva de Piceda fue que siempre caminó hacia delante, siempre estuvo en permanente ofensiva, sin perder por ello la línea del boxeo clásico. Los que lo vieron afirmaron que realmente era una fiesta verlo combatir, con una multiplicidad en los desplazamientos, en el envío de los golpes, en esa acción incontenible que siempre obligaba al rival a buscar el refugio de las sogas para tratar de capear ese remolino de fuerza y sapiencia que él representaba en cada una de sus peleas.
Ante KO Lausse y el adiós al ring
En 1947, luego de su última derrota ante Mario Díaz, Piceda subió al ring del Luna Park para enfrentarse a quien se había convertido en suceso por su larga serie de nocauts, “El Zurdo” Eduardo “KO” Lausse, quien llegaba con un récord inmaculado en 17 victorias con 16 KO y la restante por puntos. La concurrencia batió todos los récords habidos hasta entonces en el estadio tradicional de Buenos Aires y si bien eran mayoría los que fueron a ver como el joven Lausse daba cuenta al veterano campeón, la ovación final fue unánime para premiar el trabajo de alta escuela desarrollado por Amelio Piceda, quien se adjudicó largamente la decisión de los jurados. El joven Lausse quebrado en llanto fue consolado por Piceda quien lo abrazó y le dijo: “No llores pibe, peleaste con el campeón argentino, no te ganó cualquiera soy Amelio Piceda”.
A lo largo de 65 combates, con solo cuatro traspiés, consideraba que ya había hecho muchísimo por el boxeo. A pesar de ganarle a Lausse, poniendo en evidencia que lo suyo seguía intacto no subió más a un ring hasta que en 1949 volvió hacerlo, pero esta vez para decirles a todos que se iba definitivamente del deporte que había sido parte fundamental de su vida. Con todo, Piceda no pudo escapar a la generalidad de aquellos que una vez toman la determinación de decirle adiós a los guantes acolchados y deciden más tarde un regreso. En su caso, el regreso se produjo en Rosario en el año 1951, imponiéndose por puntos a Juan Carreno y despidiéndose definitivamente del boxeo en su última pelea realizada en el Luna Park el 7 de abril de 1951, ganándole por puntos al español José “El Marinero” Medina.
En su retiro continuaría con otros logros tras ser directivo del Sindicato de Empleados Municipales y también Concejal, por el Peronismo, de la Ciudad de Rosario. También se destacó en su etapa como entrenador con los campeones rosarinos “Dinamita” Bisignani y Pedro Almagro.