¿El precio del dólar oficial es caro o barato?

La cotización de la divisa no es el determinante de la inflación, actúa como una polea de transmisión, que restringe o acelera el pasaje a precios, de la mayor oferta de dinero.

El precio del dólar oficial ya está próximo a los $120 por unidad, siendo objeto de minidevaluaciones diarias, en un intento de mantener actualizado su valor. El avance de los precios al consumidor atrasa el Tipo de Cambio Real (TCR) y la actualización diaria del Tipo de Cambio Nominal (TCN), busca preservar el poder adquisitivo del peso respecto a la moneda norteamericana.

Este tipo de política cambiaria suele denominarse crawling-peg o tipo de cambio reptante. Ha sido implementada varias veces en nuestro país y su experiencia más exitosa data del gobierno de Arturo Illia (1963-1966).

La bibliografía más moderna considera que la inflación es producto del incremento no justificado por la demanda, de la cantidad de dinero que pone en el mercado la autoridad monetaria. Según el padre del monetarismo, Milton Friedman, el aumento de los índices de precios, como consecuencia de la emisión de pesos, no es rápido, sino que tiene rezagos prolongados e irregulares. El precio de la divisa no es el determinante de la inflación. Actúa como una polea de transmisión, que restringe o acelera el pasaje a precios, de la mayor oferta de dinero.

Los primeros esbozos de la teoría monetaria de la inflación consideraban una constante la demanda de dinero, o su inversa, la velocidad de circulación. En los países centrales, este supuesto parecía bastante realista, hasta que la amplia desregulación de los mercados financieros y de los flujos de fondos internacionales de corto plazo, tornó volátil el comportamiento de esta importante variable.

En los países del otrora llamado tercer mundo, la variabilidad de la demanda de moneda doméstica fue siempre elevada, como consecuencia de la tendencia prevalentemente creciente de la monetización de los desbalances presupuestarios del sector público.

La desconfianza en el poder de control gubernamental sobre el valor de la divisa, en este marco, generó insistentemente una huida de los ahorros de la población hacia activos denominados en moneda extranjera.

Estos procesos suelen ser prolongados y han conducido, habitualmente, a una tendencia creciente del TCN, con una correlativa curva descendente en el stock de reservas en moneda dura por parte del ente emisor nacional.

Cuando el público pierde completamente la confianza en la modela local, la pérdida de reservas se convierte en una avalancha. De hecho, la estampida de las personas para cambiar su dinero por activos extranjeros es lo que se llama un “ataque especulativo” contra la Política Cambiaria. Cuando se evaporaran las pocas reservas que quedan, esto obliga a abandonar el sistema de tipo de cambio fijo para entrar a un esquema de cambio flotante y de alta inflación.

El proceso que conduce al colapso del sistema de tipo de cambio fijo se conoce como crisis de balanza de pagos y ha sido analizado con mucha claridad por Paul Krugman, premio Nobel de Economía 2008.

La figura que se muestra a continuación ilustra la dinámica de una crisis de balanza de pagos. Con tipo de cambio fijo, el Banco Central comienza con un nivel de reservas R*0 en el momento 0. Al pasar el tiempo, el déficit fiscal provoca una disminución de las reservas oficiales en moneda extranjera.

Cuando el nivel de reservas llega a R*1, en el momento 1, ocurre un ataque especulativo en contra de la moneda, que agota las reservas. A partir de entonces, el Banco Central no puede seguir interviniendo en el mercado cambiario, y la economía pasa a un régimen de tipo de cambio flotante.

Es muy común, encontrar en los manuales más modernos de Macroeconomía Global, un análisis de las crisis de balanza de pagos experimentadas por Argentina en 1989 y en 2001-2002. Esto ilustra sobre la recurrencia de este fenómeno en nuestro país, que es objeto de estudio en las cátedras de Macroeconomía de todo el mundo.

El ataque especulativo suele ser repentino, y se asemeja sobremanera a lo que en los gráficos de precios de los mercados bursátiles se denomina “agujazo”, una fulminante verticalización de la curva descendente de las reservas.

Cuándo ocurren los ataques especulativos

Con respecto al modelo de Paul Krugman, es necesario efectuar una aclaración. El mismo supone un normal funcionamiento del mercado de cambios, ignorando la existencia de racionamiento de las divisas por parte del ente monetario nacional. El “cepo cambiario” es un invento moderno, que supera la imaginación de los economistas y será estudiado y modelado, seguramente, en un futuro próximo.

Entonces, sería previsible que el ataque especulativo no debería suceder exactamente como predice el modelo. Sería necesaria una pérdida de reservas algo mayor, y el “agujazo” sería reemplazado por un repentino abandono voluntario de la política de tipo de cambio fijo por parte del BCRA.

Ante la inevitabilidad de la pérdida total de reservas, el ente monetario, alarmado, se vería obligado a devaluar fuertemente y/o dejar flotar libremente el valor de la divisa. Otra alternativa que podría considerar el Gobierno es desdoblar el mercado de cambios en uno oficial para las transacciones comerciales y otro libre para las financieras.

Cuando se menciona que el precio del dólar oficial es correcto, teniendo en cuenta el Tipo de Cambio Real Multilateral o la Paridad Teórica de Equilibrio, se supone, implícitamente, que el set de precios relativos actual es correcto y sostenible en el tiempo.

Los compradores de dólares, en cambio, consideran que es necesario incorporar a la información que guía sus decisiones, la inflación reprimida por los múltiples congelamientos que distorsionan los precios relativos. No confunden, como si lo hacen las autoridades monetarias, inflación con variación de los índices de precios. Consideran a estos últimos, no representativos, y una fantasía irrealizable, el poder de control de las autoridades sobre el precio de la moneda extranjera.

El incremento incesante de las distorsiones de precios relativos obligaría a actualizar alguno de ellos al principio, algunos otros después. Pero, según esta visión, ya sería tarde. Millones de mentes atentas, entre las que se encuentra dispersa la información relevante, actuarían “en manada”, reconociendo la inevitabilidad del traspaso a precios, incluido el de la divisa, de la “hiperinflación” implícita en la expansión no deseada de la oferta de dinero de los últimos años.

Es posible que la desesperación obligue a una suba de tasas, con la intención de abortar la disparada gemela del tipo de cambio y la inflación. Este esquema, ya conocido, duraría menos que un suspiro, y su final es conocido.

Si el Gobierno no sorprende al país con el anuncio de una fuerte reducción del gasto público y de los impuestos y/o un plan de crecimiento basado en reformas estructurales, el final del repetido experimento actual, con tipo de cambio fijo y fuerte expansión monetaria, es conocido, y se describe en los manuales de Macroeconomía que se usan en todos los países que crecen y prosperan. El nuestro, lamentablemente, no es uno de ellos.

Otro interrogante

Otro interrogante clave del futuro económico del país, pasa por entender la interrelación entre el Tipo de Cambio Nominal, el Tipo de Cambio Real y de lo que suele denominarse “la mesa de los Argentinos”, es decir, el precio de los alimentos, que determina, a su vez, el valor del salario real (para un valor dado de la productividad total de los factores de producción).

El tipo de cambio real puede estimarse como el cociente entre el nivel de precios internacionales (medidos en pesos, es decir, multiplicándolo por el tipo de cambio nominal) y el nivel de precios nacionales. Para que se incremente el tipo de cambio real, debe ocurrir que aumente el tipo de cambio nominal sin que se modifiquen los precios internos (no debe haber traspaso a precios del aumento del dólar) o bien que bajen los precios internos sin que se modifique el tipo de cambio nominal. Debido a la rigidez que introducen los contratos, la inflexibilidad de los precios a la baja torna improbable la segunda alternativa. En cambio, la primera, aumento nominal del dólar sin traspaso a precios, tiene una probabilidad de ocurrencia elevada, en el marco de un programa económico sólido y sustentable.

El tipo real de cambio no es una variable nominal. Es una relación entre precios de bienes en mercados extranjeros y locales. Surge instantánea y conjuntamente de las decisiones de producción, inversión, consumo, exportación, etc. de millones de agentes económicos que anónimamente y sin proponérselo determinan simultáneamente el nivel de todas las variables que intervienen en los distintos procesos económicos. Es por este motivo que resultan infructuosas las intenciones distributivas y de modificación de precios relativos efectuadas con voluntarismo y sólo apelando a variaciones nominales, puesto que el traslado a precios de las modificaciones propuestas vuelve a dejar las variables, luego de un proceso transitorio de ajuste, en el mismo nivel real anterior. Todas las variables aumentan en igual proporción, y nada cambia, en términos reales.

En cambio, cuando se producen modificaciones genuinas y duraderas en el nivel de alguna variable que es determinante de otra, el ajuste de la segunda es también genuino y duradero. Tal es el caso del tipo real de cambio que estamos considerando. Su determinante principal es el nivel general de costos de la economía que, a su vez, depende de la productividad agregada de los distintos sectores que la componen, y del costo de los factores que no dependen de las decisiones de producción como, principalmente, la presión impositiva total de la economía.

Domingo Cavallo, en su libro Volver a Crecer (1984), sentó las bases de un importante teorema económico: El gasto público (o igualmente, la recaudación impositiva, impuesto inflacionario incluido) es la inversa del tipo de cambio real.

Debe razonarse de la siguiente manera: la presión impositiva es un costo para las empresas; mientras más alta sea, mayores serán los precios de los productos y servicios ofrecidos. Comparando estos mayores precios con los internacionales, puede observarse un menor tipo real de cambio.

La inversa también es cierta: una disminución de la presión impositiva disminuye los costos y mejora el tipo de cambio. Este es el proceso que describe el escenario ideal, cuando se demanda un plan de estabilización asociado a un plan de crecimiento. Este último, solo puede ser exitoso si, en lugar de buscar medidas instantáneas o milagrosas, se apoya en un proceso continuo de reformas estructurales, que contribuya a disminuir los costos de las empresas y que haga más rentable la producción de bienes y servicios.

El cambio estructural, debería incluir una reforma importante del sector público nacional, provincial y municipal, que baje significativamente las erogaciones en los tres niveles y que permita, a su vez, disminuir significativamente los impuestos que pesan sobre el sector productivo.

La paulatina baja en los costos por menor presión fiscal y aumento de la productividad, como consecuencias de reformas en el ámbito laboral, logístico y previsional, entre otras, introducirá presiones deflacionarias que mejorará el TCR, que es lo que nuestra economía necesita para ingresar en un sendero sostenible de crecimiento genuino de las exportaciones, mejora de la balanza de pagos y suba en el nivel de vida de la población.

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Jorge Bertolino

Economista