El terror de resbalar hacia una guerra nuclear
“El único medio de conservar el hombre su libertad es estar siempre dispuesto a morir por ella”
Edgar Allan Poe
El terror al desarrollo de un conflicto bélico nuclear entre Rusia y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (NATO) está frenando parcialmente la marcha de los acontecimientos, al menos por un lapso determinado, aunque en su lugar arrecian las acciones bélicas que implican hasta la muerte indiscriminada de civiles inocentes que no llegan a esconderse bajo tierra para resistir los bombardeos y los impactos de misiles.
Hasta el momento de generarse esta columna se estaba realizando la invasión del territorio ucraniano con armas convencionales, pero el presidente de la Federación Rusa Vladimir Putin se decidió a amenazar con la utilización de armamento nuclear limitado y ocupó, en las últimas horas la mayor base nuclear de Ucrania.
Verdad y Consecuencias
Sobre las consecuencias de una confrontación con armas nucleares, vale recordar como un antecedente y advertencia, a nivel mundial, el cónclave realizado en la Grace Cathedral el 23 de octubre de 1982.
La reunión histórica se efectuó ante la Subcomisión de Investigaciones y Supervisión, en el marco de una conferencia sobre armas nucleares.
En esa oportunidad, se concretó un informe sobre lo que ocurriría en una guerra termonuclear, uno de los más importantes dramas que enfrenta la humanidad.
En el 2009 el gobierno ruso le hizo saber a la inteligencia norteamericana que incrementaría sus efectivos militares y que no detendría el desarrollo del armamento nuclear.
El expresidente Barak Obama, en el aludido año, presionó a Polonia para instalar bases militares para conformar una barrera antimisilística para contener ataques desde el este polaco.
La idea era la de interceptar, en la fase de lanzamiento, satélites colocados en órbitas muy bajas que disparen cohetes desde posiciones diversas. Así, un misil defensivo podía ser disparado en las cercanías de otro atacante y levantar vuelo como interceptor, para luego lanzar misiles guiados por censores y aceleradores para lograr un impacto frontal.
A partir de la colocación de, al menos, un escudo de 20.000 cohetes en órbita, a bordo de centenares de satélites que están cerca de sitios de armamentos del enemigo se podría evitar una agresión masiva.
Las baterías, localizadas en tierra, debían ser disparadas a la atmósfera superior y cada cohete tendría que ser utilizado para lanzar un enjambre de “balas inteligentes” que son impulsadas para impactar las cabezas explosivas y a los “cebos” enemigos lanzados al espacio.
Las balas inteligentes disparadas desde “cañones con vías”, instalados en una órbita estable. Esos cañones lanzan un “choque” de corriente eléctrica para que sirva de acelerador a lo largo de una vía.
El Pentágono planeó gastar el presupuesto de 1986 en detectores y sistemas de batallas, en los que se gastó 11.600 millones de dólares. Los detectores servían para encontrar los blancos en primera instancia y apuntar en el espacio. Además, dichos detectores debían devolver la respuesta si lograba su objetivo con la enunciación de los blancos alcanzados pare evitar el uso del láser, a los efectos de constatar si el misil enemigo ha sido destruido.
Computadoras rastrean, mientras tanto, miles de objetivos que se mueven a alta velocidad y analizan instantáneamente miles de millones de trozos de información de los detectores y de las plataformas de armas para determinar que armamento disparar, cuando hacerlo y contra que blancos, antes de entrar en Acción en un contrataque.
El escudo antimisilístico (SAI) debe prever para concretarse, el control sobre 50 millones de eliminaciones de errores, ante de ponerse en condiciones de combate.
Obviamente, las computadoras, en un entorno nuclear, deben ser protegidas de una agresión radiactiva para poder controlar las comunicaciones y algunas deben estar en el espacio.
Al final del proceso, la respuesta debe estar fuera del control humano, ya que la activación es por computación, antes de que los comandantes sepan que el ataque enemigo se ha iniciado.
Ante nuestra respuesta, el enemigo seguramente tomará contramedidas y un de ellas es la multiplicación de ataques en la esperanza de superar al agresor y es por ello que se busca la multiplicación de ojivas.
Vale recordar que el discípulo de Sidney Drell, Ken Wiser, expuso sobre el criterio de tomar en cuenta vehículos de lanzamiento diversos con asignación de diferentes factores de peso, tanto para misiles rusos como estadounidenses que implican la determinación de cargas, en contraposición de criterios basados en la potencia de la carga explosiva.
Las armas nucleares abarcan a las atómicas y las termonucleares, mientras que las convencionales comprenden a toda clase de armamentos, salvo tres tipos bien definidos, capaces de producir destrucción en masa: Las nucleares, las químicas y las bacteriológicas.
La guerra nuclear, con que amenaza el presidente de la Federación Rusa Vladimir Putin, sería una calamidad de proporciones indescriptibles sus consecuencias imprevisibles, a la vez que las incertidumbres tenderían a lo peor.
Para el lector y a modo de datos aleatorios históricos, vale apuntar que, en 1980, -hace apenas 42 años-, las cargas explosivas sumaban 13.000 megatones y las cargas de los explosivos utilizados en la II Guerra Mundial no excedían los 6 megatones. Otros informes, surgidos de análisis específicos hablan de sólo 3 megatones.
Es necesario puntualizar que se estimaba, en ese tiempo, que las cargas pequeñas poseen mayor eficacia relativa, a igualdad de potencia total; pero ello no altera las conclusiones cualitativas, acerca del poder destructivo de las armas nucleares acumulas.
Arsenales
En 1982, la entonces Unión Soviética poseía 8.000 cargas termonucleares desplegadas y Estados Unidos 9.000.
Muchas de estas últimas ellas eran ojivas de guerra instaladas en misiles balísticos y una gran proporción eran MIRV –vehículos para ojivas de uso múltiple reorientables, aptos para ser disparadas de manera independiente.
El 70 por ciento de dicho arsenal ruso estaba constituido por misiles con base en tierra, más puntualmente en silos subterráneos y misiles de medio alcance –hasta 500 kilómetros-, instalados en bases móviles.
El 80 por ciento del arsenal norteamericano consistía, para el año enunciado, misiles nucleares transportables en submarinos, más pequeños, pero menos vulnerables y en bombarderos estratégicos que transportaban bombas muy potentes.
“La guerra de las galaxias”
Estados Unidos dio el primer paso para establecer un escudo antimisiles en Europa y al mismo se le dio el nombre de “Guerra de las Galaxias”. Los soviéticos respondieron con la construcción de misiles crucero que no pueden ser detectados, debido a que vuelan a muy b aja altura con blindaje endurecido, de modo de soportar un viaje más veloz en la atmósfera.
Los misiles podían girar como las balas de los rifles, de modo que el láser o los “chorros” de partículas no pudiesen quedar fijos en un lugar y ofrecer, de ese modo, una superficie reflectora para rechazar los rayos.
Los satélites en órbita son mucho más fáciles de rastrear y destruir que los misiles o cabezas explosivas con minas espaciales que exploten ante la cercanía de un satélite enemigo, destruyéndolo o un contra satélite que descargaría una nube de balas capaces de perforar el acero a velocidades orbitales, las que tendrían entre sus componentes espejos de rayo laser.
Ataque masivo y dudas
Si bien es dudoso el resultado de un ataque masivo que pueda penetrar profundamente en territorio soviético, una evaluación daría por resultante la decisión de enviar misiles crucero al interior del territorio ruso, ya que es mayor la probabilidad de que un misil de ese tipo pueda atravesar los sistemas de defensa aérea enemigas.
Los ICBM, esto es Misiles Balísticos Intercontinentales norteamericanos de mayor potencia han sido optimizados. Hay que dejar claro que cuando un misil se divide entre varias ojivas “Throw-Weight”, en 10, por ejemplo, se presume que la suma del poder destructivo de todas ellas es menor que el poder destructivo de una ojiva grande, instalada en el mismo misil.
Los MIRV aumentan considerablemente la capacidad de atacar objetivos compactos del enemigo; asimismo son muy destructivos cuando se lanzan contra objetivos que abarcan áreas extensas, tales como ciudades como Moscú. Hay que tener en cuenta la mayor cantidad de explosiones en un área.
Debemos suponer que, durante un ataque directo contra objetivos compactos, como bases de lanzamiento en silos, puestos de comando, centros de comunicaciones, organismos de gobierno y refugios, buena parte de las explosiones ocurrirán a baja altura o a ras de tierra. Y ello dejará “vestigios”, es decir franjas de polvo radiactivo levantado de la superficie por la explosión con los que quedará “impregnado” por los productos de la fisión del uranio.
Así, aunque el efecto radiactivo directo de una carga nuclear se produzca en una zona donde la vida será destruida, total o irremediablemente por la onda de choque y por fuego, su polvo radiactivo ocasionará un efecto indirecto considerable.
Por un megatón, el área contaminada por el polvo radiactivo puede exceder el límite de la seguridad de 300 roentgens y puede medir miles de kilómetros cuadrados.
Cuando los soviéticos, en agosto de 1953, midieron un estallido experimental de una carga termonuclear, decenas de miles de personas fueron evacuadas en la zona, en la que podría caer polvo radiactivo. Los habitantes de Kara –Aul solo pudieron regresar en la primavera de 1954.
Y ello ocurrió organizadamente ¿se imagina el lector a una población que huya aterrorizada escapando por no ser notificada de una explosión nuclear?
Es muy posible que salgan de una zona contaminada a otra y por ello serán irremediablemente contaminados como en Chernobil, con lo que se agravaría el caos, con su inexorable creciente de condiciones sanitarias que derivarán en hambrunas, consecuencias genéticas a breve lapso y por muchos años.
El ser humano sufriría como especia biológica, a los que se suma el padecimiento de la vida animal y hasta la destrucción vegetal. El planeta no vivirá nada igual, ni siquiera remotamente por el desarrollo del armamento en el orbe.
Efectos ecológicos
Se sufrirán constantes incendios forestales, con destrucción de bosques y la transparencia de la atmósfera será destruida sumiendo al planeta en una noche que se mantendrá por varias semanas, tras lo cual comenzará a faltar oxígeno en la atmósfera, incidiendo en la destrucción lenta de la vid terrestre.
Lo antedicho implica consecuencias ecológicas, económicas y psicológicas. Las explosiones nucleares, a gran altura provocadas por misiles antibalísticos y de misiles con impacto en radares podría arruinar la capa de ozono que protege la Tierra de los rayos ultravioletas.
Luego viene irremisiblemente la desorganización social, de los transportes y comunicaciones, a lo que se agrega la pérdida d alimentos, los servicios de agua, cloacas, distribución de combustibles y electricidad y la provisión de prendas de vestir y la atención médica será crítica a escala continental.
Nivel de vida medieval
Volveríamos a un nivel sanitario medieval, con seres humanos quemados por radiación, heridas gravísimas, la diseminación de epidemias como las de gripe, cólera, disentería, tifus, ántrax y pestes varias, no pudiendo estadísticamente el ser humano de escapar de mutaciones y de ataques de virus desconocidos.
Nuevas formas de antiguos males sobre los que no habrá inmunidad y el nacimiento y desarrollo, en breve lapso, de bandas criminales aterrorizarán a la gente.
Aun cuando la humanidad logre preservarse a sí misma -lo que resulta improbable-, se destruirán instituciones y quizás, los cimientos de la civilización retrocederían varios siglos.
Es evidente que, si se arroja una primera bomba nuclear, nadie podrá hablar de victoria, sino que será el que la arroje, el responsable de un suicidio colectivo, ya que sería difícil controlar el curso de los acontecimientos siguientes y lo más probable es que sobrevenga una rápida escalada.
Umbral nuclear
El modo que se trasponga el “umbral nuclear” carece relativamente de importancia. Putin amenaza para aplicar “el sentido disuasivo ante un enemigo asimétrico en fuerzas militares”.
La guerra nuclear implica una especie de suicidio colectivo en el que un agresor potencial cuenta con que al país atacado le faltarían agallas para dar el golpe que conduzca a la destrucción total. El atacante esgrime el miedo a una escalada mayor para obligar al enemigo a combatir bajo las condiciones que él fije.
Si el agresor –Putin-, falla en sus cálculos y el atacante pereciera junto con el resto de la humanidad, habría muy pocos motivos para pensar en la salvación.
Y es por esa razón que mientras haya armas nucleares en juego, será necesario establecer una paridad estratégica con respecto a las variantes de una guerra nuclear limitada o regional que podría imponer un enemigo potencial. Es imprescindible examinar los diferentes escenarios de una guerra convencional, de una nuclear o de una termonuclear y evaluar debidamente sus contingencias.
Números para tener en cuenta
*A nivel mundial, según la Organización de las Naciones Unidas hay 13.400 armas nucleares.
*El presidente estadounidense Joe Biden reveló la existencia de 3.750 ojivas nucleares en su arsenal y otras 2.000 a la espera de ser desmanteladas.
*El Nuclear Thereat Initiative confirmó que:
*China posee 290 ojivas y 90 misiles balísticos.
*Francia, 290 ojivas.
*Rusia, 1.444.
*Reino Unido, 225 ojivas nucleares.
*Israel, 200 ojivas nucleares.
*India, 140.
*Pakistán entre 90 y 100.
*Corea del Norte dio cuenta de 12 en fabricación, desconociéndose las listas para utilizar.
*Japón admitió al 30 de junio de 2006 tener el conocimiento para fabricarlas, pero no posee ojivas nucleares.
*Belarús: Tiene un Programa de Investigación.
*Kazajistán transfirió su inventario a Rusia.
*Ucrania devolvió las armas a Rusia.
*Pakistán tiene su arsenal puesto en manos del régimen islámico
Jeffrey Edmonds, componente del Consejo Nacional de Seguridad de Estados Unidos señaló que el ruso: «Es un Ejército muy móvil, bastante moderno y bien entrenado con una fuerza aérea muy saludable, grandes fuerzas terrestres, mucho control de artillería, barcos pequeños con mucha capacidad para misiones de ataque a tierra».
Agregó que: “Los rusos han incrementado su presencia militar en Crimea desde 2014 con bases aéreas renovadas, activos navales adicionales en el mar Negro, que incluyen submarinos diésel y pequeñas corbetas.
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Cada una de estas plataformas tiene una capacidad de ataque de largo alcance, dice Edmonds, y esa es una de las grandes diferencias reales en el Ejército ruso.
Los militares ucranianos están muy rezagados. Tienen sistemas nuevos de defensa aérea, algunos “stingers” (misiles tierra-aire). Por la OTAN, los aliados han dado sistemas de armas antiaéreas y antitanque a los ucranianos. Ambos bandos tienen fuerzas terrestres. Ambos tienen fuerzas aéreas de fabricación rusa. En el lado ruso son más grandes y están más modernizadas que las ucranianas.