Murió Colin Powell, el militar más influyente de EE.UU.
Víctima del Covid, a los 84 años falleció el general de cuatro estrellas Colin Powell, considerado el militar más influyente en la victoria lograda en la Guerra del Golfo Pérsico, ocurrida en 1991, actuando como titular del Estado Mayor Conjunto y siendo el primer afroamericano en el cargo.
Powell será recordado también por su paso como secretario de Estado de George W. Bush, cuando en una sesión de las Naciones Unidas impresionó a los presentes levantando un frasquito con un líquido presuntamente mortal para justificar la invasión a Irak, con el objetivo final de derrocar a Saddam Hussein, aunque no fueron halladas armas químicas.
Murió en el hospital Walter militar Walter Reed, en las afueras de Washington, a pesar de haber recibido la vacunación completa. Actuó como soldado profesional 35 años y posteriormente asumió cargos públicos e incluso se desempeñó en la docencia y como abogado del Ejército
Había nacido en Nueva York y formó parte de una familia jamaiquina, convirtiéndose en el tiempo como el principal oficial del Pentágono, a la vez que participó de la remodelación de las fuerzas armadas estadounidenses, luego de concluida la denominada Guerra Fría.
Powell y el 11-S
Powell tuvo sobre el 11-S un enfoque realista e internacionalista, pero resultó desplazado por el enfoque hegemonista, que no tomaba en cuenta las opiniones de los aliados cuando se trataba de cumplir sus objetivos.
Cuando Powel fue jefe del Estado Mayor Conjunto enfrió los planes de involucrar al país en el conflicto de los Balcanes o en cualquier otra contienda bélica no estratégica, a la vez que se opuso al uso del poder aéreo para conseguir objetivos políticos.
Fue también quien, al hacer un cálculo aproximado del costo del envío de un batallón a los Altos del Golán durante el lapso de doce años señaló tajante que implicaba “un par de millones de dólares anuales”, pero a pesar de la advertencia, el presidente Bill Clinton lo envió igual.
Cálculos para tener en cuenta
Powell señaló que “en la primera Guerra del Golfo participaron sólo 468.000 soldados y en la II Guerra Mundial 16 millones, donde murieron 300.000 en combate, mientras en la Guerra del Golfo (1991) fueron 148 los abatidos en batallas terrestres que duraron 4 días”.
Esto último no fue casualidad. Es que Powell utilizó en la Guerra del Golfo la Doctrina de la Fuerza Abrumadora, en un marco de amenazas de proliferación de las armas de destrucción masiva y de contagio de enfermedades mortales.
En marzo de 1993, Powell expuso su posición –considerada controvertida-, respecto del conflicto de Bosnia y lo expuso también en sus Memorias, aparecidas en 1995.
En ellas señaló: ”Muchos hombres de mi generación juraron que cuando nos tocara a nosotros dar una orden de disparar, no aceptaríamos tranquilamente una guerra sólo querida a medias por razones que el pueblo estadounidense no estuviera en condiciones de comprender o apoyar. Si pudiéramos cumplir esa promesa, entonces los sacrificios de Vietnam no habrían sido en vano”.
Sin duda Powell poseía una personalidad que -según la gente a su cargo-, irradiaba poder y siempre se mostraba afectuoso y amigable con sus subordinados.
No era casualidad que uno de cada tres estadounidenses pensara que Powell, en un enfrentamiento electoral presidencial, superaría a Bill Clinton en un porcentaje de 42 a 38 por ciento.
En Somalia
Cuando las cosas se pusieron difíciles en el conflicto de Somalia, Powell propuso reforzar la presencia estadounidense mientras se organizaba el repliegue y el traspaso del poder de la operación a las Naciones Unidas. Clinton, ni lerdo ni perezoso apoyó la idea y permaneció junto a Powell.
En Afganistán no se hizo lo mismo, y Joe Biden se fue de Afganistán en la madrugada y sin decirle al gobierno afgano lo que había decidido. Así le fue.
La ocupación de Haití
Powel formó parte de la comitiva de tres funcionarios que viajaron a Haití para intentar un acuerdo con la diplomacia de ese país, mientras –paralelamente-, Clinton anunciaba que Estados Unidos “usaría la fuerza para destituir a la Junta Militar haitiana”.
La Junta tenía hasta el primer minuto de la medianoche del lunes 19 de setiembre de 1994 para llegar a un acuerdo y evitar la actuación de miles de soldados de la 82º División de Tropas Aerotransportadas que se trasladaría en 61 aeronaves que despegarían del Fuerte Bragg, asentado en Carolina del Norte, rumbo a Haití, a las 7 de ese día.
Negociaciones face to face
La reunión de negociaciones se realizaba en el medio de un diálogo tensionado hasta que, de pronto, Powell se inclinó sobre la mesa y le acercó su rostro a Cedras, uno de los componentes de la Junta Militar haitiana para decirle: “Permítame asegurarme que usted comprende a lo que se está enfrentando” y le enumeró las fuerzas de Estados Unidos que se estaban por poner en marcha rumbo a Haití: dos portaviones, dos divisiones y media de Infantería de Marina, veinte mil soldados, helicópteros armados, tanques y artillería. El interlocutor de Powell miró de soslayo a sus compañeros de la Junta que le hicieron una señal negativa y Cedras se negó a retirarse del gobierno.
A la tarde desistió la Junta
Justo cuando uno de los funcionarios le avisaba a Powell que eran las 16 en la isla, imprevistamente se abrió la puerta de la habitación donde la delegación estadounidense se preparaba para retirarse de las negociaciones.
Ingresaron al lugar los componentes de la Junta y comunicaron que habían decidido abandonar el poder. Habían recibido a través de uno de sus informantes que se había iniciado el traslado de las fuerzas militares estadounidenses a la isla para concretar la invasión.
Powell avisó la novedad a su presidente y Clinton canceló la operación, pero el 19 de setiembre se concretó la renuncia de la Junta y para evitar un baño de sangre 20.000 soldados norteamericanos el presidente de Haití regresó a la isla para abandonar su cargo en febrero de 1996.
A 24 horas del 11-S
Luego que transcurrieron las primeras 24 horas de iniciada la Guerra entre fuerzas militares de la OTAN y los talibanes de Afganistán, el presidente de Pakistán Pervez Musharraf puso en funciones en el Directorio de Inteligencia Interservicios (ISI) al general Ahmed, a pesar de que la Agencia Central de Inteligencia (CIA) quería que Ahmed fuera desvinculado por sus anteriores lealtades con las fuerzas talibanes.
Sin embargo, a las pocas semanas, Ahmed estaba sentado junto al presidente en una reunión que se llevaba adelante en las Naciones Unidas con la asistencia de George W.Bush. El tema no, era menor: La discusión de los planes que Estados Unidos pondría en funcionamiento en Afganistán.
Quien había preparado el conciliábulo no era otro que Powell, ya que por ese entonces era el secretario de Estado, el que también había elaborado el memo en tratamiento.
En el documento decía que el gobierno de Pakistán había “abandonado a los talibanes” y esa decisión permitió nuevas relaciones –hasta ese día estancadas-entre Estados Unidos y Pakistán.
Sin embargo, el análisis de Powell con el tiempo se consideró ingenuo, ya que Musharraf no había cambiado su posicionamiento respecto de los talibanes desde la década del 80 y sólo pensaba en las recompensas que obtendría si ayudaba transitoriamente a Estados Unidos.
Musharraf no había podido evitar la guerra y sólo se proponía que la misma fuera breve para que los norteamericanos se fueran de Pakistán lo antes posible y que Osama Bin Laden cayera junto a sus seguidores.
A partir de ese encuentro presidencial, durante meses, tras el 11-S, una serie de cables de inteligencia salieron del cuartel del ISI con destino a las embajadas de Pakistán, tanto en Washington como a otros destinos.
Por su parte –hasta ese momento-, EE.UU. no tenía interés en Afganistán tras el retiro militar soviético.
A todo esto, los espías pakistaníes, en noviembre y diciembre de 2001, tuvieron reuniones secretas con líderes afganos tribales para determinar hasta donde llegaba el nivel de fanatismo talibán. A una de esas conversaciones fue Jalawddin Haqqani, en Islamabad, donde se lo calibró en lo que refería a su nivel de lealtad, ya que había sido el mayor aliado de la CIA en Afganistán durante la guerra contra los soviéticos.
En esa reunión prometió lealtad a Al Qaeda y había creado un imperio criminal con base en Miranshah, en el norte de Waziristán. También, en esa oportunidad Haqqani tuvo la clarividencia de acertar que “la invasión estadounidense correría la misma suerte que la de Rusia” y agregó en la convocatoria que “no podía detener a los bombarderos de Estados Unidos, pero que al final los norteamericanos se verían en la necesidad de enviar un número elevado de tropas terrestres”.
“No podrán ocupar todas las montañas”
“Pueden ocupar todas las ciudades, pero no podrán ocupar todas las montañas”, le dijo en dicho encuentro Haqqani al ex jefe del Directorio de Inteligencia pakistaní Ehsan ul Jaq, al que le agregó: “Así que iremos a las montañas y allí resistiremos, como hicimos con la Unión Soviética”.
Otra intervención de Powell
Cuando se desarrollaron las investigaciones sobre la cuestión Irán-Contras, las energías del equipo de Seguridad Nacional norteamericano estaban minadas. Y Powell, como asesor de Seguridad Nacional, junto al secretario de Estado George Shultz aconsejaron “no continuar con el intento de concretar hazañas en el extranjero”.
Pero el gobierno norteamericano no hizo caso y así les está yendo.