Un país potencialmente rico lleno de pobres: El ADN de la mesa de los argentinos
Ante la imposibilidad de acordar políticas de presente y futuro se cosechará más decadencia educativa, corrupción y desgaste institucional.
¿Cómo y quiénes pueden y deben generar previsibilidad a las familias argentinas? El analista político Carlos Germano sostiene que el Gobierno tiene la mayor oposición en la mesa familiar argentina. Sí. Aunque puede que ahí tenga algo más, dado que en la mesa familiar argentina está el mapa que refleja cómo se modificaron -aumentando- los límites de la decadencia, del retroceso, del achicamiento. Esta foto muestra familias enteras sin mesa. Familias que viven de esa única vianda voluntaria que tantas instituciones -muchas- socias del Estado trabajan en esto de acercar un plato al hambre. Pero también la mesa de los argentinos es la oportunidad para el gobierno -cuya responsabilidad es mayor- y para la oposición de analizar el ADN de los errores para no repetirlos, e intentar el camino del regreso a otra mesa tan imprescindible como esquiva, tan necesaria como negada: la de los consensos. ¿Hasta cuándo los unos y los otros se odiarán? La gran mayoría de quienes se odian no viven mal, mientras hacen que millones sí lo hagan. Hay mesas donde sus comensales solo engordan sus odios, mientras tantos y tantos adelgazan sus vidas y penden de un hilo y no solo por el acecho del COVID-19, sino por el asedio de la ignorancia de quienes discuten sus razones sin oír a nadie más que a sí mismos.
Señala el Observatorio Social de la UCA que de cuatro chicos que se sientan a la mesa, solo uno come todos los días. El 41% de los hogares dejó de comprar algún alimento que necesita. También se observa que crece cruelmente el país del exilio autoinfligido de jóvenes que no creen en este presente ni en el futuro. A veces, el exilio no significa emigrar, a veces es terminar como “soldadito”. Los cementerios públicos están llenos de tumbas con los cuerpos de estos jóvenes, también descreídos de este presente y del futuro. ¿Qué más puede pasar para que la dirigencia política, cada vez más divorciada de sus representados, reaccione? El COVID-19 es una tragedia que ha marcado al mundo; mundo que se abocó a buscar cómo pararlo, y lo intenta principalmente a través de las vacunas. Ahora bien, y la otra tragedia nuestra, que viene desde hace largas décadas en Argentina, a la que se sumó el COVID-19, es: ¿en qué laboratorio de la política se la estudia?
Argentina no es un país pobre. Es un país potencialmente rico lleno de pobres. Cada vez que el Observatorio Social de la UCA informa los números de personas protagonistas de esta catástrofe, se reacciona con exclamaciones: ¡tremendo!, ¡indigno!, ¡inmoral! Las reacciones ante este desastre social son más y más parches. Sucede que ya no hay dónde zurcirlos. En síntesis, ante esta manifiesta imposibilidad de acordar políticas de presente y futuro se cosechará más decadencia educativa, más corrupción, más violencia y desgaste institucional. Más grieta.
El oficialismo se aboca mirando a setiembre a la compra masiva de vacunas y a un masivo plan de vacunación. E intentar acelerar la recuperación económica, gambeteando la amenaza de un default. En Diputados, el gobierno parecería no tener los votos necesarios para aprobar proyectos que tienen a la institucionalidad como protagonista (por ejemplo: Ministerio Público Fiscal, parámetros epidemiológicos). La oposición se limita a criticar la compra de vacunas y el plan de vacunación. Y en cambiar el nombre registrado de Juntos por el Cambio. A propósito, si dejan la palabra “Juntos” deberían agregarle adelante la palabra “más”, y demostrarlo. Si dejan la palabra “Cambio”, deberán trabajar para que este cambio aparezca. En realidad la batalla de fondo no está en el cambio de nombres, sino en el cambio de liderazgo. Buenos Aires es el gran laboratorio. La UCR bonaerense insiste con no excluir a nadie y que la gente decida. Federico Storani le dijo a Infobae: “Hoy no hay un liderazgo fuerte, por lo tanto el mejor procedimiento son las PASO”. En esta coalición la UCR ha tenido internas, por eso está más ordenada. En el caso del PRO hay mucha convulsión.
Una diferencia entre oficialismo y oposición. En el primero el núcleo de decisión y lapicera se corrió hacia el eje CFK por decisión del propio Presidente. En la oposición, especialmente en el PRO, todo es revolución y tensión sin un ordenador de las ambiciones. La pregunta es si en Juntos por el Cambio también cabe aquello de “con Mauricio no alcanza, sin él no se puede”.
Hasta ahora, el Dr. Facundo Manes compite desde los medios, no desde el territorio. Es decir, no ha sido explícito en su voluntad de bajar al llano.
En cuanto a Florencio Randazzo, quienes trabajan en su candidatura dicen no tener apuro en el lanzamiento oficial. Están en el armado de la sociedad política. El Dr. Lavagna le ha puesto parte de su equipo en el área económica, encabezada por Carlos Hourbeigt, y al diputado Alejandro “Topo” Rodríguez. Continúan las conversaciones con Mónica Fein y el socialismo santafesino; con Carlos Iannizzotto (Coninagro) de Mendoza.
Buenos Aires es el gran laboratorio. Todos orejean la performance del gobernador Axel Kicillof. Ganando o perdiendo se reconfigurará el nuevo mapa político argentino.