La retirada estadounidense de Afganistan y la guerra por el control de la humanidad
El presidente de los Estados Unidos Joe Biden, luego de dos décadas de enfrentamientos bélicos contra el terrorismo, tomó la decisión de retirar las tropas de Afganistán.
La lucha armada por todos los medios, iniciada luego del 11 de setiembre de 2001 –fecha en la que se produjo el atentado contra las Torres Gemelas-, generó un costo de decenas de miles de millones de dólares y la muerte de 2.442 soldados americanos y 1.450 aliados.
La ocupación de Afganistán formó parte de una decisión global de la política dispuesta –fuera del territorio norteamericano-, por el ex presidente George W. Bush y grupos conservadores que pretendieron utilizar el dominio unipolar y hegemónico.
El movimiento político –militar pretendía en territorio afgano, desplazar al régimen fanático talibán de Kabul para llevarse puestos a Osama Bin Laden y el A. Omar como se había hecho en su momento con Saddam Hussein en Bagdad.
Biden comprendió, antes de tomar su decisión, que las evidencias obtenidas marcaban que no fue posible obtener el apoyo necesario del pueblo afgano para eliminar “el Estado Islámico”.
Hace un par de años Donald Trump ya había avizorado la necesidad de retirar las tropas para, como él decía: “cerrar un ciclo”, pero no lo logró, debido a que los terroristas habían adoptado –según analistas internacionales “el modelo de gestión de la barbarie”, guiado por Al Baghadadi, quien se vio obligado a repetir los mecanismos que utiliza Al Qaeda, esto es crear campos de entrenamiento para formar terroristas que luego serían “exportados” hacía países con el objetivo de producir actos violentos de alta intensidad para sembrar la posibilidad de generar una segunda etapa: la de la invasión y la destrucción de los “infieles”, según su prédica.
Cumplidos esos objetivos, Afganistán iba a estar listo para aplicar otro modelo de gobernar, más oscuro, bajo el control operativo de las redes del crimen organizado que se dedicará de lleno a obtener rentas, a partir de todo tipo de tráfico.
El estudioso de temas internacionales Carlos Pérez Llana opinó que “El Sahel africano reúne varias condiciones ideales para expandir el formato ISIS”, esto es: filiales de Al Qaeda y del Estado Islámico que desde el Atlántico se acerca al Mar Rojo territorios donde “los gobiernos son débiles y no controlan zonas marginales donde los jihadistas operan”.
La Unión Europea tiene una visión del conflicto que nos ocupa, pero no es idéntica a la de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (NATO). La Unión Europea estima que en la región en conflicto hay expulsión de inmigrantes y ello es aprovechado por los anti-Occidente.
Los mencionados analistas de Relaciones Internacionales están esperanzados en que la retirada de Biden obligue a Rusia y China a ocuparse de la expansión talibán para lidiar con los musulmanes de Asia Central.
Los rusos y chinos saben que el retiro de las tropas implicará que en los sectores urbanos de Afganistán las mujeres comenzarán a sufrir aún más “el oscurantismo religioso” Talibán. A ello deben sumarse lo que se presume será el nacimiento de actos de rebelión étnica, versus la Tajik y un aumento de la producción de heroína para financiar el Estado afgano, hasta hoy sustentado por Washington.
Y así llegamos al meollo de la cuestión: La conclusión de una forma de guerrear y el inicio de otro tipo de conflicto bélico, donde las fuerzas beligerantes se ocultan en las sombras y eliminan a sus enemigos a distancia.
La guerra para obtener control
Millones de personas suponen que los conflictos bélicos sólo se libran con balas, armas cortas y largas, misiles, aviones furtivos y bombas.
La realidad es otra muy distinta: hay enfrentamientos a partir del control de la mente del enemigo y otros promueven el contralor económico del territorio, rutas de comercio, extracción de materia prima y del agua.
A ello deben sumarse las guerras políticas, en las que se subsumen las de independencia, las de expansión colonial, las de rebelión y las de secesión, entre otras como los conflictos morales o ideológicos entre las que vale mencionar las guerras raciales, las guerras santas, las inspiradas en la dignidad nacional, el honor y la expansión ideológica.
Para lograr el control de la humanidad no son pocos los que intentaron guerras jurídicas, derivadas del incumplimiento de tratados y alianzas o de abusos en la aplicación de los mismos, no debiéndose dejar de lado la guerra naval, la aérea, la terrestre, la nuclear y las biológicas o bacteriológicas.
Métodos
Finalmente, vale subrayar que, a las guerras, para hacerlas realidad, se han utilizado y usarán diversos métodos: La guerra psicológica, la de información, la comunicacional y la guerrilla comunicacional por medio de las redes.
Actualmente, en casi todos los bandos en pugna hay expertos de la psicología humana e incluso genetistas que se ven a sí mismos como dioses.