Perotti está dispuesto a jugar a fondo en el año electoral
Decirles a los socialistas en la cara – en un acto con el frentista intendente de Rosario Pablo Javkin- que el gobierno provincial hará de la salud pública en ésa ciudad una política de Estado, sería como enrostrarles a los norteamericanos que no saben hacer liberalismo económico. Perotti solía repetir la bíblica sentencia: “a los tibios los vomita Dios” (que teológicamente tiene otro significado al que se le quiere dar) pero por lo visto busca acreditar la máxima del inefable ex dirigente reutemista Jorge Giorgetti: “la política no es pa´ tiernos”.
El flanco débil de la anterior gestión – y las precedentes – fue la inseguridad en Rosario, pero poco puede asirse el actual gobierno de lo que fue una excelente oportunidad electoral, pues los índices empeoraron patéticamente en la gran ciudad del Sur.
De todos modos, el Gobernador insiste en que lo que viene de larga data (inseguridad, narcotráfico) no lo puede resolver – su gestión – de un día para el otro, con lo cual desvirtúa tajantemente cualquier especulación de cambios en el Ministerio de Seguridad, avalando explícitamente las políticas que en la materia está llevando adelante Marcelo Saín. Aunque haya que haber echado mano una vez más a Gendarmería, porque la situación se está tornando insostenible.
Perotti pidió “juego duro”
Culminábamos esta columna hace una semana señalando que el Ministro de Trabajo Roberto Sukerman recalaría como titular de la cartera de Gobierno (vacante desde noviembre) diciendo: “Sean quien fueren los nuevos invitados a la Casa Gris, deberán ejercitar una verba encendida frente a la oposición externa e interna. No puede ser que el único que salga con el lanzallamas sea el incombustible Marcelo Saín. O el mismísimo Gobernador, quien semanas atrás en Sauce Viejo ya trazó la línea bisectriz de su gestión de aquí al 2023”.
Horas antes de cambiar de dirección ministerial, Sukerman dio examen de pertenecía (y la razón a nosotros) planteando decididamente una posición casi beligerante con quienes, dice, quiere “reforzar el vínculo”: la legislatura, al describir que (la oposición legislativa) “ha sido muy selectiva”: avanza con los proyectos que quiere la oposición y no con los del oficialismo, que quiere llevar adelante su programa de gobierno. Es una falta de respeto a la voluntad popular”.
Los que recogieron el guante fueron los radicales Maximiliano Pullaro y Fabián Bastía: “una pena que el gobierno de Santa Fe no tenga autocrítica y siga descalificando al que piensa distinto. El kircherismo debe entender que el diálogo y el respeto construyen futuro. En 12 meses se votaron recursos y herramientas sin antecedentes, pero el destino fue un plazo fijo”, respondió Pullaro quien, adviértase, calificó al gobierno de Perotti de “kirchnerista”. No es un dato menor. Bastía por su parte ironizó diciendo que “evidentemente van a cambiar. Empeorar» es un cambio”.
El rafaelino Marcos Corach, histórica y personal espada política del Gobernador Perotti, asumirá como Ministro de Gestión Pública en lugar de Rubén Michlig, de quien no se sabe bien qué funciones cumplirá.
Corach junto con Sukerman y Saín, seguramente conformarán tridente ofensivo del gobierno de cara al año electoral.
“Frente de Frentes” nonato
Lo que deslizamos la semana pasada con respecto de la ampliación del FPCyS para enfrentar al peronismo en las venideras elecciones provinciales, pero básicamente nacionales, se está cumpliendo: difícilmente exista un elemento catalizador– como hace 15 años atrás – que amalgame posiciones ideológicas tan acendradas en uno y otro lado; ni siquiera la supuesta “kirchnerización” de Perotti. Existe una hoguera de vanidades e intereses personales que ni el mismísimo Papa Francisco podría armonizar. Ni siquiera se advierte un horizonte electoral de “tres tercios” en Santa Fe; a la vista solo hay tinieblas, de las que suele sacar partido el kichnerismo nacional.
El peronismo santafesino – ergo Omar Perotti – no tiene nada que perder, pues no tiene “El” candidato competitivo para ganar las senatoriales nacionales (responsabilidad principal de Alberto y Cristina Fernández), sólo el arrastre partidario del peronismo y los errores que pudieran cometer sus adversarios, a los que por lo visto eligió como táctica provocar y fastidiar hasta conseguir una oportuna tarjeta roja.
El FPCyS pone todo en juego
En cambio el FPCyS pone en juego, no sólo una candidatura senatorial, sino las chances electorales en el 2023 de Miguel Lifschitz. Un inoportuno traspié en octubre minaría, además de su orgullo, su poder político. Ante tan confuso panorama, si Lifschitz no ganase correría el riesgo de salir tercero.
Lo que sospechábamos hace una semana cobró vida entre semana: Federico Angelini, líder del PRO santafesino, más que sumar acciones para ampliar la base societaria del actual FPCyS “ampliado”, prefiere que el FPCyS – básicamente radicales – aporten para agrandar el capital accionario de Juntos por el Cambio.
Uno de los accionistas radicales en Juntos por el Cambio es Mario Barletta, quien comparte agradables tertulias con sus viejos compañeros de ruta en el FPCyS. Otro capitalista de Juntos por el Cambio es José Corral, quien con su 19.8% en las gubernamentales del 2019 seguramente reclamará un sillón en el directorio. Corral y Barletta hoy día “no se pueden ni ver”; pero la política es un arte, no una ciencia exacta.
Julián Galdeano también es radical en Juntos por el Cambio y juega este partido con fichas propias, aunque se siente más cómodo al lado de Federico Angelini que con sus antiguos camaradas de armas del FPCyS con quienes, de todos modos, comparte apetitosos asados.
Elige tu propia aventura: ¿qué creen que haría Miguel Lifschitz ante semejante panorama?, sin contar que difícilmente una alianza con el PRO pase el filtro de su propio Partido.
A todo esto, el SARS-COv-2 le agrega su cuota de paroxismo a una sociedad psicológicamente estragada por la economía.