EEUU: Trump y Biden se enfrentaron en el último debate presidencial antes de las elecciones
El presidente finalmente permitió que su rival hablara y trastabillara por sí mismo. Su mensaje de reelección, sin embargo, sigue siendo confuso.
El miedo no anda en burro, se dice en México. Esta noche Donald Trump mostró toda la disciplina y autocontrol que no ha sido capaz de conjurar en los últimos cuatro años como presidente de EU y mucho menos como candidato a la reelección. El comportamiento errático y explosivo del presidente es tan célebre que la más mínima señal de presidencialismo o civilidad suele ser interpretada como un gigantesco triunfo, sin embargo, hoy Trump sí se mostró como un debatiente competente y logró colocar con éxito ciertos argumentos, aunque el otro 90% de lo que dijo fueran ataques infundados y mentiras.
Del otro lado del podio Joe Biden se comportó con el aplomo que lo caracteriza, pero la ausencia de interrupciones constantes por parte de Trump puso en problemas al exvicepresidente, quien en el primer debate tuvo la ventaja de lucir como el adulto, mientras que esta vez se le vio trastabillar con las palabras como le suele ocurrir. La intervención de la moderadora Kristen Welker fue oportuna, encima el micrófono de un candidato se apagaba cuando le tocaba responder al otro. Esta noche Trump no le echó la mano a Biden con su narcisismo.
Otro beneficio para los votantes fue que esta vez los candidatos fueron capaces de delinear sus posiciones ante temas concretas. Del lado de Biden, el político con 50 años de experiencia, vimos políticas públicas claras y planes a mediano y largo plazo, por lo menos en las palabras. Para sorpresa de nadie Trump fue incapaz de dibujar un mapa de cómo luciría su segundo término, pero como ya hemos discutido, no es algo que les preocupe demasiado a sus votantes. El problema para el presidente es que quién sabe qué tan efectivo sea ese mensaje dislocado para los indecisos y los que no simpatizan con el presidente. La misión final de hoy para Trump debió ser hablarles a esas comunidades que no están convencidas de otros cuatro años de trumpismo. En eso el presidente probablemente fracasó.
El debate arrancó, previsiblemente, con el Covid-19. Biden rápidamente atacó a Trump con su pobre respuesta al inicio de la pandemia, y esta vez el presidente ofreció una respuesta un poco más coherente a las que ha dado en el pasado. Habló de sus esfuerzos por seguir las recomendaciones de los especialistas, cerrar los vuelos con China y justificó sus diferencias con Anthony Fauci, a quien en la semana pasada durante una reunión llamó idiota. Trump respondió lo mejor que pudo para tratarse de un problema imposible de evadir.
Por primera vez en mucho tiempo volvió al foco de atención el tema migratorio. Esta semana la ACLU denunció que más de 500 niños separados en la frontera por la administración Trump seguían sin encontrar a sus padres. La asociación reportó que muchos de los padres habían sido deportados a sus países de origen mientras que los menores fueron acomodados en familias temporales o con familiares lejanos. Trump respondió con una acusación directa contra Biden: «Déjame decirte, ellos construyeron las celdas», dijo refiriéndose a la administración Obama. Lo cierto es que Obama sí construyó centros para contener a los menores que llegaron sin acompañantes, sobre todo en 2014, sin embargo, la política de separar familias y detener a miles de niños fue dispuesta por Trump y sus ideólogos Jeff Sessions y Stephen Miller.
Cuando le tocó su turno a Biden, respondió con la indignación que adopta en ciertas ocasiones.
«Hablemos de lo que estamos hablando», puntualizó Biden. «¿Qué ocurrió? Los padres fueron arrancados -sus hijos fueron arrancados de sus brazos y separados y ahora no pueden encontrar a más 500 de esos padres y esos niños están solos. Sin lugar a donde ir. Es criminal, es criminal», dijo el exvicepresidente.
Trump no salió bien parado de ese intercambio. Es difícil justificar las acciones de las autoridades migratorias entre 2017 y 2018, pero lo cierto es que tampoco es un asunto clave para los votantes indecisos y moderados.
Más adelante Biden atacó a Trump por su política de hacer a los solicitantes de asilo esperar en México mientras atienden su solicitud. Aquí el vicepresidente mintió, asegurando que durante el gobierno de Obama la política era darles una fecha ante el juez -que usualmente tomaría dos años en llegar- y permitirles entrar a EU. Trump respondió que pocos regresaban a cumplir con su cita ante la corte, lo cual es parcialmente cierto. «Los únicos que regresan, francamente, son aquellos con un CI muy bajo», sostuvo.
Biden prometió tener una reforma migratoria con una vía para la ciudadanía de millones de indocumentados los primeros cien días de su administración, empezado por los dreamers que siguen en riesgo constante de ser deportados.
Quizá uno de los momentos más sorprendentes llegó cuando Trump acorraló a Biden en el debate energético. Por un tiempo el demócrata logró afianzarse en su mensaje sobre una transición moderada pero firme a las energías renovables, y entonces Trump lo acusó de haber dicho que quería prohibir todo el fracking, decisión que podría meterlo en problemas con los votantes de Pennsylvania, Michigan, y Colorado.
Biden respondió que jamás había dicho eso y Trump se comprometió a subir el video en su sitio web. Al final Biden reconoció que había dicho que no quería más fracking en territorio federal.
Pero la declaración más contundente en el debate energético fue cuando Biden, bajo presión de Trump, quien le dijo que quería «cerrar la industria del petróleo», respondió que sí, que apoyaría «una transición de la industria petrolera» por energías renovables. Luego matizó explicando una línea del tiempo que se extendía hasta el año 2050, mientras tanto Trump se relamía los bigotes con la explosiva declaración.
Otro cambio notorio en la retórica de Trump fue en la discusión de la violencia policial contra la comunidad negra. Mientras que en otros momentos el presidente suele dobletear acusando a Black Lives Matter de ser un organismo radical y hasta terrorista, esta vez Trump reconoció que entendía el miedo de miles de padres en el país que temían por las vidas de sus hijos. Dijo también que no sabría que decirles a esos padres, «me da tristeza porque soy la persona menos racista».
La respuesta de Biden no pudo ser más sarcástica. «Abraham Lincoln aquí a mi lado es uno de los presidentes más racista que hemos tenido en la historia moderna», dijo refiriéndose a Trump. «Le echa gasolina a todos y cada uno de los fuegos racistas. Este tipo tiene un silbato de perro del tamaño de un altavoz», dijo el exvicepresidente.
Por supuesto, el tema de la corrupción salió a la luz. Ambos candidatos se acusaron mutuamente, Trump a Biden por sus supuestos nexos familiares con China y Ucrania; y Biden a Trump por su relación con Rusia y sus negocios en China.
Sobre el asunto de los supuestos correos electrónicos de Hunter Biden, que se supone aparecieron en una laptop olvidada en un taller en Delaware, Biden acusó a Trump de estar promoviendo información falsa proporcionada por los rusos a su abogado Rudy Giuliani. El exvicepresidente recordó que más de 50 funcionarios de inteligencia firmaron una carta asegurando que los supuestos correos de Biden hijo tenían todas las características de una operación del Kremlin.
Trump acusó a su rival y a su familia de haberse enriquecido en China y Ucrania. Biden inisistió una y otra vez que jamás ha aceptado dinero de otras naciones, y que todos conocían el carácter del presidente y el suyo. Recordó que Trump tenia una cuenta bancaria en China y que no había pagado impuestos en EU desde hace años.
Trump se defendió. Dijo que, como hombre de negocios, había tenido muchas cuentas bancarias, y la china en particular la había cerrado en 2013. También aseguró que había «prepagado» cientos de millones de dólares al fisco, y que pronto publicaría sus declaraciones fiscales, algo que lleva cinco años prometiendo.
Al final del día, el mensaje de cada candidato sigue siendo el mismo. Biden ofrece decencia, regreso a la normalidad, y empatía; mientras que Trump promete un boom económico, acabar con un establishment político corrupto, y regresar a un EU que pocos tienen claro cuál es.