Convocan a un nuevo banderazo contra el Gobierno para este 12 de octubre
Se convocó para este feriado a otra protesta, en el peor momento del Gobierno. El peronismo quiere responder pero duda sobre cómo «empoderar» al Presidente.
Con un desplome de 20 puntos en la imagen presidencial respecto del inicio de la pandemia, con un dólar blue en $167 y sin perspectivas de freno, con estadísticas asustadoras en la pandemia y además con récord histórico en pobreza e indigencia, Alberto Fernández viene soportando una seguidilla de golpes que desgastaron rápidamente su poder.
Hoy recibirá un nuevo golpe, con otra jornada de protesta convocada por las redes sociales y sin organizador formal. Como ya se hizo tradición, el feriado de cada mes se transforma en excusa para que los opositores se vuelquen a las calles a expresar su irritación hacia el Gobierno.
Se descuenta que tendrá la masividad de manifestaciones anteriores aunque también es cierto que el efecto repetición empieza a sentirse y lo que en un principio era para Alberto Fernández un motivo de preocupación ya empieza a formar parte del paisaje.
Ocurre que el movimiento de los «banderazos» de protesta empieza a transformarse en víctima de su propio éxito, como ya le había ocurrido a los «cacerolazos» masivos durante la presidencia de Cristina Kirchner. Al principio generan sorpresa por la masividad, provocan debates y análisis políticos. Los dirigentes opositores tratan de sacar provecha de esa corriente de opinión mientras los oficialistas dudan entre criticar o mostrarse comprensivos. Y, de a poco, al perderse el efecto sorpresa empieza el rendimiento decreciente.
A diferencia de otros momentos, en que el Presidente se mostraba irritado y preocupado por las convocatorias, anteponía el argumento sanitario en plena cuarentena y pedía «que no nos confundan», ahora parece resignado a que estas manifestaciones mensuales forman parte del entorno con el que le toca gobernar.
Y la protesta, aunque en el fondo siempre tiene el mismo tono y está protagonizada por un mismo sector, ha ido cambiando de consignas. La primera, coincidiendo en junio con el Día de la Bandera, tuvo como motivación principal la oposición a la estatización de Vicentin, que se interpretaba como una avanzada contra el campo y la propiedad privada.
En julio, el tema central se había desplazado al rechazo a la cuarentena estricta, pero empezaban a aparecer las alusiones a las presiones de Cristina Kirchner sobre la justicia. Además, el campo seguía preocupado por la ola de ataques a silobolsas, a los que se atribuía intencionalidad política.
En agosto, la consigna pasó a ser el proyecto de reforma judicial, y se unieron celebridades militantes de la oposición macrista, como Luis Brandoni, enarbolando el discurso de «defensa de los valores republicanos».
En septiembre, aunque no hubo feriado, igual se organizó un domingo la manifestación, que en los días previos parecía no generar mucho entusiasmo pero que a último momento recibió un espaldarazo del propio Alberto: el recorte de la coparticipación a la Ciudad de Buenos Aires para asistir a la provincia, en crisis por el levantamiento policial, recalentó el clima político. Fue en medio de esa polémica entre Horacio Rodríguez Larreta y Axel Kicillof que tuvo su aparición otra figura que se había mantenido en las sombras: Mauricio Macri.
Coincidiendo con la manifestación del 13 de septiembre, el ex presidente aprovechó para enviar un mensaje en múltiples direcciones: a la clase media enojada con Fernández y que reclamaba una oposición más firme, les reiteró que está dispuesto a liderar esa «línea dura» contra el kirchnerismo.
Y hacia la interna, significó un recordatorio de que no estaba dispuesto a perder protagonismo, justo cuando la figura de Rodríguez Larreta ingresaba en una curva ascendente, después de los 40 puntos de rating logrados en la conferencia de prensa en la que dijo que llevaría el caso de la coparticipación a la Corte Suprema de Justicia.