El fin de la normalidad
Me decía el Lic. Enzo Campetella: “En el Ártico, las variaciones de temperatura están desfasadas; antes se modificaban en un milenio, ahora se modifican en lustros. La modificación del permafrost puede liberar agentes patógenos que se mantenían congelados a través de los siglos”. ¿Es una amenaza para el mundo? Puede ser.
¿Puede el “deshielo” de la cuarentena en la Argentina provocar el despertar del coronavirus aletargado por la medida? Puede ser.
Sobre el tema se impone una pregunta: ¿cómo estamos? Consultado el Dr. Conrado Estol, lo sintetizó en tres tópicos: a) Subconteo de la mortalidad y subconteo de infectados. En el mundo –y no es un dato menor sino altamente significativo- habría 38 mil muertes más a la contabilizadas, producto de no haber ido a la consulta oportunamente derivando en un ACV o infartos de miocardio. Y en segundo lugar, en todos los países, en los meses de febrero y marzo, cuando comenzó la pandemia, muchas personas murieron de Covid-19 y los sistemas de salud no estaban alerta sobre esta infección.
El segundo tópico tiene que ver con los tests. Desde el Dr. Anthony Fauci hasta al Dr Estol, la comunidad científica se inclina por el test PCR, o sea el que detecta la enfermedad, dado que el test rápido sirve para determinar cómo el virus ha entrado en la población. En la Argentina se realizan 3 mil test PCR por día y se deberían realizar entre 15 y 20 mil para detectar los infectados. A esto se debería agregar un enorme trabajo de salud pública, que es detectar los contactos de ese contagiado, y aislar a ambos, no a toda la población.
El tercer tópico es cómo ir saliendo de la cuarentena. Ciertos especialistas se inclinan en comenzar por la industria de la manufactura y de la construcción. Colegios, en nivel jardín de infantes y primer grado, con días alternativos, sin recreo, menor cantidad de horas, espacio dentro de las aulas entre alumnos. De difícil concreción.
Todo esto acompañado con testeos permanentes para controlar si aumentan los infectados, y en caso que así sea, restringir nuevamente la actividad. Porque el rebrote de la enfermedad puede ser peor que el brote inicial.
Los científicos se inclinan en pensar que la vacuna no estará disponible antes de un año, de ahí el valor mayúsculo que representa el barbijo. Todo este tiempo habrá políticas de flexibilización y restricción, porque es de la naturaleza humana relajarse ante los permisos.
La segunda pregunta es: ¿qué está haciendo la política en Argentina ante las consecuencias destructivas del coronavirus, ante el aumento de la pobreza? Entre paréntesis, el economista Ricardo Arriazu el fin de semana manifestó que el Covid-19 ya ha deglutido el 25% del PBI mundial. El ministro Daniel Arroyo me decía: “Estamos haciendo todos los esfuerzos para sostener los ingresos, tratando de evitar que más gente caiga en la pobreza. Sostenemos a través del pago de salarios, del IFE, de la AUH. Mañana anunciaremos un refuerzo de $4000/6000 adicionales en la tarjeta alimentaria. Cuando llegó la pandemia asistíamos a 8 millones de personas. Hoy son 11 millones, dado que se incorporaron a los comedores taxistas, mozos, plomeros, que se quedaron sin trabajo. Implementamos el plan ‘barrio cuida el barrio’ para rescatar las changas. Las red social está sosteniendo toda esta situación, pero impulsamos la apertura de la salida social, con el otorgamiento de créditos no bancarios para adquirir material de trabajo».
Por otra parte, en el marco de lo que hace a la política en época del coronavirus, se conoció este fin de semana el retiro de Argentina de las negociaciones entre el Mercosur y Corea del Sur. El canciller Solá contó: “Ya en febrero dada la situación que se comenzaba a vivir en el mundo y la particular situación política que vivía Argentina, se había acordado en Brasil que nos darían un compás de espera para avanzar con los acuerdos comerciales pendientes. La pandemia empeoró todo, estamos en peores condiciones como para firmar un acuerdo de libre comercio y sobre todo con Corea, que tiene una política exportadora industrial muy agresiva, muy competitiva, con muchas barreras para-arancelarias y fitosanitarias a los productos agrícolas que son el fuerte argentino”.
Lo cierto es que Uruguay y Paraguay consideran que en el marco de la crisis deben acelerar la firma de estos acuerdos principalmente porque no tienen industrias, son esencialmente agrícolas. Ante las desavenencias, el Gobierno argentino decidió correrse de la mesa de negociación y generar un escenario político para revalorizar el artículo 32, relajado en la época de Macri y Bolsonaro, que exige el acuerdo de todos los miembros para celebrar un tratado. Cercanos al canciller remarcan que esta decisión se toma con el aval de los sectores empresariales, industriales, sindicales que se habían expresado contrarios a un acuerdo con Corea del Sur, por considerar que pondría en peligro la ya débil y escasa producción industrial argentina.
Un especialista en gerenciamiento de crisis me decía: “No existe el regreso a la normalidad, porque la normalidad no existe más. Después de una crisis quedan dos opciones: ser mejores o peores que antes de la crisis, y eso depende de los líderes. Crisis es peligro y es oportunidad. Los líderes ven una oportunidad”.