Para intelectual iraní, «la moral de una sociedad debe alinearse con su visión geopolítica»
Para ayudarnos a entender la política internacional, a menudo nos valemos de autores europeos y estadounidenses (anglosajones, en su mayoría). No es frecuente contar con material en castellano de autores chinos, rusos o, como en este caso, de Irán. Por ello, el lanzamiento de un libro de un diplomático de este país en nuestra lengua resulta original, máxime si es en conversación con un periodista argentino y sus ideas nos permiten reflexionar sobre el rol de Argentina.
Mohammad Farhad Koleini diplomático iraní, está a cargo de la embajada de su país en Buenos Aires. Desconocido para el público masivo, Koleini ha aportado algunas de sus observaciones sobre la actualidad geopolítica a partir del reciente lanzamiento del libro «De la geopolítica clásica a la geopolítica moderna: El pensamiento de Mohammad Farhad Koleini», cuyo autor es el periodista argentino Marcelo Ramírez, quien ha plasmado en el libro el pensamiento de Koleini.
Ramírez, especializado en temas internacionales, se propone reflejar en el breve libro ideas que resultan a menudo distantes de nuestro modo de concebir el mundo, tanto por la distancia geográfica como cultural que nos separa de Medio Oriente.
No se trata de una obra profunda, que abunde en los datos que aporta. Su relevancia, entendemos, está dado por el origen del pensador: En el ámbito de la geopolítica y las relaciones internacionales, tenemos una dependencia hegemónica de autores anglosajones.
Resulta siempre interesante, además, acceder a obras que se refieran a la Geopolítica, habida cuenta de tratarse de una disciplina cuyo estudio está virtualmente «vedado» en la mayor parte del mundo académico local.
Un repaso del libro nos permite destacar algunos aspectos salientes:
Geopolítica e Identidad
En el libro se señala: «Los franceses, por ejemplo, dicen que su geopolítica llega hasta donde alcanza su artillería, los árabes hasta donde se puede escuchar el sonido de la espada. Los persas no tienen esa idea de frontera fija y su definición más aproximada es definirla como una línea roja o una línea de sangre cuyo límite está dado por el alcance de su forma de pensar, de su influencia cultural». Esto sirve para graficar una idea fuerza del iraní: reconocer que en el pensamiento geopolítico contemporáneo la identidad adquiere una relevancia mayor que en tiempos pasados, cuando la disciplina se asociaba particularmente al dominio del territorio y la economía.
La visión geopolítica de un país se desarrolla en consonancia con su filosofía, con su concepción de lo que debe ser su lugar en el mundo. Los cinco elementos que deben contemplarse, según el diplomático, para la supervivencia nacional son la raza, la lengua, la tradición, la fe y el territorio.
«Siempre el futuro de un país tiene que tener un concepto ordenado y alineado con su geopolítica para evitar disputas innecesarias con quienes pueden ser socios. Para ello se debe tener una sociedad con moral, esa es una capacidad que se debe conservar».
A la luz de lo anteriormente citado, y a días de una nueva conmemoración del aniversario de la recuperación de las Malvinas, cabe reflexionar sobre aquellas voces que insisten en minar la moral de quienes combatieran, relegándolos a ser «víctimas» de la Historia. Pero para ser verdaderos protagonistas, se infiere de las palabras del embajador, se requiere una concepción que nos proyecte al futuro desde una identidad común. En atención a ello, señala los esfuerzos de los Estados Unidos por mantener un balance entre los distintos grupos poblacionales presentes en su territorio, a la par que Rusia ofrece puestos de gobierno a musulmanes, un grupo con mayor crecimiento poblacional que el cristiano.
De igual modo, se refiere a las nuevas «guerras híbridas» (que utilizan medios no convencionales como la ciberguerra o la generación de campañas de agitación pública) y asocia (como han hecho ya otros) su uso con las «primaveras árabes».
En relación a las campañas de agitación: ¿Podemos padecer los argentinos situaciones semejantes? ¿No hemos visto ya tras la crisis del 2001 celebrarse desde los medios propuestas de unificación de provincias patagónicas, con poca población y ricas en recursos que dejarían al país virtualmente dividido con un vecino hostil en el Atlántico Sur (Reino Unido)?
Durante años los movimientos políticos que se pretendían populares, realizaban sus proclamas en nombre «de las mayorías». Hoy, por el contrario, todos hablan en nombre «de las minorías» (cualesquiera ellas fueran). Sobre la pertinencia de velar por la moral de una Nación que sugiere Koleini, cabe preguntarse si no estamos ante la existencia de intereses en dividir a la Nación en «colectivos», afectando su identidad.
El cambio climático es descripto como un fenómeno que condiciona las geopolítica actual: desde la puja por parte de Rusia, los países escandinavos, Estados Unidos y Canadá por el dominio del Ártico, pasando por las migraciones que sequías en diversos territorios provocarán, los efectos de este fenómeno no pasan desapercibidos.
Otros aspectos que inciden hoy en la disciplina son: el mercado alimentario, la tecnología moderna, la inmigración y la demografía, la inteligencia artificial y la cibernética.
Tal como se ha señalado aquí anteriormente, Argentina no ha podido establecer una política agroalimentaria independiente de las multinacionales que operan en su territorio.
Koleini indica que el mercado agroalimentario no puede ser entendido al margen de los capitales financieros que operan en el negocio, sin desconocer el rol de China, que ingresó en los últimos años con fuerza, al igual que Suiza.
Del Atlántico al Pacífico
Se indica en la obra que el eje geopolítico dominante ha pasado del Atlántico al Pacífico y, en esa línea, sugiere que Irán está procurando aumentar su influencia en el Golfo Pérsico, mientras China aumenta el número de sus submarinos. Japón, por su parte, destina cuatro veces el presupuesto de la UNESCO a acciones de promoción cultural para hacer frente por esa vía a una competencia comercial feroz con Corea del Sur y China. La perspectiva geopolítica japonesa, dice Koleini, busca atraer la colaboración de India (por sus tensiones con China) e Irán (por sus recursos energéticos), actor a través del cual pretende penetrar comercialmente en Asia Central.
Sucede esto mientras EE.UU. encuentra con Trump un cierto repliegue sobre sí mismo, en la medida en que ya no cuenta con los recursos económicos para sostener su despliegue internacional: En esa línea, espera llevar de 800 a más de 4.000 millones de dólares anuales el canon que cobra a Corea del Sur para mantener sus tropas allí, mientras espera que Alemania aumente su contribución a la OTAN y colocar más armas a su socia Arabia Saudita. A su vez, se sostiene que la estrategia exterior ha pasado de ser económica a militar, lo que puede verse también en iniciativas como la militarización del espacio exterior mediante la creación de fuerzas aeroespaciales en 2018. (Un año antes China había exhibido sus capacidades mediante la destrucción de un satélite propio en el espacio).
El futuro de la energía
No habrá una desaparición de la energía nuclear: su función seguirá siendo relevante como «reserva estratégica» (las acciones de Rusia, Francia y Suiza así lo demuestran). Sí irá perdiendo peso el petróleo, fruto de la mezcla con otros elementos y de la aparición de tecnologías de eficiencia energética. A la par, se consolidará el gas, lo que habla del lugar que ocupará Rusia en su rol de gran abastecedor europeo y, también, de Irán. El papel que le quepa a Europa por incidir en las vías por las cuales accederá a ese gas redundará, naturalmente, en el posicionamiento de los diferentes actores.
Para países latinoamericanos como Argentina, que poseen energía y alimentos, el libro alerta sobre la potencial emergencia de conflictos bélicos motorizados desde el exterior. Junto a Chile y Bolivia cuenta con las principales reservas de litio, también y teme ante esto que los excedentes que pudieran provenir de la venta de estos recursos fueran volcados hacia el armamentismo a través de conflictos inducidos. Si así fuera, ¿debemos estar atentos ante grupos identitarios minúsculos que reivindiquen autonomía en cercanías de recursos hidrocarburíferos o minerales…?
Tal vez resulte interesante, como corolario de estos comentarios destacados de la obra, la cita que sigue: «(…) históricamente las autoridades no han visto el potencial intelectual que tienen en sus manos. Por eso, la conexión entre la potencia intelectual universitaria con el Estado es muy importante sobre los asuntos geopolíticos».